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viernes, febrero 26
jueves, junio 14
LOS DIOSES DE MÉXICO
DIOS DE LA MUERTE
Disfrazado de muerte
tocas la piel del mundo,
como si fueras brisa
vestida de colores
Plumas para los tactos
descarnados
o tal vez beso en azul
de llanto contenido
Vienes y vas entre mis soledades
me sonrío del caos
y me dejo envolver por el misterio
de tus identidades.
©Julie Sopetrán
Texto y fotos: Julie
Sopetrán
Tanto me sorprendió en Tlaxcala, contemplar la obra del Maestro
Desiderio Hernández Xochitiotzin, que aún recuerdo sus murales, él expresó
mejor que nadie, la historia y el alma de los dioses mexicanos, sus guerras
sagradas, sus mitos, sus leyendas, esas realidades contadas en el mural,
representadas por el águila, el tigre, el sol, la serpiente, el maíz... La
fuerza y el encanto, las batallas, las creencias, la conquista. Todo está
impreso en el Palacio de Gobierno de Tlaxcala, fue para mi un deleite
contemplar sus murales y conocer en persona al Maestro que me contó ampliamente
los detalles...
Pero otro de los lugares que me impresionó, fue Monte Albán en Oaxaca,
y muy especialmente el Museo de Santo Domingo, donde pude conocer y admirar los
tesoros de la Tumba número siete, dioses, joyas, artefactos curiosos y mi
encuentro con el Dios de la Lluvia: Cozijo, mirándonos, desde las cuencas de
sus ojos milenarios, contacté por primera vez con Meso América. Mirando a este
dios zapoteca comencé a llorar
inexplicablemente. Recuerdo que es el museo más oscuro que he visitado
nunca. Iba mirando los tesoros y de pronto encontré una escultura del dios
Cozijo en el centro del museo, mirándola comencé a llorar, no tenía motivo
alguno para hacerlo, no sabía por qué me emocionaba tanto aquella escultura,
pero lo cierto es que me hablaba en silencio, me envolvía, quise fotografiarlo,
pero no lo conseguía, a fuerza de intentarlo por fin sentí el clic de la
cámara. Pregunté por él en la tienda del Museo y no había nada relacionado, ni
siquiera una postal, sólo me dijeron que era el dios de la lluvia Cozijo.
Regresé a España y desde la piedra milenaria de esta escultura, sé que sus ojos
aún me siguen mirando.
Me traje su foto.
Dioses como Tonacatecuhtli y su esposa Tonacacihuatl. Sus hijos,
Tlatlauhqui, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli. El primero era de
color rojo, el segundo de color negro, el tercero era el Dios de la vida, de la
mañana, del planeta Venus, la serpiente emplumada y el pequeño dicen que nació
sin huesos y vivió seis siglos. Parece que estos dioses crearon al hombre, que
labraba la tierra y a la mujer, que hilaba y tejía, crearon también el fuego y
una parte del sol, dándoles a la vez el maíz para que pudieran alimentarse,
adivinar el futuro y curar sus enfermedades. De esta pareja nacieron los macehuales
que formaron la clase trabajadora de los pueblos indígenas. Estos dioses
crearon también los días, los cielos, el agua y crearon también un caimán, así
nació la tierra y los dioses del agua y de las buenas y las malas lluvias.
Las culturas toltecas, zapotecas, otomíes, mayas, purépechas,
aztecas... Todas tienen sus dioses y diosas. Las danzas, la música, la
tradición, conserva sus nombres, símbolos y leyendas. Aquello autóctono que
parece una fantasía pertenece a esas gentes valientes, honestas, fieles a la
historia, constantes en el empeño de conservar sus dioses.
