Archivo del blog

lunes, noviembre 28

LA COMIDA EN MÉXICO



Texto y fotos: Julie Sopetrán

Hablar de la comida en México, es una auténtica fiesta de sabor, aroma y color. Su contenido es tan amplio, que necesitaríamos muchas páginas para comentar. Daré mis impresiones de una forma sencilla para que el lector, no mexicano, lo asimile y me acompañe a la cocina o a la mesa.
Recuerdo, cuando llegué por primera vez a América,  en San Francisco, fui con unos amigos, a un restaurante mexicano. El camarero dijo que tenía tortillas. Yo, pensando en mi tortilla española, pedí que me trajera una tortilla y los demás comensales pidieron todos muchas tortillas. Yo esperaba mi tortilla española, una, y cual no sería mi sorpresa al ver la diferencia entre una y otra, claro, después pedí más.


Si soy sincera, me costó acostumbrarme a los distintos sabores y más a sentir el picante en el paladar, pero una vez que te acostumbras, luego no puedes dejarlo tan fácilmente.

Todos sabemos que el maíz es originario de América, se cree que desde hace diez mil años, lo fue como objeto de culto religioso. Los indígenas ya lo trataban como algo esencial en sus vidas. Dicen que antes de cocinarlo lo calentaban con su propio aliento y cuando se caía un grano al suelo, lo recogían con gran devoción y no permitían que se desperdiciase, así impedían que los dioses se ofendieran produciendo hambre o grandes sequías. Cuando me lo contaron, esto me hizo recordar que en España, yo recuerdo cuando era niña, mi padre recogía el pan que veía en el suelo, lo daba un beso y se lo guardaba en el bolsillo...


Así el chile, la calabaza, el fríjol, los guajolotes, el maguey, el nopal, el arroz, las papas,  el cacao y muchos más productos, puramente mexicanos, están llenos de historias sorprendentes.
Pero, uno de los sabores que recuerdo y no puedo olvidar, es el café de puchero, humeando a la entrada del comedor del restaurante en las mañanas...



Por ejemplo, el cacao era tan valioso en el mundo prehispánico que se usaba como moneda de cambio, además se tomaba molido con agua y mezclado con maíz y miel de abeja y vainilla.  Del maguey, según afirman los códices antiguos, se hacía la bebida de los valientes como es el pulque. Dicen, que en México todo sabe bien con salsa de chile, que ha sido siempre muy preciado por sus propiedades digestivas, siendo el condimento esencial de la comida mexicana. Del nopal, se hacen deliciosos platos tanto de sus hojas como de su fruto, la tuna, se sabe que calma el hambre y la sed a los que habitan en lugares desérticos. Huitzilopoztli, es el dios del nopal. Su nombre significa "colibrí zurdo", era un dios guerrero...



Con el maíz se hace, además de sus famosas tortillas, los nachos, las quesadillas, los tacos, las enchiladas, papadzules, chalupas, tlayudas o tasajos,  chilaquiles, burritos, enchiladas y un largo etcétera que, según la región, puede tener un nombre diferente.  
El maní aderezado con chile y rociado con cal, es un alimento muy común. El pibil que es una carne adobada envuelta en especias y hojas de plátano. El poc-chuc, son unas rebanadas de carne de cerdo marinado en naranja agria y salsa de achiote. El achiote se usa en Yucatán, es una semilla de color rojo que se mezcla con varias especias y se forma una pasta que sirve para condimentar aves, pescados y carne de cerdo.  Casi todos los platos han de ir acompañados de fríjoles y arroz y también se usa mucho la calabaza y el queso.


En México, existen más de setenta variedades de fríjol, legumbre que según los historiadores, se cree que existió en México desde hace más de seis mil años. Los conquistadores lo trajeron a España, porque el fríjol es muy rico en proteínas. Y aquí lo conocemos con el nombre de alubia o judía.
La gran variedad de platos que podemos saborear en México nos lleva a distintas ciudades... Por ejemplo a Tonatico, Estado de México, donde se comen los mejores tamales de fríjol con mole. El mole le da fama a Puebla, es una salsa con varios ingredientes que se cocina con el guajolote o pavo. Se dice que una monja del convento de Santa Rosa, mezcló varios chiles y condimentos en un metate, y así surgió el mole. Otras versiones dicen que fue la Madre Andrea de la Asunción, allá por el siglo XVII, en una celebración,  dicen, que la receta original contenía un centenar de ingredientes. Lo cierto es que el mole poblano tiene aromas de convento y se hace, eso sí y que no falte, el chocolate, la canela, las pasas, el perejil...


Pero son los Chiles en nogada, los que le dan fama a Puebla. Nosotros lo llamaríamos pimiento relleno de un guisado de picadillo, carne de res y puerco mezclado con frutas, plátano, manzana, pera, melocotón... Todo ello cubierto de una crema de nuez perejil y granada. Lleva impregnado, además de un vino dulce, los tres colores de la bandera mexicana, blanco, verde y rojo. Es por ello que es un plato de alta cocina y se puede encontrar en cualquier estado de México. También tiene olores y sabores de convento, ya que su creación, se le atribuye a las monjas clarisas del convento de Santa Mónica. La receta se hizo para agasajar, a Agustín de Iturbide, cuando volvía de firmar en el estado Veracruz, la independencia de México.


