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jueves, julio 14

UN AGUSTINO QUE MERECE SER RECORDADO: FRAY ALONSO DE LA VERA CRUZ


Por Julie Sopetrán


LOS AGUSTINOS

Mucho se ha hablado de los misioneros españoles en América, los hubo buenos y malos, avaros y generosos, dedicados a la misión y dedicados a otras cosas no tan altruistas. Entre estos misioneros buenos, encontramos a Fray Alonso de la Vera Cruz, agustino, partió de Castilla hacia la Nueva España en el año de 1533 arribó en el Puerto de la Veracruz. Fueron siete los agustinos de la “nueva barcada”, el pueblo los llamó “Los siete de la Fama”, primero se encaminaron a la ciudad de México, durante cuarenta días fueron acogidos por los padres dominicos que habían llegado seis años antes que ellos. Más tarde, alquilaron una casa y fundaron su propio convento. Su misión, era la de predicar el evangelio a los indígenas, por lo que pidieron permiso a la Audiencia  Real para llegar a las provincias más apartadas. Ni los dominicos  ni los franciscanos, estos últimos llevaban ya nueve años en México, ninguno había llevado esta nueva predicación del evangelio a los pueblos nativos.  Se les concedió la licencia y los siete agustinos se repartieron diferentes lugares.

                                                                                         Tiripetío. Morelia  (Michoacán)

En cuatro años estos misioneros evangelizaron diferentes provincias, El Marquesado, Tlapa y Chilapa; su misión era la de bautizar, administrar sacramentos, celebrar la santa misa, derribar templos de la idolatría y edificar hermosísimas iglesias donde Cristo fuera reverenciado, edificios y templos que fueron los primeros que los agustinos crearon en la Nueva España. 
En 1537 iniciaron la organización del pueblo y la construcción de edificios, evangelizaron distintas poblaciones de la Tierra Caliente, lugar árido y de mucho calor, que según cuentan estaba llena de “mosquitos y malas sabandijas” y donde había más idolatría y el demonio habitaba a su libre albedrío. Se sumaron más agustinos venidos de España, les ayudó don Juan Alvarado, “caballero muy cristiano” que incluso les dio posada en su casa, para que desde allí se lanzaran a evangelizar la Tierra Caliente.

Así llegaron a la encomienda de Tiripetío. Este nombre significa “lugar de oro”. Los indígenas hacen referencia al valor espiritual y religioso que ellos le daban a la población, creyendo que aquel era un lugar divino. Pues aunque allí existen unas minas, se dice que nunca hubo oro. Hirepan y Tangaxoan fueron los que conquistaron Tiripetío, a mediados del siglo XIV, ellos eran los sobrinos de Tariacuri y gobernaban el Reino que según cuenta la Relación de Michoacán, tenían su capital en Tzintzuntzan.
 “En la cabecera había más de cinco mil vecinos y tenía muchas Visitas tres leguas en contorno”. Dicen que en este lugar habitaba buena gente. Esta gente vivía en “riscos, bohíos, cabañas o chosas rústicas, sin trazas de edificios”. Los agustinos, ayudados por maestros venidos de México trazaron las calles y plazas. Se trajo el agua de dos leguas con buenas cañerías… Y también se les enseñó a los nativos distintos oficios necesarios para vivir, sastrería, carpintería, herrería, tintoreros, pintores, canteros…

                                                 Capital del Reino purepecha: Pirámides de Tzintzuntzan.

Tiripetío era la escuela de todos los oficios convirtiéndose en el centro cultural de aquellos pueblos de Michoacán.  La construcción de la Iglesia duró diez años, se comenzó en 1538 y se terminó en 1548. Al oriente del pueblo levantaron, los agustinos, ayudados por las manos nativas, el Hospital. Y también la Escuela, los niños desde los ocho años aprendían a leer, escribir y cantar. Ya era famoso su órgano en aquella época. Llevaron los instrumentos musicales desde Toledo, España. Y dicen que los jóvenes indios de Tiripetío eran eminentes en el arte de la música. También construyeron el Convento, les llevó terminarlo dos años y medio, lo hicieron todo de cantería, un claustro pequeño junto a la iglesia, todo de madera y unas diez y seis celdas pequeñas de cuatro varas cada una, abajo el refectorio.

