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lunes, junio 27
LAS ROSAS: EL PRIMER CONSERVATORIO DE AMÉRICA
Hay una leyenda, entre las muchas que existen de este lugar, que no puedo pasar por alto.Dicen que en el patio del colegio, en su jardín, había una legión de traviesos duendes, habitaban entre helechos y plantas que las monjas cuidaban. El padre capellán quería eliminarlos a todos, pero eran tan atrevidos que destrozaban las plantas, arrancaban de cuajo las cebollas y no dejaban las flores en paz. Estos duendes se adueñaban de todo y decidieron no dejar dormir a las monjas. Todas las noches hacían travesuras por los pasillos.
martes, junio 14
LAS CALLES DE MÉXICO
Fotos y texto de Julie Sopetrán
Pasear por las calles de México es sentir con el alma de sus gentes. Es ver, palpar con los cinco sentidos todo el encanto de la ciudad, pueblo u entorno. Ese espacio urbano lineal que es la calle se transforma en algo familiar, algo que ofrece el ambiente que es el que caracteriza a un pueblo.
Esa circulación de personas, vehículos, tiendas ambulantes, edificios, solares, puertas, restaurantes, soportales, balcones que se encuentran a ambos lados tienen una longitud y amplitud indefinida. Pero nada sería sin sus gentes. Ese cruce de calles, esa plaza, esa “cuadra” por caminar, ese parque urbano, ese monumento, esa farola, museo, fuente central, entorno, café, ese número que buscas, esa iglesia, la calle no tiene final, no tiene límite con el campo, porque te sientes envuelta en sus mil maneras de ser y estar con sus habitantes.
Las calles han crecido en el camino, así se han formado los caseríos, los pueblos, las ciudades. La calle en México es el soporte de toda actividad. Ves gente que va al trabajo, a casa, a comprar, niños que van a la escuela, gente que camina, espacios abiertos para el encuentro, para conversar, terrazas para tomar algo con los amigos, balcones abiertos con personas que se asoman y conversan con los vecinos, abuelos que pasean, jóvenes que se divierten, limpiabotas que esperan a sus clientes, taxistas…
Hasta los mismos pájaros encuentran su árbol en esas avenidas anchas de Jalisco, Puebla, Morelia, Oaxaca, Cuernavaca… En la más sencilla calle de cualquier pueblo de México que concluye en el zócalo de la ciudad, todo pasa: una procesión, un desfile, una feria, un mercadillo, una fiesta, un cumpleaños, una boda, un turista despistado, un comercio que nos invita a entrar desde el escaparate…
La cultura, el diseño, el arte, todo está en la calle. Es en la calle donde encuentras la música, la danza, la expectación del transeúnte más estrafalario o del más elegante. También en la calle se encuentran las protestas del que no está conforme con el sistema. El loco que expresa su religión a voz en grito. Tantas y tantas expresiones como modos de ser y de pensar existen en esta humanidad que se realiza en los espacios públicos. Expresiones que podemos contemplarlas a plena luz del sol en las calles de cualquier ciudad mexicana. Incluso la pobreza y la riqueza se manifiestan espontáneamente si observamos nuestras maneras sentados en un banco viendo pasar la gente…
En México y en todas las partes del mundo, observando las calles podemos saber como es y como respira un país. Porque la calle también es un escenario de conductas, donde se manifiestan las buenas y las malas obras. Los ladrones están en la calle. La violencia también está en la calle. La calle es un refugio y un escape. ¿Y qué haría un periódico sin una calle? Porque la calle es también el centro de las comunicaciones.
La vida en México tiene un doble sentido, una dimensión etérea, humana, que la convierte en culto, en esencia de costumbres. Y sus costumbres están también en la calle. En la calle que va al cementerio, en la calle que va al mercado, en la calle donde se oye la música, donde se respira el silencio. Sus ritos nos envuelven, su magia nos cautiva, su semblanza nos une y nos empuja al ambiente más variado y también en la calle está el miedo.
Sus calles son históricas porque en ellas se ha vivido y se ha muerto por la revolución, por los ideales. Caminar por cualquier calle de México es como teñirse de colores para conocer lo trascendente. Lo que merece la pena imprimir en nuestra memoria de viaje. Gentes, paisajes, monumentos, puertas que se abren para sentir el abrazo de América, para comprender a sus dioses y sobre todo sus grandes misterios. Porque el alma de México, cuando caminas por sus calles, te lleva de la mano al más fiero y al más dulce de sus hechizos.