No cabe duda que cada receta tiene su historia, su leyenda. Y si alguna cocina existe rica en el mundo, es la cocina mexicana, patrimonio de la humanidad, plena de riqueza y buen hacer.
En Veracruz, Sonora y Guerrero, se come un pescado muy rico, el cazón, que es un tiburón pequeño que se cría en agua salada, es una comida deliciosa que la preparan adobada con tortilla de maíz.
En Jalisco y en Michoacán, también hay un pescado blanco delicioso que procede del lago de Chapala y del lago de Pátcuaro. Y también los famosos charales que son peces pequeños que se sirven secos, curados al sol y a veces enchilados y se comen de aperitivo.


En Yucatán una de las comidas típicas es el venado lo preparan en barbacoa con chile, rábano, cilantro, jugo de naranja y sal.
En Chiapas se come la carne de ocelote (tigre).  En Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Morelos y Guerrero se come también la iguana, le quitan la cabeza y extremidades. Los indígenas huaves, conservan una tradición, dicen que las atrapan vivas y las dejan colgadas y amarradas hasta que pasa una estrella fugaz, ellos creen que es la cola de la iguana, entonces la matan y la guisan. Y es un honor ofrecerla como ofrenda en el día de muertos.
Yo esto no lo he probado pero sí probé los chapulines, que son los saltamontes, en la casa de una amiga en Puebla, los pusieron asados con chile y cal y no estaban tan malos. Dicen que estos chapulines tienen bastante calcio y proteínas. No cabe duda que en las costumbres de comer, no hay nada escrito. En algunos mercados sí que vi los famosos gusanos de agave o maguey, las larvas de la polilla se incluye en las botellas de tequila... También podemos encontrar las hormigas y las avispas en los mercados de Zacatecas, Hidalgo, Veracruz, Puebla... En Puerto Escondido, recuerdo que vendían la miel con avispa zapotana  o guarachuda incluida.




Pero lo que puedes comer en México es un buen marisco y lo que recordarás toda tu vida es la exquisita langosta y  los camarones.
Entre esos platos típicos me encanta el guacamole, he recorrido la parte de Uruapan, donde los árboles aguacateros ofrecen un paisaje espectacular, son árboles grandes, limpios, anchos, hermosos. Y como ya sabemos este exquisito plato se hace con aguacates.
Los tamales, son imprescindibles en la comida mexicana. En cualquier parte. Hacerlos lleva mucho trabajo. Es una masa que lleva como ingredientes caldo de pollo, harina, manteca de cerdo y sal. Esa masa se envuelve en hojas de maíz que han tenido que ser remojadas con anticipación unas tres horas. Se rellenan dentro de la masa y la hoja con pollo desmenuzado, carne de cerdo, mole, pipían , queso, salsas etc. Se envuelven y queda un paquetito como de 10 cm. de alto y 5 de ancho. Luego se ponen en una olla exprés o vaporera y se comen calientes, quitándoles la hoja de la envoltura. Y la verdad es que están riquísimos.


También existen las corundas, el churipu en Michoacán que son tamales de ceniza... Y muchos más variedades de la misma familia de los tamales.
Pero si un plato me encanta son las carnitas de puerco al estilo de Michoacán... Y que suelen venderlas en la calle para comer recién hechas con su tortilla. Son innumerables los platos que vienen a mi mente, el pozole, el cabrito, las salsas tan variadas.
Si me preguntaran qué comida prefiero de México, he de recordar con verdadero placer culinario, los tacos al pastor. Las frutas a las que me dedicaré otro día, como mi preferida, la sandía, la piña, la papaya, las uvas...



Y otro día os prometo hablar de las agüitas y de los dulces de este amado país. Y para terminar, les dejo una receta mexicana que yo hago mucho en casa, porque desde que conocí la cocina mexicana, tengo que desayunarme una que otra vez unos huevos rancheros, que sería imposible cocinarlos bien sin la salsa cien por cien mexicana. Eso sí para elaborar la receta necesitamos un molcajete como el que nos muestra Deborah, la que fue mi guía turística en uno de mis viajes.



Esta receta se la debo a mi amiga Verónica de Jalisco. Os la dejo para que ustedes la hagan en casa, claro, siempre que les guste lo picante. Pero la pueden hacer al gusto.
En una sartén vieja ponen cinco o seis tomates maduritos a asar, les van dando la vuelta hasta que estén blanditos y bien tostados, no le quiten lo negro de la tostadura. Una vez asados los ponen en la licuadora y añaden uno, dos o tres jalapeños, depende de cómo lo quieran de picante. Lo trituran un poco, que quede la salsita no muy troceada y lo vierten en un recipiente. Tendrán salsa natural mexicana en casa para cuando quieran usarla al estilo de México. A mi me encanta. Buen provecho.

Nota: Los jalapeños los pueden encontrar allí donde venden productos mexicanos.

lunes, noviembre 14

QUÉ LINDO ES JALISCO


Texto y fotos: Julie Sopetrán




Jalisco es tan lindo como lo expresa la canción que cantaba Jorge Negrete.