Exconvento aagustino. Foto: Agustín Ruíz

De este pueblo de Tiripetío, antiguos documentos dicen que “está cercado de muchas aguas, lindos campos que con la abundancia de las aguas son amenos, lindas ciénagas para ganado, y en cuanto a las vistas de oriente, poniente y medio día, sumamente agradables… tiene el monte que abriga su viento, el temple es frío por estar fundado en las haldas de esta tierra.”
Tiripetío era ya el centro cultural de Michoacán, y las construcciones seguirían dando color y vida a lo emprendido.
Este lugar era el indicado para crear la Primera Casa de Estudios Mayores de toda la Nueva España de los Agustinos. “Poner una casa con muchos frailes” ese fue su objetivo para seguir conquistando espiritualmente la Tierra Caliente. El Convento estaba terminado, ese era el lugar indicado para maestros y lectores, para poder enseñar cursos, para que vinieran más agustinos a predicar el Evangelio, el lugar era tan apropiado que se pondría en marcha la Casa de Estudios Mayores de Tiripetío, su padre provincial era Jorge de Ávila, uno de los siete primeros agustinos de los que hablaba al principio y fue él, quien ordenó que viniera a la Nueva España fray Alonso de la Veracruz, para leer un curso de Artes (Filosofía) y también de Teología y así él aprendiera la lengua tarasca.


FRAY ALONSO DE LA VERACRUZ

Fray Alonso de la Veracruz nació en 1504, en el siglo XVI, muy cerca de donde yo vivo hoy, Caspueñas, provincia de Guadalajara en España, sus padres, muy bien acomodados, doña Leonor Gutiérrez y don Francisco Gutiérrez, dieron a su hijo una buena educación.

                                En este pueblecito de Caspueñas (Guadalajara) España, nació Fray Alonso de la Vera Cruz (Foto: Julie Sopetrán)

Terminadas las primeras letras, lo mandaron a estudiar humanidades a la Universidad Complutense de Alcalá de Henares. Universidad fundada en 1508 por el Cardenal Cisneros.  Allí terminó sus estudios en el “ciclo humanístico del Trivium medieval: gramática, retórica y dialéctica”.


Placa Homenaje a Fray Alonso que se encuentra en la pared de la Iglesia Parroquial de Caspueñas (Foto: Julie Sopetrán)

Imaginamos que uno de sus profesores fue Antonio de Nebrija. De Alcalá Fray Alonso marchó a la Universidad de Salamanca donde concluyó sus cursos de filosofía (Artes) y teología, teniendo como profesores dominicos a Francisco de Vitoria y Domingo de Soto que lo dirigieron hacia la filosofía tomista, siendo además de filósofo un gran teólogo y jurista. Dicen que Alonso Gutiérrez fue un gran estudiante. Terminados sus estudios se convirtió en Maestro en Teología, aunque no era fraile se ordenó de sacerdote secular. Más tarde se le nombró catedrático de la universidad salmantina donde dio un curso de Filosofía. Don Iñigo López Hurtado de Mendoza, cuarto duque del Infantado, le confió la educación de dos de sus hijos.

                                                                                  
 Fray Alonso de la Vera Cruz

Su Maestro Victoria ya le había hablado a Fray Alonso, de los indios, y esto le sedujo a tal extremo, que ante la necesidad de un profesor de Filosofía en Tiripetío aceptó “seguir a un fraile que no conocía” y llegar a “tierras que tampoco conocía” sin tratar siquiera lo que le habrían de dar a cambio.  Y fue así como en la “tercera barcada” de agustinos Fray Francisco de la Cruz y Alonso Gutiérrez, zarparon de Sevilla a México. El barco era inseguro y desprovisto de comodidad, su aventura era ya con el Nuevo Mundo. Y fue en ese camino de agua y turbulencia, el Padre de la Cruz, inculcó en Fray Alonso el deseo de vestir el hábito agustino. Cambió su apellido Gutiérrez por el de Vera Cruz. Llegaron a México el 2 de Julio de 1536. Durante un año fue novicio en el convento de Santa María de Gracia y “salió bien enseñado de las cosas de virtud”. Más tarde fue Maestro de Novicios durante tres años. Y ya definitivamente en 1540, tenía entonces 35 años, era un acreditado Scholastico o Magíster, así se llamaba en la Alta Edad Media al maestro que enseñaba en las escuelas catedralicias. Le mandaron a la Casa de Estudios Mayores en Tiripetío. Allí sería formador de futuros misioneros. Aprendió la lengua tarasca y adoctrinó en ella a los indios, acompañado de sus alumnos. Enseñaba Gramática, Lógica, Retórica, Geometría, Aritmética, Astronomía y Música, pero especialmente Filosofía y Teología.
 
