Me llamó tanto la atención ésta forma de interpretar la vida... Según algunos antropólogos, esta Danza se bailaba en los antiguos ceremoniales purépechas, estaba dedicada al dios Viejo, al dios del Fuego y también al dios del Año Huehuetéotl. Los tarascos vivían especialmente en el centro occidental de México. Con la llegada de los españoles la danza se fue transformando y aplicando en la región llamada lacustre de Michoacán, muy rica en músicas y danzas en estas sierras alrededor de Uruapan.
Los Viejitos. Foto: Julie Sopetrán
Lo más hermoso de esta danza es su sentido del humor, además de su dinamismo y su entusiasmo. Se necesita ser un artista para saber expresar el movimiento de los pies y los gestos corporales, que distinguen la danza de esa forma tan original, que no se parece a ninguna otra. Pátzcuaro estaba abarrotado de gente, la música era más fuerte que todo lo demás y la danza era el centro de todas las miradas, incluida la mía.
El traje campesino consta de camisa de manta blanca y los calzones haciendo juego, ostentando la parte baja de los calzones que es muy holgada y está toda bordada con mucho primor. Llevan sombrero de ala recta. Las máscaras brillan, están hechas con una pasta de caña de maíz, otros artesanos utilizan el barro y otros la madera para elaborarlas.
Foto: Julie Sopetrán
Las facciones de los viejitos son muy sonrientes, burlonas, pícaras, algunos hacen las máscaras desdentadas y con una piel muy rosada o muy blanca, simbolizando a los españoles, a los blancos que envejecen más rápido que los indígenas y suelen ser más achacosos en sus andares. Cuando danzan acentúan mucho sus gestos y los movimientos débiles de la ancianidad, les cuesta dar un paso o doblar la cintura, a la vez les dan golpes de tos, se encorvan y hacen como que tropiezan sin dejar de danzar, expresan muy bien lo que es la vejez, pero de pronto, por arte de magia, se transforman y actúan como si fueran muy ágiles y jóvenes, todo el vigor y la agilidad de la juventud parece inspirarles, zapatean de forma muy estruendosa y se olvidan de su aparente ancianidad muy bien disfrazada y mejor imitada.
Mostrando la belleza de sus trajes. Foto: Julie Sopetrán
Lo que quiere decir que detrás de las máscaras hay una gran juventud o un extraordinario bailarín. La música acelera sus compases y el frenesí es tanto, que no distingues por donde van los pies sólo percibes el movimiento. Hay muchas referencias sobre esta danza. Se celebra especialmente en Navidad, dicen que cuando nació Cristo, los más ancianos de este lugar no sabían cómo adorar al Niño Dios, y pensaron que podían danzar delante de él como ofrenda de sus sentimientos y amor.
Viejitos cansados después de la danza. Foto: Julie Sopetrán
Dice la leyenda tarasca, que el Niño Dios al verlos danzar, les sonrió y una de las mujeres que allí se encontraban al verlo sonreír al Niño, se lanzó también a bailar con los viejitos. Desde entonces la llaman la Maringuia o Maringuilla, sus pasos son cortos, cuando están danzando los viejitos ella se une al grupo para que el Niño no deje de sonreír. Estas danzas pueden durar muchas horas, hay mucha tradición de padres a hijos que heredan la costumbre de bailar, incluso hacen promesas de bailar mientras vivan y se lo ofrendan a la Virgen Inmaculada Concepción.
El movimiento de los pies es espectacular. Foto: Julie Sopetrán
Esta danza se baila especialmente también en la fiesta de la Candelaria, Navidad y siempre que hay motivo para celebrar algo. Algunos danzantes se pasan la noche bailando y el Presidente Municipal está obligado a darles comida, como el pozole, el atole y los buñuelos. Por la mañana ron y cigarros con churipo que es un caldo de res, kurundas y pollo con mole. Todo lo dirige el abuelo que es el Varepití, le acompañan los payasos, los feos, que son los que se burlan de los viejos.
Viejito bailando. Foto: Julie Sopetrán
La música que les acompaña se hace con los violines, el clarinete y la guitarra. Son muchos los detalles y la filosofía que ofrece esta danza, pero lo más importante es el ejemplo que nos dan al tener ellos, el pueblo tarasco, el conocimiento para afrontar con valor y entereza la idea de envejecer, saber cómo se ríen y como admiten el paso de los años sin vacilar, jovialmente. Nos enseñan a saber gozar mejor la dicha de estar vivos y enfatizar y exhibir lo que es el movimiento, la acción, lo que verdaderamente es trascendente y puede ser vuelo y belleza, no importa la edad, es el ánimo la filosofía dual de la existencia, lo que realmente merece la pena expresar en esta danza y en cualquier otro momento de nuestras vidas.
