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martes, noviembre 16

LA FIESTA DE SAN LUCAS EN ZACÁN

LA FIESTA DE SAN LUCAS EN ZACÁN
Michoacán (México)

Texto y fotos: Julie Sopetrán

El Apostol San Lucas espera a su pueblo. Foto: Julie Sopetrán

En un clima templado y húmedo, con temperaturas entre los 12 y 18 grados centígrados, con temporadas de abundantes lluvias, la naturaleza en Zacán se expresa exuberante. Zacán  fue fundada por Padres Franciscanos en 1530, su nombre significa en p´urhépecha: “El lugar pedregoso donde la tierra se cultiva” y está rodeado de árboles: pinos encinos, tejocotes, cedros, aguacates, duraznos… El cultivo de maíz es abundante y la mayor explotación está basada en el aguacate. Es un pueblo dedicado a las artesanías y abunda especialmente el ganado vacuno. Su población está entre los 800 y los 1000 habitantes. Pero a Zacán hay que venir para la fiesta de San Lucas que es el Patrón de los ganaderos y las gentes del lugar le ofrecen al santo sus yuntas y su ganado, la fiesta se celebra desde el 17 al 19 de Octubre.  Comenzó en 1971, y se recuperó para mantener viva la tradición, la fe y el entusiasmo de la raza p´urhépecha. Cada año Zacán se viste de gala, de músicas, de sones que llegan de la Sierra de Uruapan, de la zona Lacustre de Pátzcuaro o de la Ciénaga de Zacapu y de la Cañada de los Once Pueblos.


Torito de barro policromado, artesanía de Ocumicho. Foto: Julie Sopetrán

Zacán se convierte en el centro vital, real y virtual de la música, la danza, las canciones más variadas, desde las pirekuas, sin olvidarnos de la comida típica, el deporte ancestral, la fiesta religiosa, “el toro de once”, el tianguis, los concursos de bordados que se exhiben en la Huatápera, un Hospital del pueblo indígena, donde queda ubicada la capilla del Hospital o Iurixio, Santa Rosa, con un artesonado de madera, donde quedó inscrita, en el techo, la Letanía Lauretana, es una capilla de singular belleza donde se encuentra la imagen de la Virgen de Guadalupe que data del siglo XVIII. Son tantos los acontecimientos  que ofrece Zacán, que la lista de eventos sería interminable.
Uno de los ganaderos con su toro ya bendecido por San Lucas Foto: Julie Sopetrán

Todo lo que sucede en Zacán es en honor de San Lucas, un santo representado en compañía de un toro, un santo que espera a su pueblo sentado y recibe uno por uno a todos los habitantes y visitantes, junto a los bellísimos retablos labrados en madera, que datan del siglo XVIII  en estilo barroco churrigueresco. La Iglesia de San Pedro, data de 1560, su portada es de estilo renacentista. Fue Fray Alonso de la Veracruz, quien hizo la fundación del templo. Es el lugar de la obligada visita, pues merece la pena contemplar tan impresionante imaginería.
La niña porta en su canasta los toros bendecidos. Foto: Julie Sopetrán

Pero lo más peculiar, lo más bello, tal vez, es que no hay fiesta sin el toro, y antes de entrar a la Iglesia hay que comprar el torito de barro policromado, artesanía elaborada en el pueblo de Ocumicho. Porque nadie puede quedarse en la fiesta sin llevar a bendecir al toro y  pasarlo por el manto rojo de San Lucas. Pues aunque el patrón de Zacán es San Pedro, la fiesta se le dedica a San Lucas. Y el torito hay que pasarlo por el manto y cuando esté bendito, dará suerte y abundancia a las familias, en los hogares, y será como algo especial tenerlo en casa hasta el próximo año. De esta forma las cosechas serán mayores y el ganado se multiplicará y dará beneficios. Y habrá paz y salud para vivir contentos. Aunque muchos de sus habitantes emigraron, ya que es el pueblo p´urhépecha que más profesionales tiene esparcidos por el resto del Estado de Michoacán. Pero todos vuelven a celebrar la fiesta con los que quedan, familiares, amigos y vecinos.
Comida para todos en una casa particular de Zacán. Foto: Julie Sopetrán

En la explanada frente a la Iglesia, el tianguis es un jardín de artesanías, especialmente de toritos, de cirios, de comida, de platos típicos, muebles, cobre, guitarras, ollas, violines, sombreros, petates (esteras), máscaras, bordados, blusas, delantales plisados, máscaras… El tianguis ofrece una imagen realmente armónica, lúdica, diferente, gente ataviada con los mejores trajes, niños disfrutando de una alegría armonizada con el ambiente indígena. Existe también el San Lucas “chiquito”, que va cambiando de domicilio cada año. A veces, es por ofrenda, por manda, por ofrecimiento particular, por deseo propio. A estas personas se les llama “cargueros” y desean tenerlo en sus casas todo el año, el 18 de Octubre San Lucas chiquito regresa a la Iglesia, y el carguero saliente debe patrocinar los arreglos del templo y ofrecer una fiesta para la comunidad.
Algo que me conmovió es comprobar activamente cómo los habitantes de Zacán comparten lo que tienen con los visitantes, amigos de otros lugares, turistas, gente que no conoce el pueblo y los nativos invitan amablemente a comer la comida típica del lugar en sus casas, se sientan a la mesa con las familias, son uno más para degustar el famoso y aromático “churipo”(caldo de res con col), las “corundas” envueltas  en forma de estrella de cinco picos, los uchepos y una variedad inmensa de “atoles” hechos con los granos del maíz.  Es una auténtica fiesta donde nadie se siente forastero, donde se prueban los platillos más variados y típicos. Comida elaborada por la mujer p´urhépecha, incansable, dedicada en cuerpo y alma a complacer a sus invitados. Se pasa horas en la cocina y la gente no cesa de llegar.
Autoridades relacionadas con el Turismo de Michoacán compartiendo la mesa. Foto: Julie Sopetrán