Es necesario viajar para ver, para sentir otra historia muy distinta a la que nos enseñaron. Es necesario caminar sus calles y salir a sus caminos, conocer mejor el mestizaje, abrazar al indígena que vive en armonía con la naturaleza, aprender de su día a día y apreciar aquello que nadie puede conquistar como es lo más auténtico de un pueblo, su acervo, su saber, su conocimiento, su folclore, su filosofía.
Revivir instantes es reconquistar la magia. La instantánea no pasa por el filtro casualmente, antes de que esto suceda existe la vivencia, la inspiración, el capricho en la mirada. Señal o fábula, lo importante es captar el sentido, la primicia, la fuerza y el poder de lo que está en las calles, de lo que existe ante nuestros ojos: esa frágil y cambiante imagen del momento, que también, por arte de magia, podemos retener y, ahora, compartir.
Las calles de México son una muestra viva y activa de grandes contenidos históricos, literarios, humanos, que cercan y acercan, pero también, a la vez, liberan el espíritu. Porque son contenidos de la interioridad y el enclave. Estas calles enriquecen nuestro espíritu, invito a la experiencia, al detalle para que hagas más cercana esa vida en México.
Hoy aproximo mi lente a tu curiosidad, amigo lector, en este artículo muestro distintos aspectos de su vida, de sus calles que hablan por sí solas de la actividad y confluencia de gentes, actividades, vehículos, momentos… Algunas fotos fueron tomadas hace años, otras son más actuales.
Dicen que la leyenda es aquello que debe ser leído, yo no puedo darte a leer cada leyenda de cada calle visitada, pero sí de aquello insignificante que capté para dártelo. Te aseguro que cada rincón es una enciclopedia de anécdotas, de vidas, de entramados, de historias completas e incompletas. Espero que la imagen cautive tu imaginación y te lleve una muestra de la vida en México. A la vez te invito a visitar este gran país.
sábado, junio 4
LOS COLORES DE MÉXICO
Texto y fotos de Julie Sopetrán
Mula cargada de flores en Morelos
La primera vez que visité México, me llamó mucho la atención los colores, la intensa luz, las paredes de muchas casas pintadas a lo vivo, la variedad de flores. Entonces supe, que Europa se quedó muy retrasada en jardines, en invernaderos, en cantidades de flores cultivadas. Los jardines indígenas fueron muy anteriores a los que nos ofrece Italia, Inglaterra, Francia…
Mulas cargadas de campasúchil, papayas abiertas sobre las mesas familiares, jitomates, globos, artesanías populares, México además de sabor es color.
Papaya
En Michoacán, conocí la amapola morada, la camelina, el cempasúchil, la fucsia, el crisantemo gigante, la espuelita de varios colores, las blancas y amarillas mascotas, los colores encendidos de las begonias, los alcatraces, los cocomites que sólo abren un día y desaparecen, las nasturcias, las manitas y tantos y tantos nombres nuevos para mí y viejos para los nativos de estas tierras… Como la rosa, los nardos, la flor de Nochebuena, conocida como “cuetlaxóchitl”, usada como colorante, porque teñía de púrpura y amaranto las fibras de algodón. Las dalias, la rosa laurel, llamada también “cacaloxótil”; el girasol, la hierba del burro y las maravillosas orquídeas... Tantas y tantas flores originarias de México. Original es la rosa de Guadalupe, de color beige y las españolas que allí llaman de Castilla, traídas y llevadas por los conquistadores. El mismo Cortés lo describe cuando habla de los mercados de flores.
Y es que en todos los lugares de México hay flores, en aquellos más pobres y en los más ricos, porque la naturaleza no distingue condiciones sociales.
Las buganvillas están por todas partes. Aunque dicen que la flor más preciada en México es la dalia, a la que los aztecas veneraban, “xicamiti”, planta que, Vicente Cervantes, envió a España en 1784. Pero si alguna flor es originaria de México, es el nardo, tan madrileña, pero aún más mexicana, ya que a España, la llevaron de México.