Fray Alonso de la Vera Cruz en su cátedra de Tiripetío. Oleo anónimo. Se encuentra en la Sacristía de San Agustín en Morelia
Según explica Juan Hernández de Luna, Director Fundador  del Centro de Estudios sobre la cultura Nicolaita, del que recojo estos datos, “en las universidades españolas y en general en todas las universidades europeas de entonces, para enseñar artes liberales era necesario primero haber cursado el bachillerato, después la licenciatura, luego dar la primera lección y recibir el título de maestro en artes. Si tras de esto se quería llegar a ser teólogo, debía cursar tres bachilleratos y luego su licenciatura, con la cual podía llegar a ser maestro y doctor en teología. Respecto a la edad se requería para enseñar artes liberales o filosofía tener por lo menos veintiún años y treinta y cuatro para enseñar teología”.
Por ello, Fray Alonso llevó a México, cursos de Artes vigentes en las universidades europeas de aquella época, creando una escuela de afianzada estructura cultural y humanística. El curso alonsino de artes, lo escribió en latín en Tiripetío y luego lo publicó en México son tres obras que llevan por título: Recognitio Summularum, (1554) Dialéctica Resoilutio (1554) y Physica Speculatio (1557).

De 1540 a 1546 llamaban a Tiripetío la Jerusalén de Michoacán. Gracias a hombres como Fray Alonso de la Veracruz podemos leer:
“Tiripetío fue el primer lugar por lo menos para la Orden N.P.S. Agustín, donde se comenzó a leer públicamente en en cátedra, las mayores de Artes y Teología. Aquí vino el hijo del Rey purépecha Caltzontzin, que había vivido en Tzintzuntzan, D. Antonio, para que el P. Maestro le enseñase, que es circunstancia que ennoblece este estudio, ver por oyente un hijo de un Rey, el cual salió muy hábil. De donde se conocerá la capacidad de los naturales”.
La teoría y la práctica iban unidas en sus enseñanzas, el pensamiento era acción.  No tenía significado su filosofía si no la ponía en práctica con sus alumnos, su base era el rigor y la seriedad académica, la ética y la moral. Él salía con sus alumnos a Tierra Caliente a administrar y predicar el Evangelio y lo que les había explicado en el aula, había que ponerlo en la práctica. Él fue el primero que dio la comunión a los tarascos. Mucho se ha escrito de Fray Alonso y también mucho de su autoría se habrá perdido.
Según Mari luz Suárez Herrera, el estadounidense Ernest Joseph Burrus, de el Paso, Texas, padre general de la Compañía de Jesús, en 1950, estudiando sobre obras históricas de México, en una biblioteca privada, encuentra unos escritos de Fray Alonso y es autor de 5 tomos  de los artículos perdidos  y desconocidos del agustino alcarreño.
Fray Alonso fue uno de esos hombres cultos, que defendió a los indios, que les enseñó lo que él había aprendido, que compartió el fruto de su vida y su inteligencia, fue una de esas voces que defendió los derechos humanos y clamó contra la esclavitud. Fue pionero de la filosofía escolástica en México, no sólo fundó cátedras, colegios, bibliotecas sino que creó también la universidad. Fundó Casas de Estudios Mayores en Tiripetio, Páztcuaro, Tacámbaro y Atotonilco. Sus obras filosóficas fueron las primeras editadas en el Nuevo Mundo. Sucedió a Vasco de Quiroga en el gobierno del obispado de Michoacán. Fundó varios conventos. Fue catedrático en la Universidad de México Este gran pionero de la cultura es para el pensamiento novohispano, todo un héroe que apenas es hoy conocido en España. Funda el Colegio de San Pablo. Envía religiosos a Filipinas. Y él es el primer profesor y catedrático de Filosofía en México y en el Continente Americano. Lo que verdaderamente admiro de este hombre es su entrega, al amor.


Él escribió sobre esas cosas que no justifican la guerra de conquista hecha a los indios. Viaja a España, con el fin de que los indios no paguen diezmos. Le ofrecen varios puestos de trabajo pero no los acepta y vuelve a su misión. Su obra es apasionante. No le gusta el modo como se llevó a cabo la conquista y en su obra explica su filosofía que da para muchas horas de reflexión. «¿Cómo se piensa bien? ¿Qué relación hay entre el pensar y el ser? ¿Qué es la naturaleza? ¿Qué es el alma?». Muchas preguntas pero lo que verdaderamente admiro de este hombre es su entrega, a su fe, a sus creencias, a los indios, al amor.
Murió en la ciudad de México,  en el Colegio de San Pablo 1584, donde hoy se encuentran sus restos.


lunes, junio 27

LAS ROSAS: EL PRIMER CONSERVATORIO DE AMÉRICA

                                                                     