"Y me gusta escuchar los mariachis,
cantar con el alma sus lindas canciones,
oír como suenan esos guitarrones
y echar un tequila con los valentones
 
¡Ay, Jalisco no te rajes!
me sale del alma gritar con calor,
abrir todo el pecho pa' echar este grito:
¡Qué lindo es Jalisco, palabra de honor!"

Jalisco está  formado por ciento veinticinco municipios distribuidos en doce regiones.  Guadalajara, conocida también con la abreviatura GDL, es la capital del estado y está localizada en lo que se llamaba Valle de Atemajac, en la parte occidental de México.  Atemac significa: piedra que bifurca el agua. Atl (agua) tetl (piedra o cerro) maxatli (bifurcar).

Ay Jalisco, Jalisco, Jalisco, Jalisco
tú tienes tu novia que es Guadalajara

 

En este valle se fundó la ciudad de Guadalajara en el siglo XVI. El 14 de Febrero de 1542, después de haber intentado fundarla en tres asentamientos anteriores, quedó definitivamente establecida donde hoy se encuentra. Nuño Beltrán de Guzmán, fundó la ciudad de Guadalajara con sesenta y tres familias españolas, seis extremeños, quince portugueses, dieciséis castellanos, once vizcaínos, trece andaluces y nueve cántabros montañeses.
Es un valle no demasiado profundo, rodeado de cerros, al oeste la Sierra Primavera, al este y al sur el Eje Neovolcánico y al norte la Barranca de Huentitlán. Entre las muchas luchas, que también existían entre los conquistadores, Nuño Beltrán de Guzmán, se convirtió en un enemigo acérrimo de Hernán Cortés. El uso y el abuso del poder que le otorgó el rey Carlos I de España, nombrándole gobernador de la provincia del Pánuco, entre otros cargos influyentes, le hizo cometer bastantes errores. Nuño Beltrán no sólo usó, también abusó del poder. Algunos historiadores dicen de él que fue "aborrecible, o el más perverso gobernador de la Nueva España". Y el mismísimo Fray Bartolomé de las Casas lo llamó: "gran tirano".


La palabra Guadalajara, es árabe y significa "Río de piedras". ¿Por qué le pusieron este nombre a la capital de Jalisco? Sencillamente porque su fundador Juan de Oñate, así la nombró en honor a su conquistador: Nuño Beltrán de Guzmán, que nació en la Guadalajara española en 1490. Es curioso que el territorio conquistado por Beltrán luego se llamaría Reino de la Nueva Galicia, gracias a Juana I de Castilla, que entonces gobernaba por ausencia del emperador Carlos I de España y V de Alemania. Ella conocía ya los abusos sangrientos y vengativos de Nuño de Guzmán que decidió enjuiciarlo, le quitó el gobierno y la provincia y lo llevó preso con grilletes al Castillo de Torrejón de Velasco, (Madrid) en marzo de 1544, y allí murió. Algunos historiadores, quieren adjudicar la conquista a Cristóbal de Oñate. Tal vez por los abusos de poder del malvado conquistador Nuño. Yo que soy de un pueblo de la Guadalajara española, no me agrada encontrarme con semejante compatriota en el recuerdo. Aunque afortunadamente el tiempo ha pasado y las dos ciudades están hoy hermanadas.


La región conquistada estaba habitada por indígenas, entre los que se encontraban las tribus cocas y huicholas o huicholes que habitaban la Sierra Madre Occidental, Jalisco, Nayarit, Durango y Zacatecas. Antes de la llegada de los españoles, los mexicas llamaban huichol a los wixárikas en forma despectiva.
Guadalajara, conocida también como "La Perla de Occidente" o "La Perla Tapatía" o "La ciudad de las Rosas", está situada en este gran llano situado a unos mil quinientos metros sobre el nivel del mar. Hoy es la segunda ciudad más poblada de México.


El acerbo cultural de esta ciudad es conocido en el mundo entero, no sólo por la Feria Internacional del Libro más importante de habla hispana, sino porque el Papa Paulo III, autorizó establecer en Guadalajara, el obispado de la Nueva Galicia, en el año de 1560. Y más tarde, en 1791, se fundó la Universidad de Guadalajara y su sede fue el excolegio de Santo Tomás. Está considerada como la ciudad del futuro, el valle del silicio mexicano por ser la capital de la informática y el desarrollo tecnológico. También durante este año, Guadalajara es la sede de los Juegos Panamericanos de 2011.


El mariachi, el tequila, la charrería, son los iconos representativos de México, verdaderos símbolos del carácter típico mexicano, y los tres se encuentran en Jalisco. A los nativos de Guadalajara se les conoce con el gentilicio oficial de tapatíos. El origen de la palabra tapatío es náhuatl, significa "que vale por tres".




Los Mariachis, nacieron con la cultura mestiza y existen desde 1500 más o menos. Es un acercamiento entre músicas nativas y coloniales. Fue especialmente el franciscano Juan de Padilla, en Cocula, quien enseñó, a través del cristianismo, la música española.
Los pueblos indígenas incorporaron el violín en sus grupos e incluso los construyeron con una madera llamada palo de colorín. Más tarde, añadieron la guitarra y el indígena Justo Rodríguez Nixen, inventó la vihuela con un caparazón de armadillo. Luego el guitarrón, usaban tripas de animales como cuerdas de tan grandote instrumento. La percusión mestiza y melódica, así como el baile español, se mezcló con la música nativa, y así nació el fandango que se hizo muy popular llamándose después mariachi. Luego recibió otro instrumento: el arpa. Y en la parte sureste de México, también se incluyó la flauta para interpretar el huapango. En Nayarit, Jalisco, Guerrero, Michoacán, se escuchaban estos acordes que cada día se iban haciendo más populares. Acordes que allí donde se escuchan, representan la alegría de México.

