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jueves, diciembre 3

EL CANJE DE LOS PRISIONEROS DE ACUITZIO - MICHOACÁN - MÉXICO

Un canje de prisioneros en Acuitzio en la Guerra de la Intervención Francesa


Francisco Paula de Mendoza, El Perdón de los belgas (1881), en Palacio de Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo.

ACUITZIO

Acuitzio del Canje, es uno de los muchos municipios de Michoacán, está situado a unos treinta y seis kilómetros de Morelia. El nombre de Acuitzio es una palabra purépecha, que significa: lugar de culebras. Fueron los Padres Agustinos los que evangelizaron estas tierras. Estos días se celebra allí una fiesta que conmemora el intercambio de prisioneros de guerra, en 1865, durante la intervención francesa.
Mi amigo Servando Chávez, me envía la siguiente presentación para dar a conocer esta fiesta y su historia que, con mucho gusto quiero ofrecer a mis lectores. Las fotos y el texto que publico a continuación, me lo ha proporcionado el periodista Servando Chávez que, desde aquí agradezco. 


 Acuitzio

Presentación

Conmemorar el sesquicentenario del Canje de Prisioneros de Acuitzio, significa festejar un acto heroico distinguido por su humanismo, generosidad y nobleza ya que al llevarse a cabo les salvó la vida a 452 prisioneros mexicanos y belgas en plena Guerra de la Intervención Francesa, cuando estaba en peligro la soberanía de la nación.
El Canje de Prisioneros de Acuitzio, es un ejemplo por excelencia de la brillantez diplomática del general del Ejército Republicano del Centro, Vicente Riva Palacio, y el Jefe de las Fuerzas Expedicionarias del Ejército Francés, Aquiles Bazaine, ya que su acuerdo garantizó salvaguardar de los prisioneros republicanos e imperialistas.
El intercambio de los cautivos suspendió por unos días la violencia de la guerra para dar espacio y tiempo a momentos de paz, gloria y honor para las naciones de México y Bélgica.




Contexto histórico

A mediados del siglo XIX, posterior al triunfo de la Independencia de México los discursos políticos pronunciados por liberales y conservadores en su lucha ideológica no fueron suficientes para legitimar un sistema de gobierno y el duelo de ideas fue suplantado por una contienda armamentista, la Guerra de Reforma, cuya consecuencia fue la incursión de tropas francesas, belgas y austriacas en el territorio.
Si vemos el espejo de la Guerra de la Intervención Francesa encontraremos un reflejo de muerte, destrucción y desolación, los costos de una confrontación que trastocó el orden social, político y económico del país entre los años de 1862 a 1867.
En ese escenario, el Ejército Republicano defendió la independencia y la soberanía de México, protegió las instituciones republicanas, así como las ideas liberales que todavía se expresan en nuestra Constitución Política.
La guerra de la Intervención Francesa llegó a Michoacán en noviembre de 1863 y a partir de esa fecha hasta febrero de 1867 se libraron muchas batallas dejando a miles de muertos en territorio michoacano.
Para  resistir, el Ejército Republicano del Centro[1] tuvo que librar muchas batallas en diferentes lugares del país, pero también tuvo que aprender a negociar con el enemigo para alcanzar acuerdos militares. Ejemplo de éstos fue el canje de prisioneros que se llevó a cabo en la población de Acuitzio, Michoacán, el 5 de diciembre de 1865 salvando la vida a 452 cautivos.
         Previamente a este intercambio, el 30 de julio de 1864 Vicente Riva Palacio logró acordar un cambio con el imperialista Carlos Oronoz. De esta forma, el comandante Borda regresó a los campos republicanos y el capitán imperialista Pedro Martínez retornó con sus compañeros de armas. Otro acto similar fue la liberación del capitán ruso Becker, hecho prisionero por Nicolás Romero y que fue intercambiado por el teniente coronel Juan García, quien cayó cautivo en un ataque a Pátzcuaro dirigido por Manuel García Pueblita. Además, Carlos Salazar planeaba un canje, desafortunadamente para su causa los prisioneros se escaparon. Cabe mencionar que antes del fusilamiento de José María Arteaga, el general en jefe del ERC ya había tenido correspondencia con el general Van der Smissen para tratar el tema de un posible intercambio en Acuitzio.[2]
Las negociaciones entre el barón Smissen, coronel de los belgas, y el general Arteaga para pactar un canje de prisioneros se efectuaron entre julio y agosto de 1865. Smissen envió cartas desde su cuartel general en Morelia, mientras que el republicano escribió desde sus campamentos militares de Chupio y Nocupétaro. Destaca que ambos oficiales ya consideraban a la población de Acuitzio como sede el intercambio.
A diferencia del canje que logró Vicente Riva Palacio y Aquiles Bazaine en diciembre de 1865, Arteaga y Smissen no apuntaron en sus cartas condiciones ni en jerarquía militar ni en número de cautivos. La aprehensión del general republicano en Santa Ana Amatlán terminó con las negociaciones.[3]

