El Congreso tuvo una gran relevancia y fue un placer compartir con los ponentes, no sólo las ideas, sino también la música, los corridos y el acercamiento que surgió del encuentro compartido. En la clausura actuaron varios grupos de Michoacán y todos quedamos a la espera de un próximo encuentro.
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Han sido varias las personas que me han pedido el contenido de mi participación en este Congreso Internacional del Corrido Mexicano. Para estas personas, para mis amigos y para quienes quiera leerlo, inserto aquí mi ponencia. Admito críticas, comentarios, sugerencias, opiniones... ya que soy novicia en el tema. Muchas gracias.
UN VIAJE DE 200 AÑOS DE HISTORIA CON JUAN DIEGO RAZO OLIVA.
(Una visión desde España del Corrido Mexicano)
SEPTIMO CONGRESO INTERNACIONAL DEL CORRIDO – Morelia (Michoacán)
Por Julie Sopetrán (España)
Comienzo esta conferencia con un corrido inédito, creado por la mexicana, con residencia en España, Roxana Río. Ella compuso este corrido en Madrid, cuando se casaron los Príncipes, y ha querido prestármelo para que lo presente en este Congreso, así pues, con su autorización lo vamos a escuchar. No sin antes agradecerles esta invitación a participar en el VII Congreso del Corrido en Morelia. Es para mí un placer no sólo participar sino aprender de todos Vds., la vivencia y las enseñanzas del corrido mexicano.
El Profesor Juan Diego Razo Oliva, me ha llevado de lleno, con su antología, al corrido mexicano que tanto tiene que ver con la tradición oral española, y también a la inversa, cual viaje de ida y vuelta en intercambios musicales de los dos países. Nuestra educación oral está fundada y reconstruida desde los propios cantos de la abuela que han recogido los sabores y los sentires de cada época en relación con la historia o como refiere Menéndez Pidal, “al calor de los acontecimientos” que es así como surgen los cantares que permanecen fijos en nuestra memoria.
Recuerdo canciones de cuando era niña, “La Cucaracha”, “Adelita”, “De piedra ha de ser la cama”, “La llorona” y tantos sones y acordes conocidos y tan populares en México como en España. Han pasado años cantando en cada rincón y hogar de mi tierra, estas canciones de México que no sólo mi abuela, sino mi hermano cantaba cuando iba arando los campos en su tractor, o cuando ponía la música en su automóvil, y que, curiosamente, la gente se aprendía de memoria para divertirse y no olvidar. Así se repetía cada estrofa en los acontecimientos familiares o en comunidad o en el propio recogimiento de la necesidad personal.
Con esto quiero expresar la vigencia estable y la autenticidad del corrido mexicano en España, en todas las regiones y especialmente en Castilla. No podemos descartar en esta comunión de influencias, la árabe, muy marcada en nuestro Romancero Tradicional transmitido oralmente por los juglares.
Si fueron dos andaluces, (un soldado y un clérigo) Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar, los dos primeros colonos españoles que allá en 1512, llegaron perdidos a la costa de Yucatán, bien podríamos decir que el primer canto español en México fue andaluz, porque uno era de Huelva y el otro de Sevilla y después, extremeños, castellanos, vascos, gallegos, catalanes, asturianos… todos y cada uno, sin duda, dejó en México su propio cantar.
Una fusión de tradiciones orales vivas, que mezcladas con las autóctonas de México, dieron vigor y vida al corrido mexicano. Estos clérigos, escribanos, colonizadores, conocían muy bien el romance, el zéjel, las jarchas, las coplas y los cancioneros, que eran los mejores periódicos de la época. Aquellos sonecitos y jarabes criticando a la Corona Española y al clero, no son sino la herencia del romance contando y cantando las hazañas y desventuras de moros y cristianos o la picaresca de las coplas de picadillo que los amantes se transmitían a través de las rejas de las ventanas a la luz de la luna o las rondas tradicionales de Los Mayos en España primero y, luego en México.