El tequila es una bebida cien por cien mexicana, pero especialmente de Jalisco, que se conoce en todo el mundo. El tequila se hace con el jugo del agave azul, puede ser incoloro o coloreado. El agave es una planta antiquísima oriunda de México, mesoamérica, hay muchas variedades y se las conoce también como magueyes o mezcales. Según la tradición, dicen que el tequila se descubrió gracias a un rayo que cayó a la planta de agave y desgajó su corazón e hizo que ardiera por algunos segundos, así los indígenas observaron que de su interior brotaba un delicioso y aromático néctar. Lo bebieron con gran reverencia y sintieron que era un milagroso regalo de sus dioses.  El proceso de destilación lo aprendieron de los españoles. En el paisaje de Jalisco se admiran estos campos de agave que a mi me cautivaron por su color azul grisáceo. Hay varias clases de agave o maguey, de alguna de estas variedades se hace también el mezcal en el Estado de Oaxaca.


Es un placer visitar Guadalajara, pasear por sus calles llenas de gente, sus terrazas, adentrarse por el centro histórico o visitar los murales de José Clemente Orozco en la capilla del Hospicio Cabañas. Caminar por el Parque Morelos, la Avenida Hidalgo, el Palacio de Gobierno, la Plaza de los Fundadores, el teatro Alarcón o Degollado... La Catedral y el viejo seminario de San José, hoy museo. Sus gentes son acogedoras y amables. Es un gusto dar una vuelta a la ciudad en uno de los autobuses con terraza y admirar sus monumentos, como la diosa  Minerva esculpida en bronce  en la glorieta de las Avenidas de López Mateos y Vallarta, es la fuente más grande de la ciudad donde el agua brota como si fuera brisa. Las diecisiete columnas de los hombres ilustres... El monumento a la Madre, al Maestro, a la Independencia, a la Madre Patria...

Jalisco es esa joya de variedades que deslumbran y que no debemos dejar de contemplar hasta envolver nuestra alma en su belleza. He visitado este lugar tres, cuatro veces y, siempre encuentro un motivo para volver o hacerla eterna en mi corazón.
¡Ay, Jalisco no te rajes!
me sale del alma gritar con calor,
abrir todo el pecho pa' echar este grito:¡
Qué lindo es Jalisco, palabra de honor!

jueves, octubre 27

¿QUÉ HACEN LOS NIÑOS MEXICANOS EN LOS CEMENTERIOS?




Texto y fotos: Julie Sopetrán

Desde la primera vez que entré en los cementerios mexicanos, hace ya muchos años, me llamó poderosamente la atención ver a los niños en los cementerios arreglando las tumbas junto a sus padres y familia, preparando las flores, participando de los quehaceres y preparativos para la celebración de Día de Muertos. Me di cuenta, que desde muy niños, asimilan esa realidad de la muerte y en el panteón, observan, ríen, juegan respetuosamente, encienden velas, transportan flores, se acurrucan junto a las tumbas, llevan sus golosinas, miran, siguen los pasos de sus familias, son parte muy activa de lo que hacen los mayores y así maman en el cementerio las creencias. 

                                       Madre amamantando a su hijo en el cementerio.
Desde muy niños están informados del proceso de vivir y morir. En México no se evita la presencia de la muerte y los niños no sólo ven morir a sus seres queridos, también participan en los velatorios, y en el recuerdo que cada año se le dedica al familiar, amigo, vecino que se fue para siempre, y ese recuerdo se hace más patente en esta celebración de Día y Noche de Muertos.


No ocurre lo mismo en nuestro país, en España, el día primero de Noviembre no se ve a un niño en el cementerio, tampoco en un entierro o en un velatorio, a los niños se les aísla ante el acto de la muerte, no se les cuenta o se les habla con naturalidad del tema, no se les hace entender que nacemos y morimos, y el pequeño lo va aprendiendo con los años, con  la propia experiencia y, ese desconsuelo aterrador con el que va cubriendo a solas y muy íntimamente ese proceso.


Mi experiencia en México, me ha hecho ver lo importante que es para el niño estar activo en el duelo, hacerle participar en lo esencial, en lo natural que es la muerte. Es muy necesario quitarles el miedo, el terror, la incertidumbre, la mentira con que adornamos la muerte a muchos niños. Y sería muy necesario llevarles a las ceremonias funerarias, darles, enseñarles esa oportunidad de expresar sus propios sentimientos. Los niños son muy creativos y ante la muerte saben reaccionar incluso mejor que los mayores.

