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jueves, octubre 25

CUANDO LOS MUERTOS VUELVEN





Texto: Julie Sopetrán

Fotos: Mary Andrade


Cuando no existía la muerte, existían los dioses. Y después, mucho después, los cuatro puntos cardinales inspiraron al hombre la mesa para crear y recrear el altar de muertos. Las cuatro jícaras se llenan de comida, el fogón se enciende, y en muchos pueblos de México, la cruz, está presente también en las ofrendas.  El veintitrés, el trece, el uno, el nueve, el siete, el noventa y uno, son números simbólicos en muchos altares. Las veintitrés jícaras con alimentos sólidos, trece para unos, nueve para otros, uno para la tierra...  Las trece tortillas en siete montones que suman noventa y una, son los días de la estación y de la cosecha, representan el alimento del ser humano. Todo en el altar tiene su por qué, su historia ancestral, su significado prehispánico, su geometría y su aritmética.

El propósito de los altares, en las casas, en las calles, en los hoteles, en los cementerios, es el de rendir culto a los muertos, es un rito que se ha heredado desde tiempos ancestrales y con ese respeto se obsequia a los espíritus de los que se fueron, atraer su presencia, invitarles a comer, convivir unos días con ellos, ese es el propósito. Y los muertos vienen, regresan a los recuerdos, hacen fiesta con los vivos. La visita es muy breve, serán sólo dos, tres, cuatro días de festín y de las celebraciones más variadas.  Los cuatro elementos han de estar vivos para recibir a los visitantes.

De esta forma podrán disfrutar con los familiares que dejaron en tierra. El fuego: hay que encender las velas, una por cada alma que se fue y que se recuerda, otra por el alma olvidada. El viento: que está representado en el papel que se mueve en el adorno, el papel picado representando en los recortes las calaveras, el humor, la gracia, la inspiración, el arte que siempre es movimiento. La tierra: florece en cada altar, es un festín de frutos y de vida, que sirven en esta fiesta para alimentar a muertos y a vivos. El agua: que no falte el agua que dé la bienvenida al alma, clara, fresca, sonriente en la jarra para saciar la sed. Y tampoco ha de faltar la sal, que purifique el ambiente y el petate, al lado del altar para que las almas descansen.

Para que los muertos vuelvan, en México, se realizan una serie de ritos o rituales, preparativos que ya comienzan  a últimos de Julio. Es entonces cuando los labriegos, siembran el cempasúchil que es la flor de muerto. Sus pétalos servirán para indicar el camino a los que regresan del otro lado a visitar a sus familias.  Estos pétalos dorados, sirven para que los muertos no se despisten o se pierdan. Así vemos que en los patios de muchas casas, hay caminitos de pétalos de cempasúchil que llevan a la entrada de las casas. Pero estas flores también sirven para dar buen olor a la casa, así cuando el alma tenga que irse se llevará la alegría y el olor, el sabor y la esencia de sus familiares que lo han atendido.

La familia prepara, en primer lugar, la fotografía del muertito, existe la creencia de que esto sirve para obtener la salida del alma del purgatorio, suponiendo que allí se encontrara. Todo aquello que le gustaba al muerto es necesario que esté presente. Y lo hacen con gran solemnidad y respeto, tratando la preparación con gran esmero, entusiasmo, dedicación, como si los muertos estuvieran vivos y realmente volvieran a visitarnos.

Las mujeres van con sus tenates o canastas a los mercados, para comprar todo lo necesario para preparar las comidas: tomate, especies, chiles, frutas, adornos y vestidos... La comida preparada será ofrecida a los muertos que vuelven, pero luego, esta ofrenda será consumida por familiares y vecinos, pan, tamales, chocolates y las grandes variedades de dulces, antiguamente estos dulces se preparaban en la casa con mucho amor, recordando a los difuntos, pero ahora se compran en los mercados... Y no ha de faltar el copal o incienso para perfumar el altar donde habitarán los difuntos esos días, el humo limpiará el lugar de malos espíritus y así el alma podrá entrar a su casa placenteramente y sin peligro. Tampoco han de faltar las velas o cirios de cera de miel de abeja o de parafina, para dar luz al visitante, sobre todo que sean morados o lleven un adorno de este color, que significa el color del duelo. También el agua, porque nuestros seres queridos llegan muertos de sed de un camino tan largo.

Tampoco ha de faltar el aguamanil, jabón y toalla, se coloca en un lado del altar, en cada casa, por si el alma visitante necesita lavarse las manos después de tan largo viaje. Las calaveritas están siempre presentes, de azúcar, artesanas, es el culto al cráneo, allí donde se escondía la inteligencia del individuo, allí donde estaban los poderes ocultos, la magia, el pensamiento del ser desaparecido. Es un culto prehispánico. En algunos lugares hacen una cruz de ceniza, para que cuando llegue el alma a la casa pueda liberarse de sus culpas pendientes.  Cada lugar es diferente pero en general el significado es el mismo. En Morelos los cuatro cirios en cruz, son los cuatro puntos cardinales, para que el alma se pueda orientar y así llegar a la casa donde vivió. Los mayas lo pensaron mejor y para que no tuvieran que caminar tanto las almas, enterraban a sus familiares en el área de su propio hogar, así honraban su recuerdo constantemente. Y en todas estas celebraciones participan los niños.