Y en esta introducción no puedo mostrarme indiferente ante el Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana. Quiero rendir mi homenaje al Grito, el grito que es también Corrido, el grito que es pensamiento antiguo y contemporáneo, amor, miedo, revolución, queja, clamor, reclamo, vida y muerte…
Frente al Grito de Dolores con el Padre Hidalgo, otros gritos me parecen pequeños, diminutos: el grito de Munch, por ejemplo, es tan sólo un bosquejo de grito pintado. El grito de los Tambores Lejanos de Wilhelm, se desvanece en el recuerdo. El grito de Tarzan se diluye en la selva… El grito del Padre Hidalgo fue un grito de la calle, de la tierra, de justicia, de socorro. Fue un grito creativo, sagrado, puso su grito en el cielo y las campanas se callaron para que no fuera un grito sordo, para que a voz en grito el pueblo se levantara, para que a grito pelado, la voz sonara en grito de batalla. Y fue así como el grito se alzó y a él se unió la mismísima Virgen de Guadalupe y, esa voz en voces, emitida con mucha fuerza, ha llegado hasta hoy y ahora a todas las almas sensibles del mundo, sobre todo del mundo que hablamos el mismo idioma que el Padre Don Miguel Hidalgo y Costilla. Su grito, es el corrido mexicano, mejor cantado de la historia de México.
“Quien en un lugar mora / siempre lo suyo puede menguar” dice el Cantar del Mío Cid. No sucede esto con el corrido mexicano, ni con las influencias de músicas comparativas de España y México o México y España. Porque las dos se fusionan en intercambios, desde la Conquista hasta nuestros días. No podemos decir lo mismo de las músicas de otros lugares hispanos de uno y otro lado del océano. Todo lo que suena arraiga en la riqueza de nuestra lengua, se nutre de los vocablos primitivos, tanto germánicos, como mayas, tanto griegos, como purépechas, tanto árabes como aztecas… En nuestra manera de hablar y cantar hay sones comunes y a la vez diferentes y eso es la música. Pero en la música es importante también el silencio y el tiempo. Ese espacio donde creamos vínculos porque es en la analogía de las palabras donde se esconden nuestras raíces. En la sintaxis abrazamos y enlazamos nuestros orígenes de la poesía y en la fonética somos, creamos un mismo sonido de lenguaje y es entonces cuando cantamos las diferentes ideas y sucesos. Es cierto que nuestras cuerdas vocales respiran diferentes aires, porque somos voces inarticuladas, somos gritos y hemos sido onomatopeya antes que palabra articulada, vocales y consonantes fuertes y débiles, recreadoras de ecos ancestrales.
Escuchamos y repetimos y damos a nuestra música, la historia, yendo en todas las direcciones del aire que nos lleva y que nos trae al propio encuentro. Por ello, nuestra lengua seduce al mundo desde la voz que es el corrido. El verso octosílabo que es el romance, expresa un sentimiento completo que puede ser variable o invariable.
Como los mismos géneros de nuestra lengua el corrido creció masculino, así vemos que en España, pocas veces nos hablan de mujeres juglares, o juglaresas, también la juglaría es masculina. Quiero hacer un paréntesis, sí hubo una juglaresa o mejor dicho una trovadora distinguida: Eleonor o Leonor de Aquitania, (1122-1204) reina de Francia y de Inglaterra y nieta del primer trovador Guillermo de Poitiers. Se perdieron sus trovas pero quedó su testimonio.
Decía anteriormente, que los géneros, también son neutros, comunes, epiceno y ambiguos. Leyendo la Antología del Profesor Juan Diego Razo Oliva, observo la masculinidad, la figura del macho en el corrido. El caballo, el revolver y “la” muerte, lo femenino secundando el valor y la bravura o muriendo de amor en los brazos del más valiente.