Texto y fotos: Julie Sopetrán


Tal vez fue Fray Junípero Serra, quien primero llevó la música a América en 1749. Esa era la idea que yo tenía, hasta que llegué a Morelia. Junto a la barroca iglesia de Santa Rosa de Lima, se encuentra el famoso Conservatorio de Música de las Rosas. Fue en el año de 1743, cuando se fundó, en la ciudad de Morelia, conocida también como la antigua Valladolid, el Colegio Santa Rosa de Santa María, así nace el primer Conservatorio de América.  Después de tantos años, y en el mismo lugar, se sigue conservando esta institución, nacida de aquellas influencias de las escuelas de música en Europa durante el siglo XVII. Por ello, Morelia, en México, ayer y hoy es la ciudad de la Música.

El Conservatorio de las Rosas conserva el privilegio de ser el lugar donde se escribió la primera sinfonía del nuevo mundo, compuesta por don Antonio Sarrier. ¿Quién no ha oído nombrar a Los Niños Cantores de Morelia? ¿Qué turista que visite esta hermosa ciudad, no se ha adentrado en el Conservatorio y ha escuchado y sentido los acordes de un chelo entre sus muros? Muros que fueron del convento dominico de las monjas de Santa Catalina de Siena (1590-1738) Monjas Catarinas, dedicadas a la educación especial de la mujer, como eran las mujeres indígenas y las mestizas, las criollas y las que llegaban de España.  El Obispo Fray Alonso Guerra, promovió y realizó la fundación de este convento de Santa Catalina, conocido como el conjunto de Las Rosas.Según el padre franciscano Fray Juan de Serpa, el convento en el siglo XVII, albergaba unas veinte monjas de las cuales diez eran madres profesas y once eran novicias de velo.

Estudiante practicando en el patio.

El nuevo obispo fraile Marcos Ramírez de Prado, sacó de la pobreza a las monjas. Aunque también dicen que había un Santo Cristo, muy milagroso, la gente acude o acudía a pedirle en sus necesidades, conocido como “El Cristo de las monjas” al que cada semana se le ofrecía una misa cantada. Estas monjas tomaban el hábito a “título de músicas y buenas voces” las monjas recibían su certificado especial, no sólo por ser aptas para el Choro, algunas eran “bajoneras”, otras se recibían de organistas, solfeo, violinistas, canto… Eran tan expertas en música, que el obispo Ramírez de Prado ordenó que: “a la monja que hiciera el oficio de vicaria de coro se le den treinta pesos en cada un año, para papel de chanzonetas, aderezo de guitarras y otros instrumentos necesarios y gastos que se oficien en el dicho Choro… porque cada día va en aumento la música, de que tanto se sirve Nuestro Señor y a los fieles se aumenta la devoción”.

La vida de estas monjas era ejemplar y su dedicación además de educar a los niños y a las jóvenes, su vida estaba vinculada de alguna forma a la música sacra y el canto litúrgico. Las monjas se trasladaron a un nuevo convento en 1738, en la misma ciudad de Morelia, el lugar todavía hoy es conocido como “las Monjas”.Fueron muchas las actividades que se realizaron después en este lugar, según cuenta la historia. La educación de la mujer fue siempre el objetivo central. Pero sobre todo… la enseñanza de la  música. Después de muchos proyectos, el Obispo Matos Coronado, quiso comprar a las monjas el edificio, que en su momento estaba habitado por un carpintero, que ocupaba el lugar, bastante ruinoso. Las monjas quisieron regalárselo al Obispo, pero éste lo adquirió por seis mil pesos mexicanos.

El Obispo murió  y fue la rectora, vicerrectora y secretaria del colegio, las que protegieron el lugar. Con aprobación del cabildo, quedó durante veinte años, como superintendente y protector, el canónigo don Francisco Xavier Vélez de Guevara el que protegió distintas comunidades que por allí pasaron. Son muchas las curiosidades de este lugar, como por ejemplo, para el ingreso en el colegio de estas mujeres que oscilaban entre los 15 y 25 años, deberían hacer un informe de “pureza de sangre”, para probar legítimamente que eran de origen español las ingresadas.  