Señor Barón Van der Smissen, coronel de belgas.- Tacámbaro, agosto 22 de 1865. Muy señor mío: Por el apreciable conducto del señor capitán Visart de Bocarmé recibirá usted dos listas, una de los prisioneros belgas y otra de los muertos y heridos habidos en esta ciudad el 11 de abril…
El referido señor capitán, cumpliendo con la comisión de usted, ha hablado conmigo respecto del canje de prisioneros, y creo que las negociaciones abiertas podrán llegar a feliz término, allanadas que sean por parte de usted las dificultades que ahora presentan, y de que le instruirá su comisionado. Tengo el honor de repetirme su atento servidor. José María Arteaga.[4]

Celebración

Por otra parte, si dos bandos se han armado para la lucha tiene que existir un motivo hostil que los haya impulsado a declarar la guerra. Mientras no hagan una declaración de paz, ambas fuerzas tienen como objetivo común la destrucción del contrario. En este sentido, los dos ejércitos referidos hicieron méritos para aniquilar a su adversario durante 1865, pero cuando la guerra había alcanzado su máxima violencia, llegó la negociación para realizar un canje de prisioneros que favoreció a los imperialistas y los republicanos.
La idea de un equilibrio en la guerra no puede justificar la suspensión de las hostilidades, pero sirve para fundamentar la espera de un momento más favorable.[5] A finales de 1865, existían dos posibilidades de acción. La primera se caracterizaba por ser práctica y destructiva: pasar por armas a los prisioneros, lo que significaría un ahorro en las economías de guerra, además de intimidar al enemigo. La segunda opción se basaba en la negociación para buscar un intercambio, que salvaría las vidas a 452 soldados y aseguraría el regreso con sus respectivos ejércitos. Ambos bandos prefirieron la segunda opción: el Canje de Prisioneros. Veamos su historia.
En octubre de ese año, el ERC vivió uno de sus momentos más críticos. Los fusilamientos del general en jefe José María Arteaga, el cuartel maestre Carlos Salazar y los oficiales superiores Jesús Díaz, Trinidad Villagómez y Juan González afectaron anímicamente los planes castrenses de los liberales. Ahora bien, esta situación no los desalentó y por ello emplearon todos los medios disponibles de los distritos de Uruapan, Ario, Tacámbaro y Zitácuaro para continuar el combate.[6]
Ante un escenario nada promisorio, las filas liberales tuvieron que reforzarse, debido a que 156 de sus soldados fueron cautivos en los encuentros de Santa Ana Amatlán, Tacámbaro y Jiquilpan,[7] luego recluidos en las prisiones de Pátzcuaro y Morelia; podían ser ejecutados en cualquier momento, de acuerdo con la ley del 3 de octubre.
En un principio el mariscal Aquiles Bazaine fue partidario de la ejecución de esta ley, ya que a su juicio las represalias eran una necesidad y un deber.

Todos los que sean tomados con las armas en la mano, serán condenados a muerte, sin intercambio de prisioneros. Es una guerra a muerte, una lucha desesperada que se produjo entre la barbarie y la civilización. Ambas partes deben matar o morir.[8]

Vista panorámica de Acuitzio

A pesar de su gran triunfo en Santa Ana Amatlán, donde capturaron a los militares que serían fusilados en Uruapan el 21 de octubre, los imperialistas no veían un panorama muy alentador, ya que los republicanos tenían en su poder a 296 prisioneros arrestados en las batallas del 11 de abril en Tacámbaro, el 19 de junio en Uruapan y el 12 de octubre en Morelia,[9] todos ellos presos en las cárceles de Huetamo y Zirándaro. En ese momento los cautivos de ambas filas podían ser usados como monedas de cambio para una posible negociación, de lo contrario, la ley republicana del 25 de enero de 1862[10] y la reciente ley imperialista del 3 de octubre[11] dictaban la ejecución de invasores e insurrectos, respectivamente.
Después de la publicación de la ley del 3 de octubre y de los fusilamientos en Uruapan, algunos liberales fueron sacudidos por el miedo y acudieron a Pátzcuaro para cambiar de chaqueta; es decir, pasar al bando imperial. Éstos fueron Francisco Lares, soldado de la guerrilla de Dámaso Rincón; Navor Chávez, presidente del Ayuntamiento de Taretan; Francisco Chávez, jefe de una guerrilla del camino de Pátzcuaro a Morelia; Gil Velázquez, uno de los jefes de la revuelta de Nieves Sosa; Pablo Pérez, teniente de la fuerza de Leónides Gaona; Francisco Treviño, comisario de la fuerza de Jesús Díaz; Antonio Ortiz; Daniel Barriga y Silverio Quiroz, capitán y de la fuerza de Jesús Díaz, respectivamente. Las incorporaciones realizaron entre el 4 y 15 de noviembre, según informó el sub-prefecto de Pátzcuaro, Miguel Patiño.[12]
           Ciertamente, había una gran diferencia entre la ley del 25 de enero y la del 3 de octubre: la primera fue dictada por la defensa de la nación frente a la intervención extranjera; la segunda, una ley draconiana para acabar con el gobierno legítimo de la República. De esta forma, cada ejército utilizó las leyes para su conveniencia.
           Ante la muerte de José María Arteaga los soldados con mayor rango militar nombraron a Vicente Riva Palacio general en jefe del ERC a finales de 1865. Su encomienda más difícil fue elegir entre un cambio de cautivos o pasar por las armas a los prisioneros. Al recordar los hechos en una carta dirigida al coronel Jesús Rubio, escribió:

La catástrofe de Santa Ana Amatlán y el fusilamiento de Arteaga, habían impresionado al Ejército, como Usted, recordará, a pesar de la fortuna con que logré llegar a Morelia, dando un susto a los imperiales y llevándome prisioneros a los belgas, lo mismo que a los empleados de las garitas el 12 de octubre de 1865.
Coincidiendo, como coincidió con aquellos sucesos la publicación de la famosa ley del 3 de octubre, que vieron que se cumplía con los generales en Uruapan, no dejó de influir en algo en la situación general.[13]

Ambos bandos habían sufrido descalabros muy dolorosos y parte de sus soldados estaban a punto de ser pasados por las armas si no se lograba un pacto que beneficiara a los dos ejércitos. La idea de un canje de prisioneros surgió en ambas tropas, pero el objetivo de la negociación no era fácil cuando existía un estado de guerra de por medio. Durante el combate la fuerza física y la inteligencia tienen como objetivo en común el derramamiento de sangre del adversario para obtener ventaja,[14] por tanto, una negociación humanitaria en la que se salvaran cientos de soldados era muy difícil de realizar, más aún cuando los republicanos acababan de perder a su general en jefe, José María Arteaga. Amparados por las leyes lo más fácil era la ejecución de los prisioneros, como ya lo había hecho Ramón Méndez en Uruapan la tarde del 21 de octubre.
Pero durante el siglo XIX los pueblos civilizados no liquidaban a sus prisioneros debido al uso de la inteligencia en la conducción de la guerra, recurriendo a medios más eficaces que las brutales manifestaciones del instinto.[15] En este sentido, un canje significaba un medio político civilizado, donde al final de cuentas saldrían favorecidos ambos bandos, aunque su realización violara sus leyes de guerra.
Sin embargo, los republicanos no podían confiar en las intenciones de Ramón Méndez; si había sido capaz de fusilar al general en jefe, haría lo propio con sus cautivos en la prisión de Pátzcuaro. Ante una acción de esa naturaleza, la reacción no se haría esperar entre los prisioneros de Bélgica; por esta circunstancia, la emperatriz Carlota se interesó en realizar la negociación antes de que una decisión fatal provocara la muerte de sus paisanos.


Así como Vicente Riva Palacio sospechaba de una posible ejecución masiva por parte de Méndez, los belgas presos en la cárcel de Zirándaro tenían miedo de que, por vengar a José María Arteaga, ellos fueran pasados por las armas. Ante esa incertidumbre y con la posibilidad de que el emperador Maximiliano de Habsburgo no interviniera para evitar su muerte, los belgas le escribieron una carta.

“Señor acabamos de saber con horror y consternación el acto cometido por el señor Méndez que con violación al derecho de gentes ha hecho fusilar a varios oficiales del ejército liberal. Los prisioneros en todos los países civilizados se respetan. El ejercito liberal se ha mostrado mucho más celoso que los condottiere de vuestras huestes, nosotros también somos prisioneros de guerra y hemos sido respetados desde el general hasta el soldado, si no estuviéramos en el poder del ejército republicano el acto del coronel Méndez podría provocar una sangrienta represalia y nosotros belgas que hemos venido a México únicamente para servir de escolta a nuestra princesa, hubiéramos expiado con nuestra sangre el delito de un hombre, esperamos señor que este acto de barbarie no quedará impune y que en lo sucesivo haréis respetar la ley consagrada por el derecho de gentes. Nosotros protestamos con el más intenso fervor en contra de este acto indigno y confiamos que el nombre belga no se mezclará por mucho tiempo en esta guerra inicua.- Breur, Guyot, Flachat, Van Hollenbek…”.[16]

Ante la incertidumbre de que su vida pronto acabaría en el paredón de fusilamiento, los belgas presos querían una acción urgente que los pusiera a salvo. Conmovida por la circunstancia de sus compatriotas, la emperatriz Carlota apoyó el intercambio de soldados.[17]
Al parecer, el instinto del general Méndez se inclinaba por  el fusilamiento de prisioneros y de no haber sido por las señoras de Pátzcuaro, quienes rogaron para que les respetase la vida a los caídos en Santa Ana Amatlán, éstos hubieran sido fusilados.[18] Por otro lado, las órdenes imperiales le indicaron que iniciara el canje. Una ejecución masiva pasaba a segundo término y el interés del gobierno de Maximiliano tendía a una negociación, aunque esta determinación contrariara la ley del 3 de octubre.
En las cárceles de los imperialistas la situación también era angustiante para los presos republicanos. El coronel Vicente Villada, también prisionero, dijo a su general en jefe que las intenciones de Maximiliano de Habsburgo le parecían alarmantes:

La resolución del emperador es que se verifique el canje o que se lleve a efecto el decreto del 3 de octubre, es decir, que seamos todos pasados por las armas. Hemos visto original la carta del emperador: está terminante.[19]

           Así, el general Méndez empezó la negociación con el general Riva Palacio para intercambiar prisioneros. Como muestra la historia institucional, desde la Independencia los mexicanos habían demostrado una subordinación de la norma escrita al pacto inter-oligárquico; no era la primera vez que la norma carecía de soberanía ante los pactos y que los grupos poderosos ejercían su autoridad[20] a voluntad, en este caso: sobre un canje de cautivos.
           Ramón Méndez tenía como objetivo que el cambio se realizara de acuerdo con el grado militar de los prisioneros;[21] es decir, general por general o coronel por coronel, etcétera, lo cual era complicado para los liberales debido a que los imperialistas contaban con varios de sus generales, tenientes coroneles y coroneles, como se verá más adelante, mientras que ellos tenían a pocos de sus altos mandos. De esta forma varios republicanos de alta jerarquía militar no iban a ser canjeados. Alternativa fatal: O se accedía a esa demanda o se arrastraba al cadalzo a numeroso personal de prisioneros.[22] El propio Eduardo Ruiz señala:

Nosotros no teníamos generales ni coroneles imperialistas en nuestro poder, de modo que nuestros generales y coroneles que el enemigo mantenía en poder de las cárceles de Puebla, Morelia y Pátzcuaro deberían quedar excluidos del canje.[23]




         Villada comentaba en una carta que la intención de los imperialistas era que el intercambio se verificara entre los prisioneros de Santa Ana Amatlán y los belgas y mexicanos imperialistas, de esta forma quedarían excluidos los presos por de Potier y Smissen.

El negocio me parece muy grave si el enemigo está resuelto a ejecutar lo que dice, y creo que se necesita gran corazón y prudencia para aceptar un partido que no sea humillante para usted en su recto juicio, usted sabrá decidir lo que más convenga, supuesto que se trata de la vida de nuestros hermanos. Los nuestros se manifiestan dispuestos a morir si la patria lo exige así.[24]

Aparte de esta negociación, Vicente Riva Palacio se quejó de que Ramón Méndez insultaba a las tropas liberales al llamarlo “el jefe de los disidentes”. Por esas dos cuestiones, el general decidió pactar con el mariscal Aquiles Bazaine, máxima autoridad del ejército enemigo, con lo cual obtendría además el reconocimiento al movimiento beligerante de los republicanos.[25] El poco tacto político en las cartas de Méndez y la desigualdad del intercambio hicieron que el general republicano dejara de comunicarse con él.

Condiciones que propone el que suscribe al jefe de los disidentes para celebrar el canje de los prisioneros:
1ª. El canje de los prisioneros si se efectúa, será sin excusa de ningún género el día 25 de presente mes; no habrá lugar, pasada esta fecha, a ningún convenio.
2ª. Los prisioneros serán considerados en igualdad de circunstancias; es decir, los jefes, oficiales y tropa de ambas partes se canjearán uno por uno,
3ª. Si en alguna de las partes contratantes hubiere mayor número de oficiales o tropa, se considerarán a un oficial por cada diez soldados.
4ª El jefe de las fuerzas disidentes, si se conforma con lo indicado en los artículos anteriores, los ratificará antes del día 15 para que el que suscribe tenga conocimiento de su resolución sea cual fuere, a lo más tarde en ese día.
5ª. Al conformarse el jefe de las fuerzas disidentes con lo antes propuesto, el canje se verificará en un punto neutral que podrá proponer, en donde se reunirán los prisioneros con la escolta competente y en igual número de ambas partes.
Morelia, Noviembre 5 de 1865. –El general Ramón Méndez.[26]

Ante el cambio de panorama en la negociación, Riva Palacio pensó en el capitán Miñón, prisionero desde la batalla de Tacámbaro del 11 de abril de 1865, para que fuera el intermediario entre Bazaine y él. Miñón escogió el camino por Zitácuaro para evitar encontrarse con Ramón Méndez, que acampaba en Zinapécuaro. Su proyecto tuvo buenos resultados al lograr contactarse con el mariscal del ejército francés. El general republicano recordó que:

Miñón, que era un muchacho valiente y que me había cobrado cariño. Comprometido le di dinero, buenos caballos, asistentes de toda confianza y su salvo conducto. Lleno de entusiasmo se despidió de mí, y a las tres de la mañana del día siguiente partió con dirección a México.
En efecto, me contestó, dándome, sin contar, a cuantos prisioneros míos tuviera, procedentes, de todas las acciones de guerra, incluso al general Benigno Canto, y a los demás que yo quisiera pedirle; y así salieron en libertad, a solicitud mía, los generales Santiago Tapia y Juan Ramírez que estaban presos en Puebla.[27]