Leyendo la Antología mencionada, identifico más al corrido con el Cantar del Mio Cid, con el romance declamado o recitado por juglares, trovadores o segreres. Y es ahí donde encuentro la gran diferencia entre corrido y romance. El romance es recitado en su mayoría y el corrido es cantado casi en su totalidad.
Fueron los primeros juglares y después, los poetas, entre 1083 y 1093 cuando en España convivían musulmanes y cristianos, Castilla y el Al-Andalus, determinaban fuertes lazos de convivencia. Más machismo añadido. Aunque la cultura árabe en aquella época era superior a la occidental. Menéndez Pidal señala el hecho importante que acaece en esa mitad del Siglo XII, cuando un juglar desconocido de Medinaceli, provincia de Soria, escribe el Poema del Mío Cid. Se ignora en qué fecha lo compuso y quien fue el autor.
El único ejemplar que existe en la Biblioteca Nacional de Madrid, data del siglo XII y es una copia de otro ejemplar anterior de tradición oral. Entre los muchos personajes que cuenta este cantar descubrimos la figura de Doña Jimena, esposa del Cid, su hijo Diego, entre otros familiares y amigos, así como el nombre de su caballo, Babieca y, de su espada, Tizona. Vemos que para el Cid la familia era muy importante, (como lo era también para el Padre Hidalgo, incluido en su grito: “Viva la familia”). Y todas estas características, las encontramos igualmente en los corridos, la tradición oral, permanece, se hace romance en torno al Cid y corrido en torno a tantos héroes mexicanos, guerrilleros, luchadores, generales, sacerdotes, bandoleros, toreros, capitanes, nombres propios imborrables como el Padre Hidalgo, Zapata, Pancho Villa, Morelos y tantos hombres de bien que triunfaron con sus ideas en la desesperanza…
Los juglares se inspiran en las hazañas, es el tema central, en el Cid es la restauración del honor perdido por un destierro injusto, en el corrido sucede lo mismo, hay una razón injusta, una lucha, una añoranza por conseguir justicia. En ambos el caballo, es importante. En uno la espada en otro el revolver. Pero no deja de ser lo lírico, lo épico y lo dramático que se completan en los géneros tanto en el romance como en el corrido. Incluso concibo más el ritmo en el corrido por ser melodía, por ser armonía, por ser también música. El romance guarda más su silencio por ser sólo voz…
Crecí escuchando las voces de los arrieros, de los segadores, de mi padre cuando labraba las tierras con mulas y bueyes, siempre cantaba canciones populares. Las nanas, las canciones de los soldados en la post guerra, aquellas canciones expresaban un grito ancestral que es el que marca las diferencias y a la vez las une. Ahora no se escucha canción alguna en los campos, el mundo ha cambiado, ¿Tendríamos que volver a esas canciones para responder al Grito de Dolores?
¿Dónde se fueron las peteneras, las serranas, las jotas, los jaleos, las rondeñas, los vitos, las folias, las saetas, las granadinas, los fandangos, los olés, las trovadas, las nanas, las cañas…, por comentar algunos de nuestros cantares?
La Edad Media, la Iglesia, los Trovadores, España colonizadora, ha sido rica en canciones populares, la más rica de Europa por sus variedades étnicas, desde los íberos, los celtas, los fenicios, los romanos, los griegos, los visigodos, suevos alanos y vándalos, los árabes, los judíos, los peregrinos… Esa riqueza unida a las culturas indígenas mexicanas, ha engendrado la fuerza y el vigor que hoy tiene en el mundo la música del corrido de México.
De la influencia indígena, europea y africana, nace la música mestiza que es la que hoy predomina en América, pero lo curioso es que en España no se cantan otros sones que no sean de México, cuando nos reunimos un grupo de amigos no cantamos con la música mapuche, o la cueca de Chile, ni tampoco con la marinera peruana o los sones de la marimba guatemalteca, desconocemos los pasillos y los sanjuanitos de Ecuador, ignoramos la cumbia colombiana, poco sabemos de la milonga costarriqueña, aunque se hizo popular en España la bachata y el merengue; también el reggaetón de Puerto Rico; tal vez estamos más familiarizados con Argentina por el tango o con Cuba por la salsa, el mambo y el cha cha cha, pero no consiguen la popularidad del corrido o del bolero mexicano. Ni siquiera Brasil con su bossa nova llega a completar el éxito del corrido.