Y llega gente importante que viene de Morelia, autoridades de las comunidades del Estado de Michoacán; y también gente sencilla, trabajadora, artesanos, que acuden a visitar el pueblo para compartir sus artesanías, el trueque de artículos, la diversidad de actos pero sobre todo para admirar también las danzas típicas. Danzas como la de las Nanecha K´ericha, que son las abuelas. Esta danza simboliza el agradecimiento de la mujer a las buenas cosechas. Las abuelas bailan en círculo mientras que una de ellas carga a la Virgen de Santa Marta.
En el Festival participan más de mil artistas durante toda la noche. Concursos de Pirekuas, danzas, orquestas y pireris. Otra danza interesante es la de “los viejos chicos” heredada de los “viejos grandes”. O “La danza de los Santiagos” que representa la lucha entre el bien y el mal.  La danza de “arcos y listones” que presiden los Reyes Indígenas y sus segundos reyes engalanados con trajes de colores y “Cúrpites”(los que se juntan) con su precioso vestuario elaborado por las novias de los danzantes, que suelen ser casaderos; se destaca esta danza por los difíciles pasos que tienen que interpretar. Pero si alguna danza hay que destacar por su antigüedad, es la que caracteriza  la cosmovisión de la creación del hombre p´rhépecha, la danza de los Chilinchilies, se emiten sonidos con sonajas que se tocan hacia los cuatro puntos cardinales.
Cocinan grandes cantidades de comida para todos. Foto: Julie Sopetrán

También este año, en esta fiesta  hay que destacar la inauguración del Auditorio Cultural por el gobernador Lázaro Cárdenas Batel. Presidía el acto la bandera P´rhépecha, cuadros de color rosa, azul, verde y amarillo con un puño apretado y flechas en el centro, simbolizando la unidad. La palabra p´rhépecha es una autoafirmación de sí mismo. P´urhé o p´uré, significa persona. Los conquistadores los llamaron tarascos, pero se ha recuperado, afortunadamente, su autenticidad prehispánica.

         El gobernador de Michoacán (izquierda) D. Lázaro Cárdenas Batel, inaugurando El Auditorio Cultural  (Octubre 2005)

EL TORO DE ONCE


 
FESTIVAL DE LA RAZA PUREPECHA
EL TORO ALEGRE DE ZACÁN o
“EL TORO DE ONCE”. MICHOACÁN, MÉXICO

Texto y fotos:  Julie Sopetrán




No existe un lugar más ganadero en toda la sierra michoacana, que el de Zacán, situado a 45 kilómetros, unos veinte minutos,  de Uruapan por la carretera que lleva a Carapan.  Zacán, quiere decir “lugar pedregoso” y  es un nombre de origen tarasco. Decía, que no hay un lugar más ganadero, porque en su templo, que data de 1560, es donde reina San Lucas, y nunca mejor dicha esta palabra: reina. San Lucas es el patrón de los ganaderos y la mejor forma de expresarlo es la de sacar el día 19 de Octubre, por la mañana, el tradicional toro de once que recorre las calles de un pueblo verdaderamente fiestero, acogedor y entrañable. 




Es costumbre que el toro salga de la casa del mayordomo del lugar. Allí se reúnen unos cuantos jóvenes y una banda de música que amenizará el comienzo del recorrido. El toro está como esperando la borrachera, la ebriedad. Primero hay que adornarlo, con cintas de colores, frutas, collares que le dan vistosidad y belleza al animal. Amuletos y adornos que irá perdiendo en su deambular por las calles.  Al toro lo visten con las mejores galas. Su vistosidad ha de hacer honor a su simbolismo, a la tradición más fiel. Instintivamente el animal sabe que la gente le espera en cada esquina con gran expectación.
El toro es el hijo del cielo y de la selva, pero los indígenas de Zacán, saben que ante todo es el símbolo de la Madre tierra, de allí donde se puede labrar la milpa, y sembrar, y donde la hierba sale como alimento de quien es aliado del ser humano, el animal más cercano a él, el que le ayuda en sus trabajos, el que le hace prosperar. Y el toro, en Zacán puede o no puede ser bravo, allí el toro es dócil como el hombre y la mujer que trabajan el terruño. 




La gente le espera con gran júbilo, los turistas le hacen fotos, los niños le temen, y las precauciones son siempre pocas, pues no se sabe cómo reaccionará el potro y hay que atarlo con sogas para mayor seguridad. Hay que dirigirlo para que no se desvíe del itinerario.
Las calles del pueblo estallan de color, la arena del volcán Paricutín es como una alfombra finísima, los cohetes suenan y todavía el reloj no ha cantado las ONCE hay que esperar, faltan unos minutos. Y el toro no puede comenzar a correr hasta que no sean las once en punto de la mañana en Zacán, por eso se llama así al toro de once. Porque sale justo cuando den las once campanadas en plano día 19 de Octubre.  La diversión está servida y todo el mundo disfruta, corre, se entretiene viendo para donde va el toro. La banda de música sigue detrás de la gente que se arremolina y detrás del toro que ya apenas se sabe dónde está porque la emoción hace girar y correr a los visitantes dependiendo de las decisiones del animal y la emoción se suma al griterío y los espectadores van aumentando.