Oye Julie. ¡Esta danza debe estar preciosa! Que bien explicas esta historia y tradiciones de la danza de los viejitos en México. Las fotografías son lindas debe dar gusto verlos bailar. Debe ser muy interesante indagar en las antiguas costumbres de los pueblos de cualquier parte del mundo. Se nota de lejos que te gusta mucho.
ResponderEliminarGracias por compartir tus experiencias viajeras. Un abrazo y se feliz.
My dear friend Julie, hello
ResponderEliminarWonderful and joyful your photos!
Very optimistic message for old age!
The embroidery on the pants, I've seen in the Burda magazine !!
Greetings and good week
Hola!
ResponderEliminar¡Qué maravilloso!
Me gustaron los colores, las máscaras, la piedad popular no tener los movimientos para que me más real!
Muy bommm!
Estoy esperando para el alma!
Un beijo1
Me encantó este post, eres una buena periodista, estoy muy contenta de haber descubierto su blog! Un abrazo, Julie
ResponderEliminarEste blog es precioso Julie.
ResponderEliminarCostumbres, tradiciones, bailes, fotografías mostrados magistralmente.
Gracias,
con cariño.
Myriam
siii me sirvio mucho para mi tarea
EliminarQue bonito,me encanta me gustaron los colores eres geniales!!!!
ResponderEliminarmiles besitos
LA DANZA DE LOS VIEJITOS
ResponderEliminar“El célebre Tata Vasco, vio bailar viejo tarasco.”
La Danza de los Viejitos,
bastones, máscaras, mitos,
con su traje peculiar,
lucen, brillan a radiar.
Que lindos esos atuendos,
dignos de hombres estupendos,
son por todos admirados
los “uarharis” encorvados.
De Jarácuaro su alma,
usan sombreros de palma,
les cuelgan varios listones,
de Michoacán son pendones.
Gabanes, rojos colores,
grecas negras, ¡son señores!,
es nívea la lana
que los engalana.
Muy vistosa esa franela,
¡que toquen “Flor de Canela”!
y luego “La Golondrina”,
esa pieza es su madrina.
Camisas de manta blanca,
calzones de poca zanca,
sus finos bordados
están bien labrados.
Calzado incansable
de cuero o baqueta,
la suela admirable
resuena coqueta.
Un bastón que no se quiebra,
la madera tiene un don,
parece hasta que celebra,
es muy fino ese bordón.
Son expertos danzarines
y ya carecen de muelas,
bien escuchan los violines,
contrabajos, las vihuelas.
Tienen mucha resistencia,
que bailen “La Competencia”,
purépecha melodía
que alegra la luz del día.
Para éllos, su gran edad,
es poca, una nimiedad,
no hay fatiga en el danzar,
jamás quieren descansar.
Sus achaques y temblores,
hablan de sus mil amores,
en máscara la sonrisa
porque no les corre prisa.
Su patrón, el Niño Dios,
nunca les dará un adiós,
“t’arhepitis” lo han consentido,
desde muy recién nacido.
Benditos están sus pies,
pocas veces un traspiés,
¡que pegue bien el huarache
contra el piso, que retache!
Que sacudan la polilla,
son toda una maravilla,
es verdad, están longevos,
¡pero le echan muchos hue . . .!
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Morelia, Michoacán, México, abril del 2010.
Reg. INDAUTOR 03-2010-102913333100-14
Dedicado a mi ahijado, José Alexis López Gabriel
LA DANZA DE LOS VIEJITOS
ResponderEliminar“El célebre Tata Vasco, vio bailar viejo tarasco.”
La Danza de los Viejitos,
bastones, máscaras, mitos,
con su traje peculiar,
lucen, brillan a radiar.
Que lindos esos atuendos,
dignos de hombres estupendos,
son por todos admirados
los “uarharis” encorvados.
De Jarácuaro su alma,
usan sombreros de palma,
les cuelgan varios listones,
de Michoacán son pendones.
Gabanes, rojos colores,
grecas negras, ¡son señores!,
es nívea la lana
que los engalana.
Muy vistosa esa franela,
¡que toquen “Flor de Canela”!
y luego “La Golondrina”,
esa pieza es su madrina.
Camisas de manta blanca,
calzones de poca zanca,
sus finos bordados
están bien labrados.
Calzado incansable
de cuero o baqueta,
la suela admirable
resuena coqueta.
Un bastón que no se quiebra,
la madera tiene un don,
parece hasta que celebra,
es muy fino ese bordón.
Son expertos danzarines
y ya carecen de muelas,
bien escuchan los violines,
contrabajos, las vihuelas.
Tienen mucha resistencia,
que bailen “La Competencia”,
purépecha melodía
que alegra la luz del día.