Todo esto sería impensable realizarlo en España, donde vamos al cementerio a dejar nuestras flores, de visita, si puede ser rápida mejor. Y es que nadie nos ha enseñado que la muerte no es tan tétrica, ni tan oscura, ni tan miedosa. Sí, claro que sí, nos da miedo mirar de frente a la Pelona. Recibirla en casa unos días y tratarla a cuerpo de reina, en forma familiar, con normalidad. El que se fue  vuelve a estar unos días con nosotros, eso sería impensable. O tal vez sí, tal vez también a finales de Octubre y primeros de Noviembre vivimos todo esto íntimamente, al desnudo, en el abrumador silencio que motiva el recuerdo de nuestros seres más queridos, que se fueron y, lo que nos pasa, es que no sabemos expresarlo, compartirlo, porque no nos lo han enseñado desde niños.


Lo que me llama la atención de estos altares de muertos en México, es el colorido de las frutas: manzanas, naranjas, plátanos, cañas de azúcar, piñas, uvas, guayabas, papayas, siempre se distingue lo que más le gustaba al muerto. El color y el olor de las frutas es ya una esencia para aspirar misterios. Tampoco falta el pan de muertos con sus innumerables formas y diferencias de calidad, el pan pequeño que representa a los niños y el grande a los mayores. Cada familia encarga su pan en las panaderías y se les pone el nombre del difunto para ofrecerlo en diferentes formas o también imágenes...


También la música y la danza son importantes en esta ofrenda de Día y Noche de Muertos. En San Luis de Potosí, en Xantolo, las danzas de los viejitos o Los Coles, bailan para enseñar a los más pequeños. Las máscaras que exhiben, las hacen ellos mismos, danzan en forma circular representando a la tierra y van formando ese círculo que se abre y se cierra, nacimiento y muerte, dando culto a los vivos y a los muertos.  Son realmente espectaculares las danzas de las ofrendas. Bailan en las casas y en los cementerios.



La comunidad tének, tiene la costumbre de visitar las casas, y llevar un obsequio al visitante, luego la familia le obsequia con comida y mientras tanto, los danzantes exhiben su danza; en sus pasos, la tierra tiembla, su energía es un acto de acción de gracias, ofrecen la danza al muerto, la familia les invita a comer y la danza en círculo se va haciendo más bella a cada instante y, así pueden estar una, dos horas en cada casa que visitan. La sonaja, el arpa, la guitarra, el violín, el huapanguero, el rabel y esos golpes de la emoción y el respeto son los que dan vida al instante. Aunque no importa la música y la danza que se interpreten, siempre que la intención sea agradar al muerto y a los allí presentes.


En algunos lugares no faltan los arcos de flores amarillas, puede ir dentro de un rectángulo hecho con varas. En la decoración se observa si la familia es humilde o si es más adinerada. Puede ser sólo de flor de cempasúchil o elaborada con variados frutos intercalados, también puede adornarse con canastillas de barro, fruta preparada al horno, pan en forma de muñecos pintados con colores brillantes y con figuras de animalitos.


En algunos lugares, el arco se mantiene todo el mes de Noviembre en pie. El Xantolo de la Huasteca, son varias ceremonias, la preparación de los tamales, la pintura de las casas, la elaboración de las flores de papel, los manteles bordados a punto de cruz con la imagen de la Virgen de Guadalupe... Y la danza y la música que no pueden faltar, porque a los muertitos de estos lugares les encanta escuchar y hasta bailar con los danzantes. Algunos danzantes se visten con las ropas que les gustaban a los difuntos que van a agasajar con sus ritmos. Y existe la creencia que entre los disfraces, bailan los mismísimos muertos.


¿Por qué le tenemos miedo a la muerte? Si aprendemos a vivir, sabremos morir. Hay muchas clases de muertes, y debiésemos entender este misterio que nos afecta a todos.  Los mayas decían: "Venimos al mundo para realizar el aprendizaje de la vida", no cabe duda que para los mayas, lo más importante era transformar los malos sentimientos, en bondad, en amor. Para ellos era necesario matar el mal, esa era la verdadera muerte, y así lo expresaban: "con la muerte, se mata a la muerte por toda una eternidad". Para terminar esta semblanza, les transcribo uno de mis poemas, inspirado en una de las fotos de la gran fotógrafo Mary Andrade, con la que he tenido el honor de compartir muchos de estos lugares que podemos admirar en las fotos, gracias a ella he conocido México, cuando hace ya varios años, me invitó a vivir el Día y la Noche de Muertos. El poema fue publicado en unos de sus muchos libros sobre este tema de la muerte, los interesados en más información pueden pasear por su magnífica página web:  http://www.dayofthedead.com/   Es para mí un honor contar con sus magníficas fotos hoy en este artículo, gesto que agradezco sinceramente a Mary.


LA BELLEZA QUE PASA Y REGRESA A MIXQUIC

La pequeña chinampa por el canal navega
-¡Abre la puerta madre! Para que se sorprenda
el alma vagabunda que viene a nuestra ofrenda
los espejos del agua le han dejado muy ciega
pero a tientas y sola a nuestra casa llega.
Prepara la comida. Que la muerte comprenda
que este afán de la vida lo ofrecemos en prenda
para entender más claro, lo que el misterio lega.
.- Sí, hija mía. Está abierta, muy limpia, nuestra casa.
Las luces, el incienso, los tamales, las sillas
y la cama bien hecha con flores que compramos...
La casita flotante es belleza que pasa
por el sin par camino de todas las orillas
en ella nos subimos y, luego... ¿Regresamos?

©Julie Sopetrán
Octubre 2000

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