Seguramente en sus adentros el toro muge, como el rayo,  protesta, o también se divierte, a veces se enfada y salta y  otras se queda parado como meditando el por qué de tanta expectación ante su figura ancestral. Lo cierto es que en el animal se impregna como una expresión de sacrificio, de abnegación y de cansancio según avanza la fiesta.
Lo más  bello de esta fiesta en Zacán, es vivir la representación ritual, hacer un homenaje al trabajo y al carisma de este animal, en el paisaje y en el corazón y con las gentes que lo habitan. Pero también es hermoso admirar el agradecimiento de sus dueños, de los ganaderos de la zona hacia el animal. El pararlo en algunas esquinas o partes de la calle y darle un trago,  de tequila, de bebida alcohólica, simboliza el descanso del trabajo, la sed, el asueto que se necesita para seguir la marcha de cada día duro en la sierra.  Es una comunión de hombre con animal, un querer que la bestia comprenda el descanso del hombre, incluso su propia ebriedad, un compartir la dura jornada con sus diferentes momentos.  Y en realidad el toro reacciona, se cae, se levanta, juega, y comparte esta vivencia de la gente que es la fiesta en la que nadie como el toro, se integra en ella.

Es bellísimo conocer, compartir el ambiente de Zacán en estos días de sus fiestas, al que dedicaré varios artículos. Sólo añadiré, que después de recorrer las calles, yo me paré a tomar un delicioso churipo que es precisamente un caldo de res con col, y lo acompañé con las no menos deliciosas corundas, que es una variedad de tamal, masa de maíz que se mezcla uniformemente con los ingredientes incluidos, pueden ser de queso, de verduras… y tiene una forma triangular. Algo exquisito.



Si quieres, amigo lector, disfrutar de una fiesta entrañable, no dejes de visitar Zacán. Si eres de España, podrás comparar una forma más civilizada de tratar al toro, si lo comparas con los encierros tradicionales de algunos pueblos de Castilla. Si eres estadounidense, podrás saborear el sentido intermedio de la comunicación del ser humano con la naturaleza. La relación del hombre con el toro siempre ha sido histórica y en estas fiestas quedan las reminiscencias ancestrales que no dejan de darnos sus raíces. Raíces purépechas de Zacán, donde la ganadería es parte de su historia más noble.

lunes, noviembre 15

LAS TROJES DE ZACÁN

LAS TROJES DE ZACÁN
Michoacán (México)

Texto y fotos: Julie Sopetrán

Detalle de una troje. Foto: Julie Sopetran

Habíamos salido de Morelia temprano, con mis guías, Déborah López García y Pablo Chávez Villa, todo estaba previsto, organizado, para que  pudiese conocer a fondo la meseta p´rhépecha, gracias al apoyo y organización extraordinaria de la Secretaría de Turismo del Gobierno del Estado de Michoacán.  La mañana se había vestido de seda, la niebla cubría los arces y un aliento, casi vaho, se respiraba por el camino a Zacán. Estaba previsto que esa noche, mi hospedaje sería en una de esas trojes, modernizada ya por el turismo rural.

Troje de uralita y madera. Foto: Julie Sopetrán

Los mirasoles en flor suavizaban la humedad de los maizales, y podía imaginar algún lobo entre los bosques por Angaguan. Si algo me llama la atención en este recorrido por Uruapan, hasta llegar a Zacán y toda la zona de La Cañada de los Once pueblos, es precisamente su arquitectura, las interesantes formas de las casas de los pueblos extendidos a lo largo de toda la Sierra.
La flor del zacate, la flor de Santa María, y el color malva de los mirasoles deleitaban mi vista por los alrededores del Lago de Pátzcuaro, y el de  Zirahuen, conocido este último como “el espejo de los dioses”, mientras Deborah y Pablo, me explicaban los nombres de los árboles o la forma de vida de los habitantes p´urhépechas.
Troje de piedra y uralita. Foto: Julie Sopetrán

Los enormes árboles del aguacate y la voz de Alejandro Fernández al paso, con el volcán Paricutín de fondo y el más niño, el Sapicho, lugar registrado como una de las doce maravillas naturales del mundo, me hacían sentir una sensación de grandeza, ante un paisaje increíble, bello, grandioso. Sentía tener ante mis ojos una panorámica mágica, única, distinta a todo lo que habían visto anteriormente mis ojos.
La gran variedad de maderas es lo que da vida a las casas típicas de la zona: las trojes.  Las coníferas, las encinas, las caobas con sus maderas rosadas, son sin duda,  maderas tropicales duras, favorables para la carpintería y la duración de la vivienda de materia viva en la zona.
Troje de madera. Foto: Julie Sopetrán

La casa tradicional, la troje, está hecha con placas muy finas de madera de pino, llamadas tejamanil que ostenta sobre todo en sus tejados. Son casas con paredes de pesadas vigas instaladas sobre una cimentación de roca volcánica. Algunas son también de piedra y uralita.  Es tradición no usar, en su construcción, ningún metal, todo es madera, son tablas  unidas inteligentemente, sin utilizar clavos  ni tornillos, es la simpleza del arte p´urhépecha que ostenta una geometría muy bien definida e increíblemente ecológica. Pues hasta en los tejados, para unir las finísimas tablas del tejamanil, se usan las espinas del árbol tejocote.
                                                     Tejemanil. Foto: Julie Sopetrán