Para éllos, su gran edad,
es poca, una nimiedad,
no hay fatiga en el danzar,
jamás quieren descansar.
Sus achaques y temblores,
hablan de sus mil amores,
en máscara la sonrisa
porque no les corre prisa.
Su patrón, el Niño Dios,
nunca les dará un adiós,
“t’arhepitis” lo han consentido,
desde muy recién nacido.
Benditos están sus pies,
pocas veces un traspiés,
¡que pegue bien el huarache
contra el piso, que retache!
Que sacudan la polilla,
son toda una maravilla,
es verdad, están longevos,
¡pero le echan muchos hue . . .!
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
Morelia, Michoacán, México, abril del 2010.
Reg. INDAUTOR 03-2010-102913333100-14
Dedicado a mi ahijado, José Alexis López Gabriel
A principios de enero del presente año, presentaron en el paseo de Chapultepec de Guadalajara Jalisco, bailes de viejitos muy lindos dos niñitos como de tres añitos bailan con gracia y respeto a su vestimenta, me encanto. También mostraron un taller de elaboración de un atole de flor de melón y otra flor color tinto, que era para esperar al viejo. Buscando estas personas no e tenido la suerte. Me gusto mucho dicho atole ? Como puedo hacerlo ? . Mis mas grandes felicitaciones.
ResponderEliminarJanitzio
ResponderEliminarSergio G. Vilches Jun 2017
“Vuelen cuetes de luces y toquen el cielo
pidiendo permiso a las estrellas,
de iluminar la noche sobre el Lago de Pátzcuaro
y despierten ansiosos, la hermosa luna de Octubre en Janitzio.”
Janitzio. Orgullosa hija de Pátzcuaro, adoptada por Morelos,
Forjada en la cantera del cincel que graniza con el sudor y lágrimas.
Pintada de júbilo por el néctar de la charanda que los dioses tarascos le regaló.
Sonrojada con la teja firme, como guardián celoso y protector.
Donde descubres mil nuevos colores y sabores.
Donde te encuentras con el verde exquisito de su flora, sin saber que existía.
De un mil sabor de nieves, de combinación de gustos, conos y alegrías únicas.
Manos artistas, ingeniosas que mimetizan la madera con el corazón y tesoro de su gente,
que por siglos han avivado los juegos de antaño y con el tiempo se detiene sin pasar el tiempo.
Sus niños felices a la gente, piel morena purépecha, orgullosa y bravía.
De rebozos floreados danzantes como el vagar de nubes y que como el viento, te hacen bailar.
Telas, holanes y faldas coloridas con el pincel de su gente, se ofrecen por siempre con manos artesanas.
Diadema bordada y aderezada con el aroma de guisos y enmarcados en fogones y brasas.
La mirada de ternura de madre que te envuelve en su regazo, en el rebozo y delantal,
para prepararte la algarabía de tortillas de un color copiado del cielo de Michoacán.
Janitzio. Paseo del lago con música que te envuelve, mujer que cautiva con sus ojitos purépechas.
Risas que mecen las olas junto a los remos que despiertan el lago dormido.
Alas anchas de lanchas que danzan con la guitarra y donde los charales pescan las redes cómplices del lago.
Donde respiras con tu vista y se quedan las mieles para siempre en ti, sin exigirte costo alguno.
Escalinatas que juegan con tus pasos a escondidas, que te llevan curveando la cuesta,
y rodean tus recuerdos enmarañados de niño y que juguetón te miras gustoso entre vendimias cerradas,
hasta conquistar la cima de la isla. Panorama único.
Recuerdos que te animan a descubrir el monumento de la historia que nos cuenta Morelos, su efigie celosa.
Esperanza de abuelo, de maíz y frijol ancestral, del aroma del ocote cautivante de la isla,
de lluvia y relámpagos que en mensajes de su lenguaje eleva a Tzinzuntzan, su enamorado.
Piel de danza desde rincones, acordes de grupos, de niños, jóvenes y adultos.
Alegres al sonar de tambores, violines, guitarras, tololoche y el trino de codornices,
que despiertan su gente cada mañana.
Pañuelos, gabanes con máscara bañada de artesanía del tiempo desde que crearon el ¨baile de los viejitos¨.
De huaraches en madera tallada, manta y sombreros alegrados con listones de niño.
Sonido que inunda al compás único de arpas y violines, de la música propia,
donde el tiempo se detiene para entregarse a ti, lo vivas y disfrutes.
“Iluminen los arroyos de un sinfín de flores, velas e incienso,
de la piel tarasca y de su tierra;
y a todos aquellos que nacieron,
vivieron y quedaron impregnados
de la flor, la piel, el barro y del cobre;
portando la herencia que dejó en valor y vida a mi Michoacán…”
En Janitzio, no quieres regresar porque no te quieres ir.