Dioses que también fueron sanguinarios y demandaban sacrificios
humanos para vencer la oscuridad. Recordemos el origen azteca procedente del
mito Aztlán que significa "lugar de garzas". El Valle de México
estuvo habitado por diferentes pueblos, los aztecas fueron los últimos que allí
vivieron. Luchaban con sus vecinos de Culhuacán y Azcapotzalco. Llegaron al
Anáhuac y, en 1325 fundaron Tenochtitlán que después se llamó México. Vencieron
a los Toltecas y a los chichimecas y se adueñaron del Golfo de México hasta
Guatemala. No podemos olvidar a su Dios
Sol, Huitzilopochtli. Porque los aztecas se consideraban elegidos por el Sol.
Su diosa del Amor era Tlazolteotl.
Tlazolteotl
Ometeotl y Omecihuatl estos nombres significan Señor y Señora, son
dioses de la dualidad. Tezcatlipoca, significa el espejo que humea, se le
relaciona con la luna.
Pero podemos recordar más culturas prehispánicas, todas ellas de gran
importancia en relación con sus innumerables dioses. En la cultura Maya
encontramos a Itzamná, que es el dios de la Sabiduría, creador de la ciencia y
es el ser que se lleva interiormente. Como el dios Serpiente también
relacionado con la Sabiduría, porque sólo siendo sabios podrá comernos el
águila.Yum Kaax, que es el Dios del maíz. Yum Cimil, dios de La Muerte.
Kauil, Dios del fuego. Ix U, Diosa de la luna, es el Dios Madre,
símbolo de la femineidad, de la ternura... Admirando Chichén Itzá, en su Plaza
de las mil columnas o en el Templo de los Guerreros... podemos percibir la
conexión con estos dioses. Los Totonacas en Veracruz, en Tajín, ellos eran politeistas, adoraban
a varios dioses. Tláloc, el Dios de la lluvia. Xipe-Tótec, Dios del maíz y de
la abundancia, representa la fertilidad. Chihuacóatl, la Diosa del viento, fue
la primera mujer en dar a luz, por eso la consideran la patrona de los partos.
En Michoacán, los pueblos Purépechas tienen a Curicaueri, deidad que
da origen al resto de los dioses, que era el gran fuego, la gran hoguera, el
dios sol. Xaratanga, trajo al mundo el maíz. Thares, Upeme y Uazoriquare,
también tienen otros nombres como Curita Caheri, que era el mensajero de los dioses.
Auicanime, la diosa del hambre. Uacúsecha, Tingarata... Y así veían a estos
dioses en forma de águila, piedra, fuego, caimán, porque los indígenas creían que
el origen de su pueblo era divino a través de las cosas que utilizaban. A veces me queda la duda de saber si fueron los hombres los que inventaron a sus dioses, o fueron esos dioses los que crearon a los hombres. Lo que sí es cierto es que ambos se necesitan.
Los nombres de los dioses mexicanos son tan difíciles de pronunciar para
un castellano, que al nombrarlos, se nos traba fácilmente la lengua como por ejemplo cuando
pronunciamos del nombre del dios: Tlacaxipehualiztli, de ahí derivan los ritos de
desollamiento dedicados al dios Xipe-Tópec, dios de la lo nuevo, y todo porque
la tierra cambia su piel muerta por una nueva, que consigue el milagro de la
primavera.
Los dioses tenían que ver con el Universo, incluso con los puntos
cardinales y los colores. Por ejemplo, el oriente, se identificaba con el color
rojo regido por el dios Xipe-Tópec. El poniente por el color blanco, regido por
la Serpiente Emplumada Quetzalcóatl. El
norte por el color amarillo y negro regido por Tezcatlipoca. El sur por el color azul regido por Tlalóc
(Huitzilopochtli en la versión mexica).
Así también el ritual de las ofrendas de comida a los muertos, no es otro
que el alimento de los dioses.
Tlacaxipehualiztli
Es el tiempo y el espacio lo
que dio lugar al mundo prehispánico. Los cuatro Soles destruyeron su eterna
lucha. Luego nació el Quinto Sol en Teotihuacan, en el cual actualmente
vivimos. Cada cincuenta y dos años había una renovación de lo existente, el
Xiuhmolpilli, las cincuenta y dos cañas que simbolizaban el siglo.