Estas casas que en España las llamaríamos cabañas de montaña, son sobrias y auténticas obras de arte en México. Aunque la palabra troje es realmente un granero, un lugar donde se guardan los granos. Cosa que también se hace y le da al hogar un verdadero encanto campesino.  
En esta zona de México, la troje es la casa donde habitan los p´urhépechas.  Estas casas suelen tener ventanas cerradas y una sola puerta con porche también de madera.  En un solo día estas trojes se pueden desarmar y ser armadas en otro lugar. Por lo que es una obra realmente artesanal, artística. Normalmente las vemos entre los árboles, se pierden, se agrupan, se vuelven a perder y siempre tienen una comunicación muy familiar que las conecta directamente en la comunidad.

Puerta de una troje que da al patio. Foto: Julie Sopetrán

Cada troje tiene su propósito, su misión que cumplir. Algunas de ellas, son pequeñas ermitas, donde se encuentra una imagen y la gente le lleva flores y en otras habitan familias numerosas o recién casados. Están situadas en espacios muy abiertos donde también se hacen artesanías… Espacios rodeados de árboles y maizales y siempre, las familias que viven en estas casas, están muy  en contacto con la naturaleza, son lugares llamados ecuaro y allí se celebran diferentes actividades, reuniones, tertulias… Es curioso observar que la cocina está situada en un lugar independiente del resto de la casa, como también los baños que suelen ser hechos artesanalmente con maderas de la misma calidad. El horno, los corrales y los huertecillos se sitúan independientes o alrededor de la troje. Visité posteriormente con la periodista Mary Andrade, una de esas cocinas típicas del p´urhépecha educador, escritor, filósofo y traductor, Dagoberto Huanosto Cerano que amablemente, con su esposa, nos sirvieron un té de nurite.

                                      Cocina típica del matrimonio p´urhépecha Huanosto Cerano Foto: Julie Sopetrán

Hay algo que es muy original y es que toda la familia participa de hacer una troje y la hace de tal manera, que se puede desmontar rápidamente y trasladar a otro lugar. Y lo más bello de esta arquitectura es que está ubicada en un entorno de la  Meseta P´urhépecha que encierra una belleza desbordante de plantas y de bosques. Esa naturaleza forma parte de la troje y la troje es parte de la misma naturaleza. La vegetación contrasta con este color azul casi morado de la madera, dándole al paisaje una personalidad diferente a lo que estamos habituados a ver en Europa o en los Estados Unidos.
Pero, una cosa es describir estas casas y otra muy distinta habitarlas. Y eso que la troje en la que yo iba a descansar aquella noche, no tiene que ver nada con las auténticas. Pues ésta es una troje de turismo rural, muy modernizada, comparada con las otras.
Baño típico de una de las trojes. Foto: Julie Sopetrán

En aquella bellísima soledad rodeada de árboles, fuimos a dejar mi maleta, y aunque estoy habituada a lo rústico, me impresionó la desbordada naturaleza, el silencio, lo desconocido de una inmensa foresta que iba a dar justo al volcán más joven del mundo: el Paricutín.
Pensar en una noche de insomnio ante los ruidos de la madera y lo que pudiera existir fuera de mi aposento me atemorizó un poco. Y más viniendo del Hotel Alameda de la moderna y elegante ciudad de Morelia. Una se acostumbra fácilmente a las comodidades y mi pánico no era por el silencio, era también por las  posibles necesidades para ir al baño en plena noche y sin saber a tientas, tener que salir a buscar los senderos que dan a este espacio imprescindible para cubrir las necesidades. Eso me hizo pensar, que vivir en una troje en pleno bosque, no es nada fácil, tienes que tener un coraje de dioses, pero dioses conocedores del  entorno para adaptarte a una forma de vida. Tal vez la humanidad, que vive hoy con excesivo confort, tengamos que volver a estos ajustes de vida en contacto con la naturaleza, reconozco que ahora ya no sé cómo hablarle a una vaca en pleno susto inventado de la noche.
Fachada de una troje típica. Foto: Julie Sopetrán

Aprendí en este viaje a Zacán, a valorar y admirar a mis hermanos p´urhépechas de los que tengo que aprender la lección más austera, más necesaria, la de la supervivencia. En mi contacto con este paisaje, aprendí que no lo es todo la belleza aparente sino el fondo de esa belleza que es el ser humano en su ambiente más puro, en su troje, rica y poderosa con sus vivencias ancestrales, que son sin duda, las pautas de un futuro más positivo y más humano.

ZACÁN: JARDÍN DE MÚSICAS

ZACÁN: JARDÍN DE MÚSICAS
TRADICIONAL CONCURSO DE LA MÚSICA PURÉPECHA EN ZACÁN, MICHOACÁN, MÉXICO.