Niños adornando la tumba
En México se habla con los niños de la muerte, del abuelito que se fue, del hermanito que murió, y se le enseña a velarlo, a ser él mismo ante la ausencia y ante la creencia de saber que una vez al año, por lo menos, el muertito va a volver a casa, y todos lo van a recibir. Así se le da valor a los objetos que utilizó el difunto, a los gustos que tenía en vida. Resucita familiarmente el ser que fue, lo que nos dejó en el recuerdo espiritual y físicamente.  Y para ello se hará un caminito de pétalos de flores doradas, para que cuando venga a visitarnos el espíritu de fulanito y menganito, sepa el camino a seguir y que no se vaya a perder, y entre todos se hará un altar en la casa, y se le pondrá la foto más linda y la comida que más le gustaba, y el juguete con el que jugaba, y si el que murió fue el abuelo, pues su tequilita y su garrote o herramienta de trabajo habrá que desempolvarla... Y se le recordará tal como era en vida, con alegría y sin miedo alguno. Nunca, nunca al niño se le debe ocultar nada que lo traumatice.


¿Pero, se ríen los mexicanos de la muerte? Yo creo que no. Los mexicanos como los españoles, como muchos otros pueblos, temen de igual modo a la muerte, lloran, sienten, extrañan a sus seres queridos... Al pueblo mexicano lo que le pasa es que es muy fiel a sus tradiciones y a su religión, tradiciones antiguas y religiones mezcladas.  
Ya los antiguos mexicanos, hace miles de años, seguían sus mitos a través de ritos mortuorios, ellos creían que al morir se viajaba al Mictlán, que era el lugar de los muertos y de la eternidad y cuando uno moría se convertía automáticamente en dios...




Luego, el cristianismo, les trajo la vida eterna. Así su entrega a la oración también es auténtica y los niños van siguiendo esos pasos ancestrales y modernos de los mayores, lo hacen con respeto, con amor y  espontaneidad y con una naturalidad que en otros lugares no sería común.




                                            Sin su sonrisa, la muerte sería muy seria

A mi me llamó mucho la atención ese colorido, esa maravillosa composición de flores en el cementerio, colores de papel picado morado, naranja, colgado de un extremo a otro con motivos de la muerte, comiendo, bebiendo, trabajando... Ese humor mexicano que se hace arte en el papel, o ese adorno multicolor sobre la tierra, sólo quiere decir amor, porque México está lleno de flores y es la estación del cempasúchil color oro puro y  es un estallido de sensaciones alegres, de velas encendidas, de incienso o copal, de jarras o vasos con agua para saciar la sed en el camino del muerto que regresa a casa, las fotografías de los difuntos, la gente en armonía con sus creencias, pero en el fondo fondo, el mexicano está velando a sus muertos desde su fe ancestral y cristiana.


¿Es un festejo? No sé si podría llamarlo así, para el turista que se acerca al cementerio, tal vez lo es, porque en sus países de origen es distinto o tal vez no existe ese culto a la muerte. Pero para el mexicano, el primero de noviembre lleva muy dentro el dolor de sus muertos, y más de sus muertos matados, ahora no, no creo que sea precisamente fiesta sino grito pidiendo justicia.


Y sí, son los niños, con su inocencia, los que verdaderamente disfrutan de la luz, del colorido, del ambiente creado en torno a la tumba, de las calaveritas de azúcar, del pan de muertos, de sus golosinas. Para los niños, la imagen del esqueleto con guadaña es algo lúdico, aunque simboliza lo pasajero, no le causa el miedo que podría causarle a cualquier otro niño europeo. Tal vez porque en México la muerte es mágica, trágica, sí, pero esotérica y se la implora como remedio para muchas cosas, por ejemplo, para atraer el dinero, para las conquistas amorosas, para la salud, etc.. Ella es la Santísima Muerte, la que puede hacer y deshacer al instante. Y los niños lo saben muy bien porque sus papás así se lo han enseñado y para ellos es una santa costumbre ya ir al cementerio.

Me di cuenta, que los niños en los cementerios mexicanos, crecen, es una forma de hacerse más o muy mexicanos, la muerte sin ellos, no estaría tan viva, tan presente, no sería tan cotidiana ni tan trascendente.



                                                                    Con Papá velando a los difuntos
De lo que sí estoy segura, es de que esos niños a mi también me hicieron crecer ante la muerte, y tal vez por eso, de regreso a España, mirando sus fotos, su inocencia, su autenticidad, recopilando sus sonrisas, sus gestos, sus tradiciones, me hacen ver la vida de otra forma.  


lunes, septiembre 26

LOS ARTESANOS MEXICANOS





Texto y fotos: Julie Sopetrán




Tal vez uno de los estados mexicanos que más artesanos tenga sea Michoacán. La magia auténtica de México la encontramos en su artesanía. De México, tenemos que aprender su manera de hacer, el amor a esas cosas, que si no las tratas con cariño, se pierden. Podemos ver al artesano trabajando los hilos en su telar, también a las bordadoras tejiendo los hermosos y llamativos bordados de punto de cruz que dan ese carácter y colorido a un pueblo de artistas. El barro, las lacas y el maque, la cerámica, el cobre, la madera, la miga de pan, el alambre, el vidrio, los bordados y los textiles, la cerámica, las fibras vegetales, el tejido, la cantería, el hierro forjado o herrería artística, la popotería y plumería, el pan de ofrenda y los dulces de colores o calaveras de azúcar, las máscaras, los tapetes, los altares de muerto... Vienen a mi mente esas miniaturas, esos muebles, esa imaginería donde admiramos la creatividad de un país de artesanos que trasciende día a día, minuto a minuto en el tiempo y en el espacio de la creatividad.