Cuando murió el obispo Vélez de Guevara, se convirtió en escuela pública, aunque se seguía pagando un pupilaje. Según las investigaciones del maestro Miguel Bernal Jiménez, (1930), la Escoleta de Música del Colegio de Santa Rosa de Santa María, es la primera de América. Ya que el canónigo Francisco Xavier Vélez de Guevara, a su muerte, legó al colegio la cantidad de cuatro mil pesos a condición tener en esta Escoleta a dos maestros, como mínimo, peritos en el arte de la música para impartir tal enseñanza.  Fue él el fundador de dicha escuela. Su mayor esplendor fue de 1767 a 1783,  el colegio superó después varias crisis, pero ahí quedan los nombres de los grandes profesores de Las Rosas, como fueron Cipriano José González de Aragón, maestro de órgano.  José María Rivero, maestro de canto y música. Francisco Téllez de la Bárcena, profesor de música, José de Echeverría, José de Alfaro…

 

Sin dejar de lado grandes compositores, como Francisco Moratilla, Rodil y Sarrier, entre otros muchos. Igualmente podríamos enumerar alumnas de música que sobresalieron a las que llamaban “rositas”.También quedaron muchas partituras en el archivo y 64 obras completas y varias incompletas que abarcaban diferentes géneros, como misas cantadas, arias, coplas, motetes, oberturas, dúos, coloquios…Bernal Jiménez fue muy criticado al llamar a Las Rosas, el primer conservatorio de América, pero así lo confirman los hechos. Después todo siguió siendo difícil, pero mantuvo siempre su espíritu musical a pesar de sus muchas historias. Dedicaremos otro espacio a esos niños cantores de Morelia.

 

Hay una leyenda, entre las muchas  que existen de este lugar, que no puedo pasar por alto.Dicen que en el patio del colegio, en su jardín, había una legión de traviesos duendes, habitaban entre helechos y plantas que las monjas cuidaban. El padre capellán quería eliminarlos a todos, pero eran tan atrevidos que destrozaban las plantas, arrancaban de cuajo las cebollas y no dejaban las flores en paz. Estos duendes se adueñaban de todo y decidieron no dejar dormir a las monjas. Todas las noches hacían travesuras por los pasillos.
¿Qué hacían? Escrito quedó en los anales del convento. Saqueaban la despensa a su antojo y medida. Ruidos y más ruidos… La Madre superiora se levantó una noche enfadada para enfrentarse a los diminutos alborotadores. Según nos cuenta don Francisco Alcocer Sierra, gran estudioso de leyendas, “seis ridículos enanitos llevaban en hombros una enorme conservera de Talavera de la Reina, rasada de añeja tirilla de durazno que se habían robado de la alacena”. Todo era una orgía de chocolates, naranjas, guayabas, turrones y hasta vino de membrillo que las monjitas habían elaborado para los momentos especiales. La Madre Superiora, como os decía, se lanzó a la persecución y atrapó a uno de los duendecillos… Había pensado bañarlo en agua bendita para que Dios lo purificara o lo castigara a su antojo. Pero el duendecillo, muy listo él, pidió clemencia a la Madre y le dijo que si lo dejaba libre, él y todos los duendes del convento, en vez de destrozarlo todo, lo iban a cuidar con mucho esmero, sobre todo el jardín y la huerta. La Madre Superiora, que era un pedazo de pan, de buena persona, se sintió emocionada por las palabras del duende y lo perdonó. Se acercó a la noria del pozo y lo dejó caer para que quedara libre para siempre. Desde entonces, se comentó por Morelia, que aquel pozo, que todavía existe, tiene un agua muy dulce, muy cristalina y hasta le atribuyen algunas propiedades medicinales.  “El pozo del duende” se hizo popular, sobre todo porque nunca más molestó a las monjitas, ni él ni su numerosa familia. Por el contrario cada día alejan de este lugar las malas energías y siempre, siempre que yo lo he visitado, hay alguna rosa fresca y es que los duendes, por si no lo sabías, son muy agradecidos y cumplen su palabra. Casi puedes verlos mientras escuchas la música de los alumnos y contemplas el jardín del primer Conservatorio de América.


martes, junio 14

LAS CALLES DE MÉXICO

                                                            

Fotos y texto de Julie Sopetrán




Pasear por las calles de México es sentir con el alma de sus gentes. Es ver, palpar con los cinco sentidos todo el encanto de la ciudad, pueblo u entorno. Ese espacio urbano lineal que es la calle se transforma en algo familiar, algo que ofrece el ambiente que es el que caracteriza a un pueblo. 



Esa circulación de personas, vehículos, tiendas ambulantes, edificios, solares, puertas, restaurantes, soportales, balcones que se encuentran a ambos lados tienen una longitud y amplitud indefinida. Pero nada sería sin sus gentes. Ese cruce de calles, esa plaza, esa “cuadra” por caminar, ese parque urbano, ese monumento, esa farola, museo, fuente central, entorno, café, ese número que buscas, esa iglesia, la calle no tiene final, no tiene límite con el campo, porque te sientes envuelta en sus mil maneras de ser y estar con sus habitantes.