Texto y fotos: Julie Sopetrán

Concurso de labores en la Huetapara. Foto: Julie Sopetrán

Decir Zacán, es nombrar un centro biológico de vivencias autóctonas, purépechas, tarascas,  los sonidos de su lengua, es la mejor música de toda la meseta.
Un lugar situado a casi 2000 metros de altura sobre el nivel del mar. Su temperatura de unos 25º mantiene la vegetación y la belleza en continuo estado, durante casi todo el año. Desde que el Paricutín, en 1943 vomitó sus cenizas, el 20 de febrero a las cuatro de la tarde, podríamos pensar que Zacán, ya no es un lugar “pedregoso”. La lava suavizó las piedras con sus manos calientes. 
Danza. Foto: Julie Sopetrán

Y hoy, Zacán es un jardín de músicas. Su fiesta consiste ante todo, en celebrar un concurso donde participan las cuatro regiones: Lacustre de Pátzcuaro, La Sierra, de Uruapan, Cañada de los Once Pueblos y La Ciénaga de Zacapu. 
Cada región manda su delegación a Zacán para participar en esas categorías que abarca todo lo relacionado con la música y el canto, la danza y la armonía del grupo, como son: las bandas, donde también hay mujeres músicos, las orquestas, las danzas y las pirecuas o pirekuas. 
Pirekuas. Detalle del Arpa. Foto: Julie Sopetrán

Esto último es música de violín y guitarras. La palabra “pirekua” significa canción, y son cantadas y contadas en lengua purépecha o en castellano. Es una especie de poesía popular donde se expresan sentimientos muy nobles, con un canto especial de la voz, acompañada por los típicos sones del violín y la guitarra y también el arpa. Se interpretan especialmente en Quinceo, Zacán y San Lorenzo. Suelen comenzar con “Qué tal señores… venimos a cantarles…” Y así comienzan sus historias que tienen que ver con sus cosas de cada día, sus sentimientos, con sus sufrimientos, protestas,  y todo lo relacionado con el mundo purépecha… A los interpretes de estas canciones se les denomina pireris. Y encontramos solistas extraordinarios, duetos, tríos, y coros que ponen a prueba su amor a la música.
La mujer también toma parte en la banda. Foto: Julie Sopetrán

La música del México profundo se vive con fuerza en esta zona, en lugares como Tiripetío, Tacámbaro, San Felipe de los Herreros, San Francisco Corupo, Santiago Tingambato, Parangaricutiro, Tzirosto y San Lucas Tzacan que es donde nos encontramos.  Fueron los Agustinos los que usaron la música para hacer sus conversiones a lo indígenas.  Pues las primeras bandas y orquestas purépchas se remontan hacia 1540. Sin duda, las bandas y las orquestas adquirieron instrumentos europeos de la conocida orquesta de cámara, y los instrumentos indígenas prehispánicos quedaron reducidos a la quiringua, la ocarina o los huesos.  Lo que sí es cierto es que las orquestas recompusieron su propia música, como en la tradición de abajeños y sones muy interesantes que para nada se oyen en España. 
Labores a punto de cruz. Foto: Julie Sopetrán

Las bandas que comienzan con una obertura y una marcha y resultará ganadora la que logre hacer gritar y bailar de alegría a la gente que este año, en Zacán, estrenó auditorio. Ese grito de alegría y entusiasmo, será el grito del sentimiento purépecha.
La tradición musical, es tan fecunda en esta zona que sólo hay que pasear Zacán durante estas fiestas, 14 al 19 de octubre, para reconocer el Amor del pueblo purépecha hacia la música. De este sincretismo que dio resumen a la fusión de las dos culturas, tan sólo dos categorías tienen raíces prehispánicas, las pirekuas y las danzas. Pero tanto se podría investigar sobre cada paso, cada nota musical, que sería interminable abarcar su gran riqueza cultural.
Las bandas. Foto: Julie Sopetrán

Pasear las calles es casi imposible por la gran variedad de grupos, de gente, de mercados, el ambiente no puede ser más puro, mas colorista, más vivo. La venta de bordados, elaborados por las mujeres del pueblo, con una vistosidad que puedes quedarte embobada mirando la perfección del punto de cruz. El concurso de estos bordados allí, en la Huatápera, un lugar construído por los Franciscanos en el siglo XVII, donde participan tanto el pueblo como los compradores que van a adquirir las mejores prendas después del concurso, prendas que se cuelgan de las paredes para ser exhibidas. La variedad de artesanías, cerámicas, frutas, vestidos…


Adorno en los cabellos de la mujer en Zacán. Foto: Julie Sopetrán

El olor a comida. La música. La gente que va y viene buscando su pequeño mundo más preciado.  La palabra Huatapera, tiene la raíz en una expresión purépecha que es Uandajperakua que significa región o meseta. Región lacustre o “lugar de reunión”. Lugar que también sirvió para albergue y hospital de los indígenas.
El día 18 por la tarde, a partir de las seis, el pueblo de Zacán vibra en músicas, es cuando se inicia el concurso que se prolonga hasta la madrugada. La banda ganadora tendrá que actuar durante una hora de canciones abajeñas. Y el público es cuando celebra el famoso encuentro son grupos de varias personas agarradas del brazo que celebran haberse encontrado y se torean con otros grupos.
Tocando Pirekuas - Foto: Julie Sopetrán

Es muy interesante observar que esta fiesta no tiene connotaciones religiosas, es puramente musical, es el Festival Artístico de la Raza Purépecha.
Una belleza de danza es la de las Nanecha K´ericha, las abuelas, esta danza es para agradecer la buena cosecha y hacen círculo mientras una de las abuelas carga a la Virgen Santa Marta.
Nada tiene que envidiar Zacán a Oaxaca con su Guelaguetza. En Zacán nacieron las melodías más famosas del repertorio folclórico purépecha, como La Flor de Canela, de Domingo Ramos, La Josefinita de Juan Méndez y Uriel Bravo, entre otras.