Me fascinan esos talleres familiares donde se elaboran diversas artes,  sombreros, petates, objetos que se utilizan en actos ceremoniales. Trajes para la danza, piezas de bordados y deshilado como las colchas o los manteles, sin contar con la belleza inigualable de los vestidos de las mujeres indígenas, trajes de algodón y lana, blusas de hermosos bordados, delantales o sabanillas, enaguas llenas de pliegues... Ni qué hablar de los sarapes o jorongos como los de Zitácuaro, hechos con dibujos de estrellas y aves.





Las capas, vestidos y tocados que tejen las manos femeninas  de San José de Gracia. Los muebles tallados a mano de Tzirimu, con sus pájaros, ángeles, flores y grecas de hermosa plasticidad. Las máscaras para la danza de los viejitos, negritos, santiagos, moros y reyes.   Muñecos para alejar a los malos espíritus o a los malos aires que llegan a la milpa... ¿Lo que llamamos en España espantapájaros?



Adentrarse en los mercados sirve para  reafirmar la riqueza cultural y artística de uno de los pueblos más creativos de la tierra, como lo es México. Las gentes de sus comunidades son auténticos creadores, trabajan manualmente todo tipo de materias y saben armonizar su cotidianidad con esa alegría que proporciona el trabajo en equipo. No se necesita ser especialista, sólo colaborar, querer aprender y dar su quehacer artesano a los demás. Así nace el verdadero artista, en estos grupos familiares donde, desde muy niños maman el arte no sólo de vivir en familia sino de aprender a utilizar sus manos.                                                                                        

La Artesanía que más conozco es la de Michoacán, también la de Puebla, la de Oaxaca, un poco la de Morelos y algunas otras que tienen que ver con los pueblos purépechas, mazahuas, náhuatls, toltecas... Todas estas manifestaciones artesanales, están enriquecidas por las costumbres heredadas de los antepasados, que cada familia trata de conservar y enaltecer. Son comunidades que se reafirman en sus valores y dan continuidad a lo aprendido, si es posible mejorando las formas y los modos a los que se aferran. Su mundo es mágico porque se conforman con el quehacer diario, porque lo que hacen lo hacen por amor al arte, sí, luego lo venden en los mercados por cuatro pesos, pero les queda esa paz interior, esa felicidad del creador que antepone su dicha a la especulación.



Vienen a mi mente, esas piñas gigantes, verdes, esos jarrones monumentales, poncheras,  cántaros que los decoran con finas líneas y motivos florales, animales fundidos en el verde  añoso de Patamban, lugar del que ya os he hablado en otro artículo, siendo allí popular su procesión del día del Corpus.                                                        


Todo es necesario, desde las velas de Oaxaca para las procesiones, los sahumerios para las limpias, las máscaras para las danzas, la ropa ceremonial que lucirán las autoridades indígenas, las jarras para el pulque, las  ollas bruñidas de la comunidad de Cocucho para los frijoles, hechas al fuego, al viento y al barro o las  de Tzintzuntzan, hechas en forma de patos, serpientes, ranas y calabazas, mostrando en su belleza todo el esplendor prehispánico. En este lugar también se admiran las vajillas , jarras y charolas de colores verde, café, blanco, azul y amarillo, hechas con dibujos de peces, aves y soles multiformes.


En otros artículos os he hablado de Santa Fe de la Laguna, un lugar de artesanías especiales. La alfarería de uso ceremonial es destacable en este lugar. Allí se elaboran poncheras, sahumerios y candelabros con su color negro abrillantado siendo populares las ollitas en miniatura que allí se pueden admirar y comprar por muy pocos pesos.  

                    
Los instrumentos musicales de Paracho, Ahuiran y Cherán, donde se hacen guitarras de concierto, contrabajos, violines, vihuelas, charangos y arpas que  utilizan los músicos en la Tierra Caliente. La madera roja de Paracho y Quiroga, es la madera del madroño, la blanca del pino, el cedro, madera convertida en vasos y en muebles que son verdaderas obras de arte. La madera del Aguacate en Uruapan, es excelente para elaborar cucharas, juguetes, juegos de ajedrez, dominós, sonajas, matracas e infinidad de objetos que desbordan la imaginación. Muebles labrados con figuras de animales, famosos en la ciudad de Cuanajo.


Y así sucesivamente iríamos hablando largo de cada pueblo dedicado a sus artesanías.  Las alhajas de Huetamo y Pátzcuaro, guajes, medallones, cruces, collares de la zona mazahua, dijes, pendientes, son verdaderas joyas artesanales. El oro de la Tierra Caliente, la platería, la herrería, el cobre martillado de Santa Clara... No se puede dejar de lado la cestería de carrizo, la palma de Jarácuaro, el tule de Janitzio, los tapetes de estrella y tantos usos que se da a cada planta, creando cristos, imágenes realizadas con la fibra del trigo o panicua. El bordado, la costura es otra de las riquezas artesanales, la mujer teje sin cesar, crea productos textiles a base de hilos, algodón, lana... Rebozos, sarapes, cobijas creados en el telar de pie y de cintura. A cada comunidad le pertenece un quehacer, se le distingue por alguna artesanía.