Gracias a ello miembros del Ejército Republicano del Oriente como Santiago Tapia y Juan Ramírez también fueron incluidos en el canje. Su general en jefe, Porfirio Díaz, fue considerado al comienzo, pero días antes de las negociaciones logró escapar.[28] De no ser por la huida, es muy posible que el general oaxaqueño hubiera logrado su liberación a través de este canje.
Una de las propuestas que hizo el general republicano al mariscal del ejército francés fue que el intercambio se realizara sin tomar en cuenta ni el número ni la categoría de los prisioneros. En  respuesta, el militar Aquiles Bazaine le planteó lo siguiente:

Primero, el general Canto y todos sus oficiales hechos prisioneros en Tacámbaro por el coronel Vander Smissen. Segundo, todos los oficiales hechos prisioneros en Santa Ana Amatlán por el general Méndez. Tercero. Todos los soldados prisioneros en Morelia. En fin según vuestros deseos los generales Tapia y Juan Ramírez hechos prisioneros en Oaxaca y detenidos en Puebla. Todos los prisioneros que están en Morelia serán remitidos el día dos, respecto a los generales Tapia y Ramírez me comprometo bajo mi palabra de honor a ponerlos en libertad en Puebla con salvoconductos para que puedan ir a donde se les parezca, tan luego como se me participe estar verificado el canje, el señor capitán Bocarme del regimiento belga está designado por mí para presidir el canje de prisioneros.[29]

El general Vicente Riva Palacio, que estaba en su cuartel de Tacámbaro, le respondió en una carta fechada el 27 de noviembre de 1865:

Mandare entregar al comisionado del señor mariscal, todos los prisioneros tanto extranjeros como mexicanos, que existen en Zirándaro y Huetamo, por mi parte, presidirá el canje el señor teniente coronel Agustín Linarte, escoltado por ochenta jinetes.[30]



Con tales negociaciones quedaron excluidas las propuestas del general Ramón Méndez y todos los prisioneros lograron su liberación. El coronel José María Alzati fue  responsable de trasladar a los cautivos belgas que se encontraba en las cárceles de Zirándaro a Tacámbaro. En dos días y medio llegaron a Tacámbaro, donde hicieron una última visita al general Riva Palacio para despedirse y darle su agradecimiento, por lo que partieron a Acuitzio hasta el día cuatro por la tarde.[31]Los términos fueron satisfactorios, por parte de los republicanos se comisionó a Agustín Linarte y por los imperialistas al capitán Vissart de Bocarmé, acompañado por el capitán Antonio Salgado con sus escoltas correspondientes. Para efectuar el intercambio el general Riva Palacio acordó un armisticio de tres días garantizando la neutralidad en la zona.[32]
Al llegar a Tacámbaro los rehenes belgas se mandaron alistar 50 hombres de la caballería que mandaba el coronel Ronda para que los custodiara hasta el sitio donde se efectuaría el canje.[33] No se explica por qué se escogió a Acuitzio, pero es posible que ambos bandos coincidieran en éste por ser un punto intermedio para las tropas, además de estar cerca de las prisiones imperialistas de Pátzcuaro y Morelia y del cuartel general republicano de Tacámbaro.
En un primer momento el canje se contempló para el 2 de diciembre de 1865; sin embargo, por la distancia entre la cárcel de Zirándaro al cuartel de Tacámbaro, a Riva Palacio le fue imposible cumplir en ese tiempo, y así se lo explicó al mariscal, quien envió una carta Visart de Bocarme avisándole de ello. De esta suerte, el canje se verificó el día 5 de diciembre. Hay que resaltar que los republicanos tenían en su poder a 296 prisioneros, mientras que los imperialistas a 156 cautivos; pese a la diferencia de 140 detenidos, Riva Palacio prefirió esta negociación a la exclusión de algunos de sus compañeros. Los últimos días de noviembre se suspendieron hostilidades para beneficiar el intercambio.[34]
El encuentro entre los prisioneros belgas y sus compañeros se dio en un ambiente realmente emotivo. Llegaron a la plaza de Acuitzio, donde cada grupo tocó su respectivo himno nacional; firmaron los procesos del intercambio olvidando el ambiente de  la guerra, su condición, rango y nacionalidad en ese lugar momentáneamente neutro. Cuando cambiaron sus respectivas listas de prisioneros ambos grupos se retiraron; en la despedida el comandante Marmolejo les hizo saber que si se volvían a encontrar en el campo de batalla no buscarían el combate cuerpo a cuerpo.[35] De entre aquéllos se distinguían:

Los rancheros con sus trajes de charro y los anchos sombreros galoneados; las rancheritas con el rebozo terciado en la cintura, el pie en el estribo de la silla vaquera, la cabeza cubierta con sombrero jarano. En aquellos momentos los belgas cantaban Garde a Vous, y los republicanos entonaban el himno nacional.
Unos cuantos minutos después, las dos fuerzas penetraron a la plaza. Sonaron las bandas y las músicas; el espacio se lleno de cohetes que estallaban en el aire, las campanas repicaban alegremente, y se oían las exclamaciones de la multitud.
Los prisioneros, sin poderse contener, se abrazaron entre sí, y luego se desprendieron del uno y del otro bando, y fueron a estrechar entres sus brazos a sus antiguos camaradas.
Desde temprano los aposentadores habían preparado la comida para sus soldados. Linarte y Bocarmé presidieron sus respectivos banquetes, y el último obsequió a los nuestros abundante cerveza que había llevado desde Morelia.[36]



Con esta negociación el canje de prisioneros no acató la ley del 25 de enero de 1862 ni la norma del 3 octubre de 1865. De no haberse logrado era muy posible que los 452 soldados canjeados hubieran sido pasados por las armas.