Pirekuas en plena calle. Foto: Julie Sopetrán

Pero algo muy importante sucedió este año en Zacán, y fue que el gobernado del Estado de Michoacán, Lázaro Cárdenas, asistió como invitado especial a la XXXIV edición del “Concurso Artístico de la Raza P´urhépecha”. Y el foro se completó con la inauguración del Auditorio por donde pasaron más de mil artistas. 60 danzas, 45 bandas musicales, 30 orquestas, y 90 cantadores de pirekuas. Al acto estuvieron invitadas importantes personalidades entre las que se encontraba el Rector de la UMSNH, Jaime Hernández, como también 16 presidentes municipales de la región.
Cada danza indica su lugar, su etnia, su origen, el motivo por el que se baila, quien la organiza y a quien va dirigida. Se otorgan dos premios especiales uno de unos once mil pesos y diploma del ilustre Maestro y Compositor J. Santos Campos Aguilera, oriundo de Zacán y otro en honor y memoria a Tata Gervasio López, de Jarácuaro de unos díez mil pesos y diploma.

Traje típico. Foto: Julie Sopetrán

Estos premios compiten con las danzas de los kúrpites de San Juan Nuevo, La Danza de los Viejitos de Jarácuaro y Kúrpites de Caltzontzin.  Los Kúrpites, llevan unos trajes muy elaborados y vistosos y la danza se caracteriza porque los danzantes son jóvenes casaderos y los trajes han sido confeccionados por sus novias. 
Entre la belleza de las danzas está también la de los Chilinchilies, en esta danza se expresa  la cosmovisión y creación del hombre purépecha. Se cree que su nombre se debe al sonido que emiten las sonajas al ser tocadas hacia los cuatro puntos cardinales. Esta es una de las danzas arraigadas y ancestrales, que se conserva gracias a la tradición oral.
Una de las bandas participantes. Foto: Julie Sopetrán

Amigo lector, si amas la música, no te lo pierdas, Zacán te espera y, allí sabrás que nadie como el indígena percibe los sonidos, los expresa, los interpreta, los sacia y los comparte. Es una fiesta que te recomiendo porque vas a disfrutar y te vas a sentir integrado plenamente en su ambiente. No olvides mi slogan: Zacán, es un Jardín de Músicas… creadas para quiénes podemos escucharlas y compartirlas.
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EL REBOZO: PRENDA DE CIELO Y NOCHE EN ZACÁN (MICHOACÁN) MÉXICO

EL REBOZO: PRENDA DE CIELO Y NOCHE EN ZACÁN
MICHOACÁN (México)

Texto y fotos: Julie Sopetrán

El rebozo usado como sombrero. Foto: Julie Sopetrán

Visité Zacán gracias al apoyo y cordialidad de la Oficina de Turismo de Michoacán, nunca había estado en una fiesta tan colorista y vital, tan populosa y cordial, como la que se celebra en Zacán del 14 al 19 de Octubre. Fiestas patronales en honor de San Lucas, patrón de los ganaderos, donde la música, la comida, el fervor religioso, combinan con una especie de entrañable hermandad, no sólo entre la gente que habitan estos lugares, sino también entre los visitantes, ya que nadie en Zacán, se puede sentir extraño, extranjero o con hambre. Todo se sacia en este pueblecito de casi mil habitantes en plena Sierra Madre de Michoacán.
Toda la belleza de la fiesta está abierta de par en par al visitante más tímido donde puede gozar de la variedad más absoluta de aconteceres, exhibiciones y mercados. Entre las muchas curiosidades de Zacán, yo me fijé especialmente en esa prenda que caracteriza a la mujer autóctona p´urhépecha, en su rebozo.

Niño arropado con rebozo. Foto: Julie Sopetrán.

Saber llevar el rebozo, es sin duda un arte que sólo estas mujeres dominan con gracia y gestos peculiares, graciosos, serios y a la vez armoniosos,  pues yo creo que ninguna otra mujer del mundo sabría hacerlo igual. Porque el rebozo sin el gesto, sin el andar, sin la forma o el estilo, sería simplemente un trozo de paño, que muchas mujeres europeas utilizarían sólo de adorno o cubridor de cualquier baúl antiguo. Para la mujer p´urhépecha, el rebozo va unido a su vida, está integrado en su forma de ser, de sentir y de percibir el mundo.
Lo que me llama la atención en mi paseo por Zacán, es comprobar los distintos tejidos de esta prenda y las formas de llevarlos. Me asombro al ver cómo la mujer durante distintos momentos del día, unas veces se acurruca en su rebozo y otras lo extiende sobre sus hombros, dependiendo de la temperatura o las labores que esté realizando. Es un lenguaje increíblemente bello, donde el gesto lo dice todo, pero sin el rebozo no diría nada, son las maneras más diversas de expresar la vida y los muchos aspectos y veres del tiempo y del espacio de un pueblo, una comarca, una etnia.
Regalo de compromiso. Foto: Julie Sopetrán

También he visto cómo el rebozo sirve para llevar a los niños a la espalda sin que puedan caerse. Y mientras la madre realiza una serie de tareas, ella lo carga en su rebozo, entablándose así una relación muy estrecha entre la madre y el niño. Pues se ve cómo el bebé está en contacto con el pecho materno, donde no sólo duerme, sino que se amamanta y  vive como cualquier pajarillo en su nido más entrañable. Además, observo que el apoyo que recibe el niño es perfecto y correcto para su cabeza y su columna vertebral.
 Verdes, azules, morados, negros, más, menos vistosos, más nuevos, muy usados, algunos cubriendo la cabeza, otros la espalda, otros llenos de cosas como cargadores de innumerables sueños y secretos cotidianos…A veces, si hace calor, el rebozo sirve de sombrero, la imaginación de esta mujer p´urhépecha, se desborda en motivos y formas dependiendo de lo que le pida la temperatura en cada instante. 