Viene a mi mente el barro negro bruñido de Oaxaca, tan bien acabado que parece hecho de metal. O la belleza de la cerámica de Talavera perfeccionada en Puebla. El tenango otomí de Hidalgo, los sombreros de Sahuayo, o los de Pómaro y Zacán, y tantos...   


El patrimonio de México son sus artesanos, es un pueblo que hace a mano la vida y lo palpamos en su peculiar cosmogonía, sus culturas precolombinas, sus catrinas, sus costumbres, su perseverancia en preservar la cultura y la herencia de sus ancestros, es admirable y ejemplar para Occidente.


Es un verdadero placer acercarse a los tianguis y admirar la variedad de artes allí expuestas. La perfección brilla en los colores utilizados, en la creatividad que se enriquece con la práctica, la técnica más sutil, las formas más variadas, la estética más y mejor desarrollada, el artista plástico que sabe recrear el conocimiento de su identidad. Son tantas cosas reunidas que parece un caos de armonía... Es el alma de la vida cotidiana, de su folklore, de su idiosincrasia, de su supervivencia...


Es la serenidad de la ocupación en el silencio acogedor de las casas convertidas en talleres familiares, donde hombres, mujeres, jóvenes y niños, van entrelazando las fibras tecnicolores de la ocupación. Allí, el paro no existe. Es posible que no se vendan los productos, "hay que contar con el permiso oficial", para muchas actividades,  los precios son muy bajos, o que se tenga que vender más barato, pero mientras tanto, las manos están ocupadas, la mente está creando,  el genio y el ingenio danzan alrededor de una gran riqueza: la que se engendra en la humilde choza junto al maíz recién pizcado.


En Zirahuén, Pamatácuaro, Quinceo, las cucharitas de madera ya están listas. La paciencia, la observación, la entrega fue necesaria para realizar la plumaria en el taller-familia de Tlapujahua, hubo que pegar sobre un cartón, cuero o lámina de cobre -basándose en un dibujo- plumas de diferentes colores y texturas hasta lograr la figura deseada. Para conseguirlo se han necesitado muchas horas de trabajo y de imaginación.


Podríamos estar mucho tiempo hablando de artesanías, de artesanos. Apenas he nombrado el papel picado o a los toros de petate, la pasta de caña,  los juegos pirotécnicos etc. etc.. Cada una de las artes nombradas merecerían otros artículos... Termino, invitando al lector a interesarse por estas manualidades artísticas que dan magia y color a México. Que son esencia y sabor de un país de artistas. Porque México no puede concebirse sin sus artesanías, sin sus innumerables creadores que son los artesanos. La gente que habita estos lugares, gente más bien pobre que sobrevive gracias a su imaginación y laboriosidad. Creo que de ellos, los españoles, hoy, tenemos mucho que aprender.   

viernes, septiembre 16

LEYENDAS DEL ACUEDUCTO DE MORELIA (MICHOACAN)


  