Muchos de los belgas se quedaron con nosotros, y con tal motivo, hubo de formarse una legión extranjera que entró en campaña.
Para garantizar el acto del cange se acordó un armisticio de tres día que transcurrieron tranquilamente”.[37]

Sin embargo, quedaba pendiente la libertad de Tapia y Ramírez en Puebla, por lo que Riva Palacio suspendió una publicación periodística de Pérez Jardón donde calificaba a los belgas como traidores, ya que ponía en riesgo la liberación de los  dos liberales. Días antes, Bazaine reconoció los sentimientos de humanidad del general republicano y éste le quiso corresponder con elogios en la publicación.[38]
Posterior a los hechos en Acuitzio, el general en jefe del ERC estableció su cuartel general en Tacámbaro para reorganizar al ejército. Asimismo, en varias ocasiones recibió ofrecimiento de indulto, a lo cual se negó.[39]
Al empezar el año de 1866 la cuestión de la evacuación francesa empezó a planearse. Bazaine tenía la intención de que fuera gradual para no perjudicar severamente al emperador y que las legiones austriacas y belgas fueran disueltas y pagadas por el tesoro francés hasta el último día de campaña. Con la partida de las tropas francesas, los soldados republicanos volvieron a utilizar la guerra regular dejando a un lado la guerrilla.

Fuentes de Información
Archivo
Archivo de Vicente Riva Palacio en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Bibliografía
BARBOSA, Manuel, Apuntes para la historia de Michoacán, Morelia, Talleres de la Escuela Industrial Militar Porfirio Díaz, 1906. 
CONTI Egon Caesar, Maximiliano y Carlota, México, Fondo de Cultura Económica, 2003
CLAUSEWITZ, Karl Von, De la Guerra. Táctica y Estrategia, España, Primera edición, en la colección IDEA UNIVERSITARIA, Gersa, 1999. 
DUSCHENSE, Albert, L´expedition des volontaires belges au Mexique 1864-1867, 2º partie, Bruxelles, Museé Royal de L´armée et d´histoire militaire, 1967.
RUIZ, Eduardo, Historia de la guerra de intervención en Michoacán, Editorial Morevallado, 2008
RUBIO, Jesús, Apuntes para la historia de Michoacán. Periodo de la Campaña de Intervención. Cange de Prisioneros en Acuitzio el 5 de diciembre de 1865, Zamora, Imprenta Moderna, 1895.
TAMAYO, Jorge L., Benito Juárez. Documentos, Discursos y Correspondencia, México, Libros de México, 1973.
WALTON Emile,Souvenirs d´un officier Belgue au Mexique, Bruselas, Tanera Éditeur, 1868.


Hemerografía
Diario del Imperio, México, 3 de octubre de 1863 en la Hemeroteca de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.




[1] ERC en lo sucesivo
[2] Ruiz, Historia de la Guerra, pp. 126, 172, 239 y 327.
[3] Íbid, pp. 327-329.
[4] Íbid, p. 328
[5] Clausewitz, De la Guerra, pp. -40.
[6] Rubio, Cange de prisioneros, p. 4.
[7] Ruiz, Historia de la guerra, p. 418.
[8] Ollivier, L´expedition, p.237
[9] Ruiz, Historia de la guerra., p. 418.
[10] Esta ley señalaba que las autoridades militares juzgaban los delitos contra la independencia y soberanía de la nación, incluyendo la invasión armada hecha por fuerzas extranjeras y mexicanas bajo castigo de pena de muerte. Diario del Gobierno de la República Mexicana, p. 3, tomo 1, núm. 90, 7 de mayo de 1863.
[11] Diario del Imperio, México, 3 de octubre de 1863, p.228. En términos generales esta norma indicaba que serían pasados por las armas, después de ser juzgados por las cortes marciales, todos los que pertenecieren a bandas o reuniones armadas. Si se les declaraba culpables la condena era la pena de muerte, la que se ejecutaría 24 horas después de dictada la sentencia.
[12] Diario del Imperio, México, 6 de diciembre de 1865. p. 30.
[13] Rubio, Cange de prisioneros, p. 7.
[14] Clausewitz, De la Guerra, p. 30.
[15] Íbid., p. 31.
[16] Tamayo, Benito Juárez,  vol. 10, p. 141.
[17] Ruiz, Historia de la guerra, p. 407.
[18] Íbid.,p. 397.
[19] Íbid., p. 407.
[20]Annino “El Pacto y la Norma”, pp. 7 y 13.
[21] Ruiz, Historia de la guerra, p. 409.
[22] Rubio, Cange de prisioneros, p. 6.
[23] Ruiz, Historia de la guerra, p. 411.
[24] Urbano Lechuga, carta dirigida a Vicente Riva Palacio, ARVRP 31 de octubre de 1865, primer tomo, carta 350.
[25] Rubio, Cange de prisioneros, p. 8.
[26] Ruiz, Historia de la guerra, p. 409.
[27] Rubio, Cange de prisioneros, p. 9.
[28] Ruiz, Historia de la guerra, p. 408.
[29] Íbid, p. 416.
[30] Íbid, pp. 415-417.
[31] Emile Walton,Souvenirs d´un officier Belgue au Mexique, Bruselas, Tanera Éditeur, 1868, pp. 110-111.
[32] Duchesne, L´expédition des volontaires belges, pp. 456-457.
[33] Barbosa, Apuntes, pp. 228-229.
[34] Ruiz, Historia de la guerra, p. 420.
[35] Walton, Souvenirs. p.11.
[36] Ruiz, Historia de la guerra, pp. 420-421.
[37] Rubio,Cange, p. 10.
[38] Vicente Riva Palacio, AVRP en el IIH de la UMSNH, 8 de diciembre de 1865, minuta 480.
[39] Rubio, El Cange, p.5.