Volviendo a la época de la colonia, me pongo en lugar de las gentes indígenas escuchando aquellos nuevos cantares religiosos, profanos… Me acerco al gran silencio del tambor hecho con troncos de madera hueca, lo más parecido a las marimbas, la flauta de barro cocido o de carrizo y caña, el caracol marino horadado en uno de sus extremos ofreciendo un sonido ronco y fuerte, o el raspador de fémures humanos y las sonajas de semillas, los silbatos, las piedrecillas metidas en los carapachos de tortuga, las calabazas huecas y las conchas marinas… Todos estos instrumentos ¿quedarían callados? Me llegan sus gritos ululantes, doloridos, tristes, fúnebres, alegres, libres, oprimidos.
Aquellas danzas sangradas, rituales, “mitotes”, máscaras, danzas totémicas desaparecidas. Mi respeto para estos pueblos creadores mexicanos, para el indígena que se convirtió en alumno y aprendió con rapidez a tocar y a cantar, a componer y a crear nuevos instrumentos musicales. Cada provincia encontró su modalidad. Y fue en esa revolución de 1910 cuando México se enriqueció de corridos y de baladas , los soldados expresaban su sentir en los cuarteles, los Maestros de Música compusieron canciones inolvidables, los sectores sociales se unieron no sólo a las armas de la revolución, sino también a esas canciones con las que se sentían identificados. Porque el ser humano imita, anima, aprende, se contagia, produce su música y la palabra es su ofrenda es su líder al que está agradecido.
Tanto los romances como los corridos, tienen su momento que enaltece la vida colectiva: son canto para la siembra, para la cosecha, para la pesca, para pedir la lluvia, para dar gracias, para reír, para llorar, están llenos de simbolismo, de esa esencia y vitalidad humana que los distingue.
Quiero terminar esta exposición, recordando una de las reglas de la juglaría que nos puede servir para enaltecer el arte de trovar y para saber lo que era el periodismo en la Edad Media, una fiesta de recursos que la historia convirtió en música, en canción, en romance y en corrido. Porque es el divertimento, el juego, la poesía, la música, el arte, lo que hace felices a los pueblos. Lo que nos une, lo que crea y recrea las identidades.
“ Sepas bien inventar y rimar y en apuestas y concursos dar buenos acertijos… con garbo tocar
el tambor y los platillos y la rústica lira. Has de saber echar manzanitas al aire y cazarlas al vuelo con cuchillos; imitar el canto de las aves, hacer juegos de manos con los naipes y saltar a través de cuatro aros.
Has de saber tocar la citola y mandolina, el monocordio y la guitarra, has de saber encordar la rotta de diecisiete cuerdas; tratar bien el arpa y acompañar con la viola para hacer más agradable el canto juglar: debes saber componer y arreglar nueve instrumentos (vielle, zampoña, flauta, arpa, lira, viola, decacordio, salterio y rotta) si aprendes a tocarlos bien, estarás en condiciones de satisfacer a todas las exigencias. Toca también el organillo y haz sonar los cascabeles”.