Por Julie Sopetrán

 
El Acueducto de Morelia se fundó en 1549. La obra actual se construyó bajo el mando del Obispo Antonio de San Miguel, 1785. El Acueducto llevaba el agua hasta el límite de la ciudad. Tiene 253 arcos de medio punto, con una altura de casi diez metros, tiene más de 1.700 metros. A tenido varias reconstrucciones, en 1910 se cambió el curso del agua y en 1998 se restauró.  Es uno de los más bellos e importantes acueductos de México.  Uno de los arcos, sirve de pórtico a la calzada de Guadalupe. Algunos asientos sirven para el descanso a la sombra de los frondosos fresnos.  Muy cerca se encuentra el Santuario de Guadalupe con su cúpula bizantina. Alrededor se contemplan las casas señoriales, antiguas, con sus balcones labrados en piedra y con sus rejas protectoras. Entre estas casas, hay una donde vivía un noble hidalgo muy pobre, su padre había sido camarero y guardia de don Felipe V. Luego, él también había tenido un cargo de honor, creando envidias de los criados y favoritos, hasta tal punto que tuvo que refugiarse en esta casa de la Nueva España en el lugar, ciudad,  que entonces se llamaba Valladolid. Don Juan Núñez de Castro, llegó a vivir a esta ciudad con su segunda esposa, Doña Margarita de Estrada y también con su hija, del primer matrimonio, Leonor. Su esposa, arruinó a Don Juan, ella era una mujer muy ambiciosa y se dedicó al lujo y el despilfarro.
Dicen que su hija Leonor, era guapísima, rubia, de ojos azules, delgada, elegante, dulce... Doña Margarita, tenía a su esposa y a su hija, atemorizados.
Leonor se la pasaba en casa sin salir, lavando, en la cocina y sin ver la calle. No  podía ni siquiera salir a mirar por el balcón.
Un día, llegó a Morelia un virrey, era Semana Santa, y viéndola postrada en los monumentos, quedó prendado de Leonor.  Ella lo miró
y aunque nada se dijeron, recibió una carta concertando una cita con el galán, para versen a las ocho de la tarde en la reja del sótano,
lugar donde la encerraba doña Margarita para que nadie viera a su hija.
El apuesto mozo que era don Manrique de la Serna y Frías, español, oficial mayor de la secretaría del virreinato, inteligente, obediente,
buen mozo y con buen sueldo en la corte, se hizo ilusiones para obtener la mano de Leonor, aunque doña Margarita se opusiera.
Pero para ello tenía que verla, hablar con ella y estar seguro de la voluntad de Leonor.   ¿Conseguiría su amor?  Para ahuyentar a los curiosos y a los duendes y aparecidos, pintó en el rostro del paje  una calavera y lo vistió de dieguito,  y se paseaba de un lado a otro por
la calzada de Guadalupe, como si fuera un verdadero aparecido. Eran las ocho de la tarde-noche, cuando clamaban las campanas en los campanarios de las iglesias, como era la costumbre.  Se hizo el silencio, la aparente alma en pena se paseaba cerca del muro donde se encontraba la reja del sótano, lugar en que había quedado para platicar doña Leonor. A esa hora la gente se metía en casa asustada. Pero Doña Margarita que era una mujer muy osada y maliciosa, quiso averiguar qué pasaba... Y fue ella que cerró por fuera el sótano cuando Don Manrique y Leonor platicaban acerca de cómo deberían organizar su boda para pedir a Don Juan la mano de su hija. Don Manrique saldría al día siguiente con su comitiva para México. Pero Doña Leonor, no podría ya salir de aquella cárcel. La puerta estaba cerrada.
Nadie notó su ausencia, ni siquiera su padre que se ausentó por unos días a una hacienda.
Doña Leonor, no quería morir de hambre, y por la reja sacaba su mano pidiendo una limosna, un pedazo de pan, los transeúntes se apiadaban de ella y por caridad le dejaban su limosna.  
Un día, regresó don Manrique, era la fiesta del Corpus Christi, la Sagrada Forma iba en procesión por las calles y llegaron a la puerta de Don Juan, Don Manrique traía la carta del virrey que pedía la mano de Leonor. Don Juan, llamó a Doña Leonor. Su esposa no estaba encasa, nadie respondía, los sirvientes conocían el dolor de Doña Leonor, por fin encontraron el escondite. Al abrir la puerta vieron que Doña Leonor estaba muerta. Todos quedaron presos, el padre, la madrastra y los sirvientes. Manrique envolvió su cuerpo con el traje blanco de boda y la dio sepultura en la iglesia de San Diego. Pasó el tiempo, y cuentan que al caer la tarde, en la reja del sótano de esa misteriosa casa donde vivió Doña Leonor, asomaba una mano muy pálida y descarnada, implorando un pedazo de pan, una caridad por el Amor de Dios. Son historias verdaderas que se convierten en leyendas.
                                                       Fray Antonio de San Miguel

Existe entre la gente otra historia misteriosa acerca del Acueducto. Dicen que el Obispo de Michoacán Fray Antonio de San Miguel, pidió una limosna a los españoles que vivían en Valladolid.  Estos vecinos acaudalados y avaros, se pusieron de acuerdo para no dar esa limosna al Obispo. Pero a la vez, querían quedar bien con él. Se reunieron y le dijeron que tenían su oro en la Caja del Tesoro de la ciudad de México y que no podían sacarlo hasta dentro de un mes. Don Gonzalo del
Roble le dijo al Obispo que si la obra se terminaba en Septiembre, el día veintinueve de Septiembre, día de San Miguel Arcángel, le darían la limosna que les pedía.












Faltaban arcos por terminar y parecía imposible concluir tal obra en un mes. Prometieron, los españoles, pagar al obispo los gastos si para tal día estuvieran terminados.  Muy triste se quedó el Obispo, pensando que era imposible concluirlo para ese día. No obstante llamó a los albañiles y operarios para que se pusieran a trabajar. Y así lo hicieron con verdadero empeño.



Cinco días faltaban para la fecha prevista y una gran desgracia
aconteció. Los trabajadores se enfermaron de un extraño mal.
Tuvieron que suspender sus trabajos.  Pero dicen, que a las
doce de la noche, esa tristeza se convirtió en miedo, faltaban
ocho arcos por terminar y era la víspera de San Miguel, por
todo Valladolid, se escuchó un fuerte martilleo de cinceles,
un trajín de animales de carga, andamios, ruidos, carros, idas
y venidas por la ciudad... Ningún vecino se asomó a ver que
pasaba por miedo, la gente lo escuchó desde sus casas.
Fue una larga y trabajada noche inolvidable. Nadie quería
salir de sus recámaras.
Pero alguien llegó a Valladolid y vieron cómo el agua llegaba a la ciudad a través del Acueducto, los arcos estaban terminados, nadie lo podía explicar.
Aquellos hipócritas que habían negado su dinero, sacaron cuanto tenían en bolsas de oro y se lo llevaron al Obispo, temerosos de que Dios les castigara. Pero el Obispo, bueno y generoso, no lo necesitó porque el milagro se había obrado y el Obispo que tenía sus cajas fuertes vacías de dinero, al abrirlas también estaban llenas.  Dios quiso favorecer ampliamente a la gente de este hermoso lugar de Morelia. 

CALAVERITA

LA MALQUERIDA   Si la llaman Malquerida es porque nadie la quiere; cuando te cite, no esperes que te robará la vida, hazte la muy di...