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sábado, diciembre 4

LA VELACIÓN DE LOS ANGELITOS O la “kejtzítakua zapícheri”


Por Julie Sopetrán

                                      Niños participando en la noche de muertos con los adultos.     Foto: Julie Sopetrán

Todos los años, el primero de Noviembre, los pueblos del Lago de Pátzcuaro, se preparan para la llegada de los que vienen del otro mundo, y los niños especialmente este día van al panteón, (en España el cementerio,) para celebrar la  “kejtzítakua zapícheri”, que quiere decir Velación de los Angelitos o muertos niños, chiquitos, esta velación se hace en la mañana muy temprano y la hacen los niños y las niñas en sus respectivos lugares.

                                  Velación de Angelitos  -   Foto: Julie Sopetrán

¿Qué hacen los niños? Van a las tumbas y rezan, colocan y encienden sus velas, ponen sus flores, llevan comida, ofrecen a sus muertitos el atole, el pan de muerto, esas figuritas de azúcar, incluso el juguete preferido es muy importante.  Los niños creen que los muertos vienen de un lugar llamado Cumiehchúcuaro, que en los pueblos antiguos era el reino de los muertos.
En forma de X, hacen con carrizo un arco, lo forran de cempasúchil, esa flor amarilla de la que ya he hablado y en purépecha se llama “tiringuini tzitziqui”, en estos arcos o estandartes se cuelgan muchas cosas: frutas, pan, flores, figuras de alfeñiques, calaveritas de azúcar, bebidas que preferían los muertos, detalles personales, etc... Y una vez terminado todo, se coloca en el lugar más alto de la ofrenda o como ellos la llaman la huarzácuri, este arco es el más visto y llamativo cuando se mira en la distancia.

                                     Niño en el cementerio. Foto: Julie Sopetrán

Las niñas van vestidas con rebozo y largas faldas, debajo del rebozo llevan blusas de seda, lucen vivos colores, y se destacan los zapatos muy brillantes.  Algunas niñas llevan el delantal bordado.  No en todos los lugares llevan el atuendo típico. En otros visten más normales. Los niños cargan las flores y su misión también es encender las velas y arreglar las tumbas. Saltan de un lado a otro, se ríen y parece que juegan, pero en realidad son observados por sus familiares mayores, que les inculcan las buenas costumbres de los antepasados, enseñándoles cómo deben respetar a los muertos sin tenerles miedo y lo esencial que es cumplir con los ritos y las creencias de su cultura.
            Niña con pétalos de flores para adornar la tumba.  Foto: Julie Sopetrán
A lo largo del cementerio, los niños conversan entre si, tocan a veces instrumentos musicales, participan entre ellos de un mismo sentir, cada niño conoce cada tumba de sus familiares y allí se sientan, contemplan, juegan a mirar, a sentir, a ver… A veces ríen, a veces en silencio expresan todo aquello que las personas mayores no saben expresar: su inocencia, su complicidad con lo infinito.

                            Velación de angelitos. Foto: Julie Sopetrán

Le pregunto a uno de los niños a quien está velando y me dice que a su abuelito, un hermano más pequeño y a su mamá.  No hay tristeza en sus ojos, a él le parece natural la muerte y está aprendiendo tradiciones. Sus familiares a un costado del cementerio lo observan, y como a él a otros muchos niños y niñas. Junto a las paredes del lugar sagrado, muchos padres forman corro y ellos, los niños son los protagonistas de esta velación emocionante. Algunas abuelas sentadas sobre los petates de paja, contemplan a los nietos y nietas en sus actos.
La misión fundamental de esta ceremonia es que los niños y las niñas aprendan y mantengan esa unidad familiar dando culto de amor y respeto a quien se ha ido y vuelve de visita en esta fecha.
La ceremonia suele durar unas tres horas, hace fresco, porque es a primera hora de la mañana, a eso de las diez ya ha terminado todo. Los niños regresan a sus casas y en el cementerio queda el color de la infancia impregnado en las flores, en los cirios encendidos, en la comida cubierta con un paño bordado a punto de cruz. Por la noche esos niños volverán con sus familiares a la velación de los adultos. Pero ellos ya han participado recreando su propia velación.

En el cementerio. Foto: Julie Sopetrán

Viviendo esta ceremonia recordé cuando yo era niña, el miedo que sentía a todo lo que estaba relacionado con la muerte. Incluso cuando mis compañeros del colegio iban a jugar cerca del cementerio, yo me iba al otro extremo del pueblo a contemplar las puestas de sol. No. No soportaba pensar que tenía que morir o que alguien de mi familia muriese. No estaba preparada como estos niños de México, para aceptar tan inmenso misterio. He tenido que crecer para contemplarlos a ellos,  y darme cuenta que la muerte tiene un encanto de color y esencia  por descubrir y  ahora, necesito volver a ser niña para verlo y sentirlo sin ningún miedo. Porque la inocencia es ancestral y ante ella lo incompresible se transfigura y lo esencial se hace más visible y concreto. Necesitamos encender una vela, como los niños, para ponernos en contacto con lo más sencillo, que es en suma lo que nos une.

5 comentarios:

  1. Que interesante.

    Que costumbre tan comùn, (el velar a los muertos) alrededor de todo el mundo!

    Siempre de sprende algo.

    un abrazo.

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  2. Muy buena explicación, Julie de lo que arguemntas de tu visita a México. Hay cosas que en ciertos lugares, he pasado por alto. No obstante, veo que estás muy bien informada.
    Las gentes son muy humildes y extraordinarias en su hospitalidad. México es sin duda, el mejor país del mundo que en el habla del castellano, lo formulan -incluso mejor que España-... Tiene mucho mérito, ya que los invasores hemos sido nosotros y en cambio hablan y promulgan muy bien nuestro lengua y nuestras costumbres... Así como las tradiciones mexicanas.

    Un abrazo muy fuerte y sigue deleitándonos con esto. Es una gran obra la que estás escribiendo.

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  3. Buenas tardes, Julie.

    Interesante ceremonia que normaliza en la mente de los pequeños la idea de lo inevitable, con todo lo positivo que esto conlleva. "Parece natural la muerte": pocas cosas tan naturales como ese cambio de estado. Resulta encantador comprobar cómo en ciertas culturas intentan tomar conciencia de ella en lugar de esquivarla inútilmente. Magnífico.

    Un saludo, Julie.

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  4. Gracias Gaucho por entrar a leer estas costumbres mexicanas. Es cierto que en todas partes se vela a los muertos y en todas partes también se aprende algo nuevo, ante todo, cuando se relaciona con los niños. En España, nunca o pocas veces verás a un niño en un cementerio o en un entierro. Todo lo opuesto a México. Un fuerte abrazo.

    Amigo Quino. Es verdad, las gentes de Méxco son muy acogedoras, creo que en cada país de habla española, cada uno tiene su peculiaridad, pero sí es cierto que México es uno de los países más cercanos a nosotros. O nosotros más cercanos a ellos. Gracias amigo por compartir este pequeño trabajo. Te mando mi cariño y sincera amistad.

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  5. Hola JODIDOS, mientras yo leía tu blog, tú estabas leyendo el mío, coincidencias... Es cierto lo que dices, nada más natural que la muerte, pero no siempre ni en todas las culturas la aceptamos. Por ello México me fascina en este aspecto. Gracias amigo, te mando un fuerte abrazo.

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