Pastor Rouaix, cuando habla
de la fealdad de los dioses, dice que también eran feos los Budas con sus
barrigotas, las Astartés fenicias o las divinidades del viejo Egipto, dioses
convertidos en gatos y otros seres indescriptibles.
En esa conservación de las
tradiciones mexicanas, admiro al danzante azteca soplando el caracol marino,
mientras el otro mueve las sonajas azules. A su lado un músico de Yunuen, Michoacán, lleva colgado un tambor alargado
en forma de animal hecho de un tronco de árbol hueco. En esas danzas mexicanas
viven los dioses, porque sus gentes todavía conservan vivas sus tradiciones y
esto sí que es una magia digna de admirar. La danza es un rito, que todavía nos
habla de oradar las orejas y lengua con espinas de nopal, para que el
movimiento de los danzantes, rememore la sangre de aquellas ofrendas a los
dioses, la danza que nos hace sentir que la lluvia y los rayos y los truenos
eran "el licor de la tierra". Todo para los mexicanos tenía un dios y
el fuego, la música, la danza, pueden ser Macuilxóchitl, Xochiquetzal o
Xochipilli.
Podríamos estar hablando de
los dioses durante muchas horas. Pero he de terminar con una leyenda y un poema.
Dicen que mucho antes de la
llegada de Quetzalcóatl, los aztecas comían animales que cazaban y raíces,
todavía no tenían el maíz porque estaba escondido en algún lugar detrás de las
montañas. Los viejos dioses quisieron separar las montañas pero no lo
conseguían y los aztecas se presentaron ante Quetzalcóatl para que les ayudara
a encontrar el maíz.
Dios de ayer
Quetzalcóatl, les dijo que él encontraría lo que necesitaban. Pero tan poderoso dios no conseguía separar las montañas con su fuerza. Dicen que entonces se convirtió en una hormiga negra y lo acompañó otra hormiga roja y los dos se fueron a las montañas en busca del maíz. Vencieron las dificultades del camino y por fin el gran dios llegó donde estaba el codiciado maíz, tomó un grano maduro entre sus mandíbulas y emprendió su regreso. Cuando llegó entregó el prometido grano de maíz a los necesitados indígenas. Los aztecas plantaron la semilla y fue así como después sembraron y cosecharon. Y gracias a un grano después fueron ricos y vivieron felices creando ciudades y alimentando a sus familias. A partir de entonces Quetzalcóatl se convirtió en el dios más amado porque él fue quien les trajo el maíz no por utilizar su fuerza de separar montañas, fue por su astucia e inteligencia...
Diosa de hoy
El poema al que hacía referencia lo escribí en Oaxaca, después de conocer a Cozijo, el dios de la lluvia, de quien os he hablado anteriormente y con el que quiero terminar por la importancia que tiene mi visión del más allá hispánico.
AQUEL DIVINO ENCUENTRO CON COZIJO
Mirándote a los ojos desde el oscuro centro
supe que hay otra vida más allá de la muerte;
la lluvia de tus montes es blanca en la mirada
y hay que llorar muy hondo para volver a verte.
Me hablaste de las tumbas, de tesoros ocultos
de otra vida lejana guardada en tus arcanos;
me dijiste que el agua es el oro del mundo
y presentí al mirarte, el tacto de tus manos.
La quietud de la piedra conmueve y emociona
porque es la joya viva de todos los momentos;
tú la pusiste a fuego cuando sentí en mi alma
arder uno por uno... todos los sentimientos.
Y hoy que vuelvo a mirarte desde una España ausente
me parece mentira que en el oscuro centro
la lluvia de tus ojos, tan limpia, tan cercana
empape todavía... nuestro divino encuentro.
©Julie Sopetrán
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