El rebozo rodea a la madre y al hijo. Foto: Julie Sopetrán

Y también el rebozo es cuna que mece los primeros llantos y arrulla los primeros sueños. Es cobijo que da sombra, frescor en los días calurosos. Y en los días fríos abriga como ningún otro tejido. Pero también es una prenda elegante que sirve para festejar a las quinceañeras, o para que un hombre se declare a una mujer obsequiándola con el mejor rebozo según sus posibilidades económicas. Y como traje de novia en la boda, dando elegancia y prestancia a la mujer en tan especial ceremonia.
El rebozo, según me comentaban las mujeres de Zacán, lo utilizan también para el parto, y sirve para reconfortar a la mujer cuando siente el dolor. Según me dijeron, con el rebozo, se le “acomoda” el bebé y de esa forma el parto es mucho más fácil, es lo que las parteras llaman “la manteada”, que no es otra cosa que realizar con el rebozo una serie de movimientos como preparación al alumbramiento.

Mujer P´urhépecha con rebozo. Foto: Julie Sopetrán

Así con la ayuda del rebozo ,se le da a la mujer unos masajes en el abdomen y la cadera, lo que ellos dicen, una “sobada”, para que el bebé se prepare  mejor para nacer.  Ya cuando nace se le recibe en un rebozo. Y ese tacto dulce, suave, permanecerá a lo largo de su vida, incluso hasta la muerte, porque también es una prenda que sirve para amortajar el cuerpo.
Sería interminable enumerar la cantidad de usos y maneras que sólo la imaginación de esta mujer p´urhépecha, sabe utilizar tan adecuadamente.
El rebozo es una prenda prehispánica, igual lo usaba el hombre que la mujer, el ayate de ixtle, o la manta de algodón, no deja de tener las mismas características, pero con la llegada de los españoles se transformó. La lana y la seda, la rueca y el telar de pedales, modernizaron aquellas formas primitivas del rebozo y dieron paso al rebozo colonial. El que vemos hoy, rayas blancas y negras de un azul muy pálido, como si estuviera iluminado por un día claro de sol con niebla o representara un agua transparente. Según la clase social así es el rebozo, de algodón o de seda. Una anciana me comentaba que las rayas expresan el día y la noche, el cielo claro u oscuro, el azul intenso, la tristeza y la melancolía…

Con su rebozo sobre el hombro. Foto: Julie Sopetrán

El Festival de la Música P´urhépecha, no sería nada si la mujer no luciera su rebozo por las calles semidormidas de las preparaciones, del olor a comida con que impregna la casa. Todo es como si el rebozo lo supiera, como si esta prenda conociera los secretos tan bien guardados de la historia femenina de México, de Michoacán, de Zacán.  Cómo si tuviera una complicidad de saberes impregnados entre los hilos tan bien elaborados como inteligentemente puestos cada uno en su lugar para que cumpla su misión de arrobo, de abrazo, de ternura.

Llevando el niño a la espalda entre el rebozo. Foto: Julie Sopetrán

El rebozo es como una cadena que aúna esfuerzos. Aún conservo en mi mente esas imágenes allí junto a la capilla del Hospital, allí en Iurixio, donde se plasma la Letanía Lauretana. Sin la imagen de la mujer enrebozada, no concibo el espacio. Es como si el Arte no pudiera separarse de lo humano, de lo vivo, como si el movimiento de los andares recogidos y adornados por el rebozo, tuvieran alguna consonancia con los artesonados y los ángeles más barrocos.
                                                                ¿Qué llevará dentro de su rebozo? Foto: Julie Sopetrán

Traté de conseguir con mi cámara esa belleza del rebozo en la mujer p´urhépecha.
De robar al instante la forma, el movimiento, la postura. Para mostrarla al mundo, a otro mundo impregnado de modas que se pierden en la superficie del consumo. El rebozo no tiene “temporadas de moda” el rebozo es eterno, como la mujer que lo viste, arraigada a sus costumbres, a sus tradiciones y a la tierra y al fuego de los tiempos.
Andares con rebozo. Foto: Julie Sopetrán

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LA PELOTA PÚRHÉPECHA: UN JUEGO ANCESTRAL DE ZACÁN, MICHOACÁN -MÉXICO

La pelota p’urhépecha: Un juego ancestral Zacán, Michoacán – México 
                                                
 Siguiendo el ritmo que lleva la pelota.
 Texto y fotos: Julie Sopetrán


   Entre los innumerables actos programados en Zacán, en el Festival de la Música P’urhépecha, está el de la pelota. Pasear Zacán es adentrarse en silencios que huelen a tiempo. Déborah, mi experta y agradable guía, quiere mostrarme cada rincón del pueblo, para que conozca más a fondo las calles, la gente, las cosas de Zacán. Y nos dirigimos hacia una de sus fuentes a las afueras, desde donde podemos ver, a un lado, la inmensa vegetación y hacia oriente, el bello paisaje, una panorámica que es como un jardín de casas muy bien armonizadas tanto en colores como en arquitectura, y toda esa belleza contemplada, sus tejados negros, sus chimeneas humeantes, ofrece una panorámica ancestral, diferente a cuanto he conocido anteriormente, pero todo esto hay que mirarlo desde uno de los cerritos o lomas que ofrece este pueblo de la Sierra Madre.