Las calles han crecido en el camino, así se han formado los caseríos, los pueblos, las ciudades. La calle en México es el soporte de toda actividad. Ves gente que va al trabajo, a casa, a comprar, niños que van a la escuela, gente que camina, espacios abiertos para el encuentro, para conversar, terrazas para tomar algo con los amigos, balcones abiertos con personas que se asoman y conversan con los vecinos, abuelos que pasean, jóvenes que se divierten, limpiabotas que esperan a sus clientes, taxistas…

Hasta los mismos pájaros encuentran su árbol en esas avenidas anchas de Jalisco, Puebla, Morelia, Oaxaca, Cuernavaca… En la más sencilla calle de cualquier pueblo de México que concluye en el zócalo de la ciudad, todo pasa: una procesión, un desfile, una feria, un mercadillo, una fiesta, un cumpleaños, una boda, un turista despistado, un comercio que nos invita a entrar desde el escaparate…



La cultura, el diseño, el arte, todo está en la calle. Es en la calle donde  encuentras la música, la danza, la expectación del transeúnte más estrafalario o del más elegante. También en la calle se encuentran las protestas del que no está conforme con el sistema. El loco que expresa su religión a voz en grito. Tantas y tantas expresiones como modos de ser y de pensar existen en esta humanidad que se realiza en los espacios públicos. Expresiones que podemos contemplarlas a plena luz del sol en las calles de cualquier ciudad mexicana. Incluso la pobreza y la riqueza se manifiestan espontáneamente si observamos nuestras maneras sentados en un banco viendo pasar la gente…



En México y en todas las partes del mundo, observando las calles podemos saber como es y como respira un país. Porque la calle también es un escenario de conductas, donde se manifiestan las buenas y las malas obras. Los ladrones están en la calle. La violencia también está en la calle. La calle es un refugio y un escape. ¿Y qué haría un periódico sin una calle? Porque la calle es también el centro de las comunicaciones.


La vida en México tiene un doble sentido, una dimensión etérea, humana, que la convierte en culto, en esencia de costumbres. Y sus costumbres están también en la calle. En la calle que va al cementerio, en la calle que va al mercado, en la calle donde se oye la música, donde se respira el silencio. Sus ritos nos envuelven, su magia nos cautiva, su semblanza nos une y nos empuja al ambiente más variado y también en la calle está el miedo.


Sus calles son históricas porque en ellas se ha vivido y se ha muerto por la revolución, por los ideales.  Caminar por cualquier calle de México es como teñirse de colores para conocer lo trascendente. Lo que merece la pena imprimir en nuestra memoria de viaje. Gentes, paisajes, monumentos, puertas que se abren para sentir el abrazo de América, para comprender a sus dioses y sobre todo sus grandes misterios. Porque el alma de México, cuando caminas por sus calles, te lleva de la mano al más fiero y al más dulce de sus hechizos.

Es necesario viajar para ver, para sentir otra historia muy distinta a la que nos enseñaron. Es necesario caminar sus calles y salir a sus caminos, conocer mejor el mestizaje, abrazar al indígena que vive en armonía con la naturaleza, aprender de su día a día y apreciar aquello que nadie puede conquistar como es lo más auténtico de un pueblo, su acervo, su saber, su conocimiento, su folclore, su filosofía. 


 Revivir instantes es reconquistar la magia. La instantánea no pasa por el filtro casualmente, antes de que esto suceda existe la vivencia, la inspiración, el capricho en la mirada. Señal o fábula, lo importante es captar el sentido, la primicia, la fuerza y el poder de lo que está en las calles, de lo que existe ante nuestros ojos: esa frágil y cambiante imagen del momento, que también, por arte de magia, podemos retener y, ahora, compartir.


Las calles de México son una muestra viva y activa de grandes contenidos históricos, literarios, humanos, que cercan y acercan, pero también, a la vez, liberan el espíritu. Porque son contenidos de la interioridad y el enclave. Estas calles enriquecen nuestro espíritu, invito a la experiencia, al detalle para que hagas más cercana esa vida en México.

Hoy aproximo mi lente a tu curiosidad, amigo lector, en este artículo muestro distintos aspectos de su vida, de sus calles que hablan por sí solas de la actividad y confluencia de gentes, actividades, vehículos, momentos… Algunas fotos fueron tomadas hace años, otras son más actuales.