La orquídea es otra de las flores nativas, pues sólo en Chiapas, existen más de setecientas especies diferentes. Creo que merece la pena visitar México sólo por contemplar sus flores. No sólo en Michoacán, también en Morelos, Cuernavaca es un auténtico jardín, por la ciudad, cuando yo la visité, volaban las mariposas, tanto en calles como en plazas y jardines. En Puebla, en Tlaxcala, en Oaxaca, en Acapulco, en Guanajuato, en Jalisco y hasta en la misma ciudad de México.
Una de las esculturas mostradas en una calle de Morelia - Día de Muertos
La naturaleza allí desborda su esplendor, yo la siento más pura y conservada que la nuestra. Para observar estos colores de México, sólo basta visitar en Octubre los cementerios, la fiesta del primero de Noviembre con la flor de cempasúchil ya nos cambia la idea tétrica de la muerte. Sin duda el color dorado transporta más allá de la luz, los pétalos haciendo caminos en los portales, en las calles, en las casas, es una verdadera orgía de vida y esperanza.
Figuritas de dulce mostradas por Doña María del Carmen en Santa Fe de la Laguna (Michoacán)
Monctezuma entabló una guerra al cacique de Tlachquiauco Malinal, porque le negó una flor de tlalixquixóchitl…
En 1428 – 1440, durante el gobierno de Izcóati, en Chapultepec ya existían jardines sabinos y ahuehuetes, tal vez por ello, las flores son no sólo el color sino la ilusión y la alegría de las gentes de México.
Guanajuato uno de los 17 jardines que representan a diversos países
Coatlicue es la diosa azteca de la tierra y la fecundidad, su nombre en nahuatl significa “Señora de la Falda de Serpientes”. Su falda estaba hecha de serpientes y su collar ostentaba los corazones de las víctimas sacrificadas. Es un mito muy curioso. Era una diosa feroz, sedienta de sacrificios humanos, se asemejan sus garras afiladas al jaguar, el animal sagrado. Su figura es antropomorfa, las serpientes la cubren y simboliza también a la humanidad. Se encontró en 1790, su monolito que fue hallado en el Zócalo de la Ciudad de México, en el lado sur del Palacio Nacional a una calle del templo de Tezcatlipoca.
La diosa azteca Coatlicue
Uno de los primeros jardines de México fue el de Texcoco, data del siglo XV, Netzahuelcóyoti, lo mandó construir en la roca, recreándose en las flores sobre los quinientos veinte peldaños de la escalera que, este rey poeta de los alcolhúachichimecas, mandó construir en la roca. Podemos imaginar la exhuberancia de aquellas plantas y la variedad de colores adornando las cascadas, las terrazas, los mármoles y cada rincón de este lugar mágico…
Jitomates
Lugar de ensueño, como aquel otro jardín del “Cerro de la Langosta” en el bosque de Chapultepec o aquel otro jardín de Xochimilco. Sin olvidarnos del Señor de Ixtapalap, o el de Huaxtepec y tantos y tantos rincones de las aldeas donde nunca faltan las flores.
Alcatraces o calas
Reconozco que me encantan los alcatraces, lo que en España llamamos calas, para mí son como cucuruchos de nieve a corazón abierto, flor callada, ornamental, de arácea estirpe, parece una flecha tirada al viento de los sueños, es dulce y sensual, flexiblemente acuática, se ven en los mercados como flechas de luz caídas en el barro húmedo de las milpas; es verdad que los alcatraces me dan la sensación de la tristeza, son como la noche o el atardecer, pero sí, a la vez son el día donde se esconde el oro de los presentimientos…
Calaveritas de dulce
¡Oh! Flor, desde tu rostro, se eleva mi espíritu.
¿Y quien guarda tus amores?
Las flores.
¿Qué pasa cuando las miras?
Suspiras.
¿Quién sacia tus embelesos?
Los besos.
Así cuando el jardín canta
al alba de los excesos…
La brisa entona murmullos:
Las flores.
¿Qué pasa cuando las miras?
Suspiras.
¿Quién sacia tus embelesos?
Los besos.
Así cuando el jardín canta
al alba de los excesos…
La brisa entona murmullos:
flores que suspiran besos.
Julie Sopetrán
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