La sensación de entrar a otro mundo donde nada tiene que ver con el asfalto, me seduce, me llena de curiosidad, de ganas de saber cómo es y cómo viven los habitantes de Zacán. Dentro de las casas, algunas de adobe, otras de madera, las más modernas de cemento, se percibe la vida, el sabor de la fiesta, el olor a comida, los niños, la familia que disfruta de unos días diferentes y la juventud que se viste de blanco y se prepara para el juego de pelota en las calles. Llevan en sus manos una especie de palo o mazo que acomodan a sus dedos a sus gestos imaginarios para golpear la pelota. Bastón elaborado con madera de tejocote, (Crataegus pubescens), cerezo, encino… y simbólicamente representa la fuerza, la energía que el árbol va a transmitir al jugador. El bastón, suele medir aproximadamente metro y medio de longitud. Y éste bastón debe recogerse del árbol cuando la luna está llena que es cuando la madera está en su punto; ni demasiado húmeda, ni demasiado seca, según lo aconsejan los más ancianos expertos en el juego.

Vamos siguiendo a estos jóvenes por una calle larga de arena, de piedras, de zanjas abiertas, agrietadas  por el agua y el paso de los ganados diariamente.
Se nos cruzan algunas vacas que parecieran conocer cada palmo que pisan.
Nos encontramos con dos, tres grupos de jóvenes, que destacan por sus trajes blancos. Son mujeres y hombres jóvenes, formarán varios equipos, pero veremos jugar a uno.
Ya en los murales de Tepantitla en Teotihuacán, en el Estado de México, se puede admirar la imagen de estos jugadores dándole a la pelota con un palo. También hay vestigios que son testigo de la antigüedad de este juego, en las figurillas de la ofrenda de las tumbas de tiro de El Opeño en Michoacán, con una fecha entre l280 A.C., aunque hay referencias, que este juego abarca hasta una antigüedad de tres mil años. Se encontró el llamado “bastón de piedra” lo que podría ser una réplica o escultura, símbolo del bastón de madera. Pero basándonos en la ofrenda de El Opeño, está compuesta por 5 jugadores con el bastón o el mazo y tres personajes femeninos que observan el juego. Eso indica que estamos hablando de un juego ancestral, milenario. Llegamos a la conclusión que Uarhukua que significa bastones que se golpean entre sí y Chanakua, que significa juego, y así se le llama al juego del bastón, data pues, de tiempo inmemorial y es heredado oralmente de generación en generación. Aunque también tiene otros nombres: Uahukua, Pasarhukua, páhperakua, Chungutaramani, Pasiri, Akurakua… Y también este juego es practicado por los Mixtecos en los valles de Oaxaca. Y no sólo en México, también en otros países como Canadá, Chile, pueblos como los Mapuches, y también los sioux entre otros de la región.



Lo maravilloso de éste juego, comentábamos Deborah y yo, es que hoy se conserva en activo y con un entusiasmo maravilloso por parte de la juventud p´urhépecha. Parece que al principio, este juego se intercambiaba de una comunidad a otra, se le nombraba de distintas formas y se establecían las reglas que tenían sus límites y demarcaciones.
Ponían la pelota entre los dos pueblos, y lo ideal era conseguir que la pelota llegara a sus correspondientes comunidades. Tampoco utilizaban los bastones o mazos, sino ramas de árboles secas, cuidadas por cada jugador como su don más preciado.
Lo mítico y simbólico se aúnan, se anteponen, representan el juego y su significado ancestral. Cuando la pelota es de fuego, se le llama: “pelota encendida” entonces simboliza la idea del paso del sol por la esfera celeste o la lucha de las tinieblas y la luz en el día y la noche, la contraposición de la vida y la muerte, y la batalla diaria del bien y del mal del ser humano, o el paso de un cometa por los aires, los jugadores entonces no tienen miedo al fuego, ellos pueden tomar la pelota y no quemarse las manos, porque su agilidad y su destreza les protege del mal, del fuego, también es un juego que une a p´urhépechas y mestizos, pasado y presente en armonía de un mismo color blanco de sus trajes. Y me recuerda esta conexión del fuego con las hogueras de San Juan en algunos lugares de España, en este caso no son las manos sino los pies que cruzan el fuego, lo pisan, lo saltan, saben cómo hacerlo y no se queman.


 La pelota está hecha de trapo, también puede ser de madera de colorín, (eritrina coralloides), esta madera ha de estar muy seca para que así se pueda pulir bien la pelota donde antes de usarla se le introduce gasolina o diesel para que arda y pueda verse bien el fuego; en la antigüedad en vez de gasoil se le introducía la resina del pino. Y esta pelota también se elabora con la raíz del maguey y es también de hule, incluso de piedra en otros lugares. Esta pelota suele pesar unos 300 a 500 gramos. Para los niños es más pequeña. Se hace con hule espuma, y termina con lazo de henequén.


Friday, 06 October 2006  La Oferta Review newspaper .- San José – California 

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