Dicen que la leyenda es aquello que debe ser leído, yo no puedo darte a leer cada leyenda de cada calle visitada, pero sí de aquello insignificante que capté para dártelo. Te aseguro que cada rincón es una enciclopedia de anécdotas, de vidas, de entramados, de historias completas e incompletas. Espero que la imagen cautive tu imaginación y te lleve una muestra de la vida en México. A la vez te invito a visitar este gran país.   


sábado, junio 4

LOS COLORES DE MÉXICO


Texto y fotos de Julie Sopetrán

Mula cargada de flores en Morelos

La primera vez que visité México, me llamó mucho la atención los colores, la intensa luz, las paredes de muchas casas pintadas a lo vivo, la variedad de flores. Entonces supe, que Europa se quedó muy retrasada en jardines, en invernaderos, en cantidades de flores cultivadas. Los jardines indígenas fueron muy anteriores a los que nos ofrece Italia, Inglaterra, Francia…
Mulas cargadas de campasúchil, papayas abiertas sobre las mesas familiares, jitomates, globos, artesanías populares, México además de sabor es color.

Papaya

En Michoacán, conocí la amapola morada, la camelina, el cempasúchil, la fucsia, el crisantemo gigante, la espuelita de varios colores, las blancas y amarillas mascotas, los colores encendidos de las begonias, los alcatraces, los cocomites que sólo abren un día y desaparecen, las nasturcias, las manitas y tantos y tantos nombres nuevos para mí y viejos para los nativos de estas tierras… Como la rosa, los nardos, la flor de Nochebuena, conocida como “cuetlaxóchitl”, usada como colorante, porque teñía de púrpura y amaranto las fibras de algodón. Las dalias, la rosa laurel, llamada también “cacaloxótil”; el girasol, la hierba del burro y las maravillosas orquídeas...  Tantas y tantas flores originarias de México. Original es la rosa de Guadalupe, de color beige y las españolas que allí llaman de Castilla, traídas y llevadas por los conquistadores. El mismo Cortés lo describe cuando habla de los mercados de flores.

Y es que en todos los lugares de México hay flores, en aquellos más pobres y en los más ricos, porque la naturaleza no distingue condiciones sociales.
Las buganvillas están por todas partes. Aunque dicen que la flor más preciada en México es la dalia, a la que los aztecas veneraban, “xicamiti”, planta que, Vicente Cervantes, envió a España en 1784. Pero si alguna flor es originaria de México, es el nardo, tan madrileña, pero aún más mexicana, ya que a España, la llevaron de México.


La orquídea es otra de las flores nativas, pues sólo en Chiapas, existen más de setecientas especies diferentes.  Creo que merece la pena visitar México sólo por contemplar sus flores. No sólo en Michoacán, también en Morelos, Cuernavaca es un auténtico jardín, por la ciudad, cuando yo la visité, volaban las mariposas, tanto en calles como en plazas y jardines. En Puebla, en Tlaxcala, en Oaxaca, en Acapulco, en Guanajuato, en Jalisco y hasta en la misma ciudad de México.

                                                Una de las esculturas mostradas en una calle de Morelia - Día de Muertos

La naturaleza allí desborda su esplendor, yo la siento más pura y conservada que la nuestra. Para observar estos colores de México, sólo basta visitar en Octubre los cementerios, la fiesta del primero de Noviembre con la flor de cempasúchil ya nos cambia la idea tétrica de la muerte. Sin duda el color dorado transporta más allá de la luz, los pétalos haciendo caminos en los portales, en las calles, en las casas, es una verdadera orgía de vida y esperanza.

Figuritas de dulce mostradas por Doña María del Carmen en Santa Fe de la Laguna (Michoacán)

Monctezuma entabló una guerra al cacique de Tlachquiauco Malinal, porque le negó una flor de tlalixquixóchitl…
En 1428 – 1440, durante el gobierno de Izcóati, en Chapultepec ya existían jardines sabinos y ahuehuetes, tal vez por ello, las flores son no sólo el color sino la ilusión y la alegría de las gentes de México.

Guanajuato uno de los 17 jardines que representan a diversos países

Coatlicue es la diosa azteca de la tierra y la fecundidad, su nombre en nahuatl significa “Señora de la Falda de Serpientes”. Su falda estaba hecha de serpientes y su collar ostentaba los corazones de las víctimas sacrificadas. Es un mito muy curioso. Era una diosa feroz, sedienta de sacrificios humanos, se asemejan sus garras afiladas al jaguar, el animal sagrado.  Su figura es antropomorfa, las serpientes la cubren y simboliza también a la humanidad. Se encontró en 1790, su monolito que fue hallado en el Zócalo de la Ciudad de México, en el lado sur del Palacio Nacional a una calle del templo de Tezcatlipoca.