Este artículo ha sido enviado por el periodista Servando Chávez, Michoacán, para su publicación en Magias de México. En atención a su amigo Edgardo Calvillo López. De quien tengo la autorización directa de publicarlo.

Edgardo Calvillo López
Enviado:lun 07/12/2015 20:16
Para: Julie Sopetrán

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Estimada Julie

Soy originario de Acuitzio y le escribo para dar un sincero agradecimiento por la publicación de la historia de mi pueblo en el blog Magias de México. Estaremos atento en tu próxima visita a Michoacán para invitarte a conocer y a convivir con la gente de Acuitzio.

Un fuerte abrazo,

Edgardo

jueves, septiembre 24

FRAY JUNÍPERO SERRA - LAS MISIONES DE LA ALTA CALIFORNIA






 Por Julie Sopetrán


Fray Junípero Serra, desde que conocí su vida, no ha dejado de ser mi ídolo. Un hombre valiente, un religioso entregado, un insigne ser humano. Y lo fue cuando en California recorrí las misiones fundadas por él. Los aposentos que el habitó. Siempre me pregunté ¿Cómo es posible que un ser humano recorra más de mil kilómetros andando, fundando misiones, ayudando y enseñando a los nativos, las artesanías, la religión y el amor. Mi admiración no ha cesado desde que palpé los espacios recorridos, vividos, sentidos en Las Misiones de California. Comparto con mis lectores de Magias de México mi artículo publicado en 2011.


Haciendo eco al viaje que ha realizado el Papa Francisco a Estados Unidos, y especialmente a la canonización en suelo estadounidense de Fray Junípero Serra, quiero resaltar su figura, su vida, su entrega humanitaria y de esta forma, me uno a tantas personas que en la Basílica de la Inmaculada Concepción de Washington, le han rendido homenaje. 


Fray Junípero Serra nace el 24 de noviembre de 1713 y muere el 28 de agosto de 1784 a los 71 años de edad.
Veintisiete años tenía Miguel José Serra y Ferrer cuando viajó a México, acompañado de veinte religiosos de su misma orden. A los diecisiete años fue admitido en la orden franciscana, a pesar de su mala salud. Se hizo franciscano en 1731 y fue entonces cuando cambió su nombre de Miguel José por el de Junípero.
En 1737 fue ordenado sacerdote y durante varios años ocupó a la cátedra de Teología en la Universidad Lluliana de Palma de Mallorca.


Casa natal de Fray Junípero en Petra (Palma de Mallorca) España

En 1749, con otros franciscanos, entre ellos Francisco Palau -que sería su biógrafo- llegó al puerto de Veracruz. Prefería ir a pie en vez de ir en mula, por que se enfermó por una picadura de mosquito. La herida y el dolor en una de sus piernas lo acompañaron siempre y su caminar fue muy dificultoso.
Sus misiones fueron un diseño clave de caminería para el crecimiento de las mayores ciudades de California como Los Ángeles, San Francisco o San Diego y su legado prevalece hoy vivo a lo largo del antiguo Camino Real que forma parte de las autovías 101 y 5.
Yace frente al altar mayor de la Iglesia de la misión de San Carlos Borromeo en Carmel, uno de los lugares más bellos y emblemáticos de California.



Mapa de las Misiones de California

Primeras misiones

Nueve años permaneció Fray Junípero Serra en Santiago Xalpan de la Serra, Sierra Gorda, en Querétaro. Allí se entregó a la evangelización y a la enseñanza de la agricultura, la herrería, la ganadería, la música, artesanías y diferentes trabajos manuales que enseñó a los indígenas. Las mujeres aprendieron nuevas recetas de cocina y labores de costura.  Así se fueron formando los llamados pueblos misión que hoy son ciudades importantes.
En 1767 se dirigieron los franciscanos hacia San Diego (Alta California). Fray Junípero llega más tarde, pues su amor al camino no le deja embarcar en el buque San Carlos y viaja por vía terrestre junto con el ganado. La primera misión española, San Diego Alcalá, fue fundada en 1769. Su método de trabajo era el mismo que en Querétaro. En primer lugar se edificaba una capilla y a continuación se construían las cabañas donde se albergarían los frailes. 