Estos eran los instrumentos musicales de la época, no olvidemos que el gran acontecimiento histórico de la Edad Media, fueron “Las Cruzadas” , los trovadores nacen al fuego de las hazañas, las aventuras, son guerreros movidos por la fe cristiana y esto es lo que dio nacimiento a los cantares de gesta. La ausencia y la lejanía del ser amado, de la esposa, de la hija, de la mujer amada de sus sueños fueron el estímulo para sus cantares y esos cantares favorecieron el culto y la devoción a la mujer como mujer. El trovado es el cantor noble y el juglar es el plebeyo, el más vulgar; los intermedios son los segreres, los hidalgos y los escuderos. Los trovadores componían en la Lengua del Norte y los juglares en la de Mediodía. El Rey Alfonso el Sabio fue trovador y desarrolló la cantiga que carece de estribillo y se diferencia del romance porque es cantada, tanto la letra como la música, la componían los trovadores. Está compuesta por versos octosílabos o endecasílabos El juglar es el que cantaba lo que los trovadores componían. Las más famosas cantigas son las gallegoportuguesas, recogidas en el cancionero. Existen cantigas de amor, de amigo y de escarnio. También existe la cantiga de maldecir. Las de Santa María. Y no podemos olvidar las cantigas de Sefarad o sefarditas. La cantiga no es tan popular como el romance, no llega tan directamente al pueblo llano. Es más sofisticada y culta.
La historia ha mezclado a trovadores, juglares y segreres, a ese conjunto de conocimientos se les dio el nombre de “Gay Saber” y mucho de lo que sabemos y aprendemos se lo debemos a ellos. Y también gracias al Profesor Juan Diego Razo Oliva, leyendo su Antología de Corridos Históricos de la Tradición del Bajío, he conocido más de cerca a México, sus héroes, sus gentes, sus corridos, su geografía, su dimensión cósmica, sobrenatural y humana. Me he percatado que el corrido da cuenta de hechos históricos, se apega al sentimiento y, como el pueblo, es pícaro, corteja, declama, juega con la voz, expresa la pasión, el despecho, la soledad, el odio, el amor, la muerte, el corrido no sólo pide permiso para la interpretación, sino que se adentra en el corazón mismo del ser para hablarle de un montón de cosas que pasan, que suceden, y después de narrar su historia, se despide con su arpa, su guitarra y su vihuela…
Y ese es el gran poder y la grandiosidad de La Palabra escrita, hablada, cantada y transmitida a los demás a través de los tiempos con todas sus batallas y revoluciones.
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PRESENTACIÓN DEL LIBRO: “CORRIDOS HISTÓRICOS DE LA TRADICIÓN DEL BAJÍO” De Juan Diego Razo Oliva. Dos tomos artesanales y bellamente editados por Editorial Jitanjáfora de Morelia - Michoacán.
Por Julie Sopetrán
Juan Diego Razo Oliva - Autor del libro.
Foto: Julie Sopetrán
No es fácil para mí, por ser española y desconocer muchos detalles, presentar esta antología. Conocí parte de El Bajío, en mis viajes anteriores cuando visité Zamora y algunos lugares del Noroeste Michoacano, cuando viajé a Jacona, Guanajuato y también Jalisco… Me impresionaron sus llanos, sus cerros, sus lagunas, también conocí el Lago de Chapala en Jalisco. Digo esto, porque es necesario situarse en la región de la que habla el Profesor Juan Diego Razo Oliva. Es importante conocer la historia para poder hablar de ella y, la historia que nos enseñan de algunos lugares, luego no coincide con la realidad del mismo. Tal vez porque algunos historiadores escribieron de memoria lo que a otros les convenía divulgar. Lo importante es conocer la historia en directo, en vivo, tal como lo ha hecho y descrito nuestro autor. La lectura de esta antología me hizo recordar gentes que conocí en California y que procedían de El Bajío, como Isabel Amezquita, que emigró a Redwood City, California y pasó el Río Grande con los hijos que dejó por el camino en la Revolución de 1910 con Pancho Villa. Ella nació en un ranchito de El Bajío, en Jalisco. Leyendo esta antología la he recordado porque ella me hablaba en directo de la Revolución, de su esposo que trabajaba en el ferrocarril, en el traque del que habla Razo Oliva, me decía también de los caminos, de las vicisitudes que pasó y el contacto directo con Pancho Villa, que según comentaba, les ayudaba con comida a ella y a su familia.