La diosa azteca Coatlicue

Uno de los primeros jardines de México fue el de Texcoco, data del siglo XV, Netzahuelcóyoti, lo mandó construir en la roca, recreándose en las flores sobre los quinientos veinte peldaños de la escalera que, este rey poeta de los alcolhúachichimecas, mandó construir en la roca. Podemos imaginar la exhuberancia de aquellas plantas y la variedad de colores adornando las cascadas, las terrazas, los mármoles y cada rincón de este lugar mágico…

Jitomates

Lugar de ensueño, como aquel otro jardín del “Cerro de la Langosta” en el bosque de Chapultepec o aquel otro jardín de Xochimilco. Sin olvidarnos del Señor de Ixtapalap, o el de Huaxtepec y tantos y tantos rincones de las aldeas donde nunca faltan las flores.

Alcatraces o calas

Reconozco que me encantan los alcatraces, lo que en España llamamos calas, para mí son como cucuruchos de nieve a corazón abierto, flor callada, ornamental, de arácea estirpe, parece una flecha tirada al viento de los sueños, es dulce y sensual, flexiblemente acuática, se ven en los mercados como flechas de luz caídas en el barro húmedo de las milpas; es verdad que los alcatraces me dan la sensación de la tristeza, son como la noche o el atardecer, pero sí, a la vez son el día donde se esconde el oro de los presentimientos…

Calaveritas de dulce


¡Oh! Flor, desde tu rostro, se eleva mi espíritu.

¿Y quien guarda tus amores?
Las flores.
¿Qué pasa cuando las miras?
Suspiras.
¿Quién sacia tus embelesos?
Los besos.
Así cuando el jardín canta
al alba de los excesos…
La brisa entona murmullos:
flores que suspiran besos.
Julie Sopetrán





domingo, mayo 29

HOY IGUAL QUE AYER

De vez en cuando voy a intercalar entre mis pequeños reportajes dedicados a México, uno que otro poema inspirado en la gran riqueza cultural de este país, poemas de mi propia cosecha que deseo compartir con vosotros.

La sangre de los mártires revolucionarios fertilizando la tierra. 1926-7 - Fresco - 2,44 X 4,91 Universidad Autónoma de Chapingo (México)  de Diego Rivera

Envueltos en sarapes rojos
Debajo de la tierra. En la milpa
El maíz suda sangre
Y me duele, me duele el barro
Los girasoles lloran por Emilio Zapata
Por el Maestro rural Otilio Montaño
Lloran por los caídos, por los que se quieren levantar
Y no pueden. Lloran por los que no saben por qué murieron
Pero lo hicieron con honor, con rabia, buscando la justicia
Los girasoles lloran y ríen
Su sonrisa es dorada por los que renacen
Por los transfigurados
Por los que fecundan la tierra mexicana
La tierra de donde sea. De los que se inmolan.
Milpas de luchadores
Es la sonrisa dulce de lo que no ha sucedido en vano
Fertilizante humano de la parcela con sabor a sangre
A sacrificio, a entrega, a inmolación por lo ideal sagrado:
Las patrias. Yucatán. Altamira. Mayas. Iberos… tantos.
Sólo el Amor es revolucionario
Los girasoles danzan
Es el movimiento de la historia, el proceso permanente,
El cambio, las revueltas, los ciclos, las transformaciones.
Los levantamientos, la agitación, la inquietud, la conmoción,
El vaivén, el resurgir de un pasado glorioso
Meso América, los abuelos, las ganas de vivir mejor siempre
Siempre la danza de los girasoles dando la espalda al tiempo no vivido
Otilio Montaño, redactando aquel manifiesto de 1910 (Plan de Ayala)
Y ahí está envuelto en sarape rojo, abonando la tierra de México
De cualquier parte, podría ser otro nombre en mi tierra o en la tuya
Y en vez de mural podría ser capricho: Rivera, Goya, quien sabe cuántos artistas… Girasoles que danzan.
Que abren su ventana a la luz, todo es misterio, pero luz
Luz circular para los hambrientos
Y ayer como hoy: los ricos, los pobres, todos en lucha
Es la Alegoría de Chapingo entre el maíz que llora, sonríe, danza…
Flor de luz para los que no ven los pétalos
Es la revolución. Ayer como hoy. Los cuerpos enterrados
El estiércol alquímico que pisan los políticos cuando juegan al golf
Sangre que es oro. Oro que es luz. Luz que es semilla sin fin
Que germina porque la sangre, como el Amor, son revolucionarios
Hoy, igual que ayer
En la milpa. En cualquier parte.

©Julie Sopetrán

Publicado en ttp://www.lacasadeasterion.net?museo_id=114

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