San Diego - Presidio

La construcción se realizaba en forma cuadrangular para protegerse del exterior. El fuerte serviría de protección contra los posibles ataques enemigos. La misión tenía casas para mujeres solteras, comedores y talleres artesanales, almacenes, barracas para los soldados y cuartos para los sacerdotes. Solitarios, pero acompañados por la curiosidad de los indígenas que se acercaban poco a poco los franciscanos iban conquistando sus ideales misioneros y camineros. Los indígenas cada día se confiaban más y establecían sus casas alrededor de la misión, donde vivían los casados. Sin embargo, aún hoy, muchos indígenas culpan injustamente a Fray Junípero de los abusos cometidos por los soldados. Los indígenas sufrieron nuevas enfermedades como la sífilis y la viruela, pero también aprendieron nuevos oficios y las comunidades indígenas se integraban en la misión sin faltarles comida.

Misión de Carmel donde está enterrado Fray Junípero Serra

Los jesuitas ya habían dejado su huella en diecisiete misiones, antes de la expulsión decretada por Carlos III en 1768. También los dominicos evangelizaron aquellas tierras, pero fueron los franciscanos quienes realmente asentaron caminos tanto en la Alta como en la Baja California. Las tropas españolas iban a la conquista de la Alta California y en los más de mil kilómetros que abarca el Camino Real, Fray Junípero formó parte activa en el importante descubrimiento de Monterrey. Ayer como hoy, el Camino Real define perfectamente las misiones. Paralelas ostentan su modernidad las autovías 101 y 5.



Supervivencia de las misiones en la actualidad

Fueron -son-, caminos indicados por la campana, símbolo del llamamiento a la fe y emblema del  Camino y la Misión franciscana en California. Ríos con nombres españoles como Merced, Fresno, Sacramento, San Joaquín, Pala... Pueblos misión como San José, Santa Cruz, Santa Bárbara, Los Ángeles, San Diego, San Francisco... Presidios como San Francisco, Monterrey, San Diego, Santa Bárbara... Cabos como Mendocino y Cabo Blanco. Bahías como Bodega y Tomales. Fuertes como Rosiya. Lugares que nos hacen entender su toponimia como Punta de los Reyes, Punta de los Pinos, Punta Gorda...  Calles que todavía hoy mantienen su significado histórico como Sopetrán, La Alameda, Mercedes, Almendral, Linda Santiago, Los Cerros, Roble, San Benito, Isabella, Alejandra, San Juan, Bonita o Santa Cruz, por citar algunas de las miles de calles con nombres españoles en toda la bahía de San Francisco o en los Condados de San Mateo y Santa Clara.



Misión de Santa Clara de Asís

Fray Junípero es el único español al que se le ha levantado una estatua en el National Statuary Hall (The Old Hall of the House) en el Capitolio donde reside el poder legislativo de Estados Unidos, pues el ya beato Junípero fundó nueve misiones, sufrió todos los avatares del camino en una extensión de mil doscientos kilómetros y convirtió a muchos indios al cristianismo.



Fray Junípero protegió más a los indios que a sí mismo, se enfrentó a los militares -como a Pedro Fages- y consiguió que fueran tratados equitativamente y tuvieran sus leyes fundamentales, cuando el gobierno estadounidense dio el derecho de matar a los indios que estuvieran en el "camino". Junípero fue un líder y luchó por los derechos de los indios. Tal y como afirmó el Papa Juan Pablo II. "Es un modelo ejemplar de evangelizador desinteresado, un brillante ejemplo de virtud cristiana".

Misión San Juan de Capistrano

Las misiones mantuvieron el espíritu heredado de Fray Junípero -se fundaron hasta veintitrés misiones- y fue en 1823 cuando se construyó la última misión. El trabajo franciscano suscitó muchas envidias.  En 1834 "el gobierno mexicano, independizado de España, secularizó todas las misiones, expulsó a los franciscanos y asignó los terrenos a ricos latifundistas" (Olvera y Damian Bacich, 2003: página 118). Las misiones, entonces decayeron hasta su ruina total. México perdió los territorios del norte de California que pasaron a Estados Unidos y algunos edificios volvieron a manos de la Iglesia Católica.
Hoy, muchas misiones funcionan como parroquias de culto; otras pertenecen al gobierno de California que las conserva como monumentos históricos, universidades y colegios.

(Este artículo, se puede leer por mi autoría en el Atlas de Caminería Hispánica. Volumen II. Caminería Hispánica en el Nuevo Mundo. Manuel Criado de Val. Editado por la Fundación de la Asociación Española de la Carretera (FAEC) y el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos (CICCP).  it. 111 pg.202.)





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