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sábado, diciembre 4

LA VELACIÓN DE LOS ANGELITOS O la “kejtzítakua zapícheri”


Por Julie Sopetrán

                                      Niños participando en la noche de muertos con los adultos.     Foto: Julie Sopetrán

Todos los años, el primero de Noviembre, los pueblos del Lago de Pátzcuaro, se preparan para la llegada de los que vienen del otro mundo, y los niños especialmente este día van al panteón, (en España el cementerio,) para celebrar la  “kejtzítakua zapícheri”, que quiere decir Velación de los Angelitos o muertos niños, chiquitos, esta velación se hace en la mañana muy temprano y la hacen los niños y las niñas en sus respectivos lugares.

                                  Velación de Angelitos  -   Foto: Julie Sopetrán

¿Qué hacen los niños? Van a las tumbas y rezan, colocan y encienden sus velas, ponen sus flores, llevan comida, ofrecen a sus muertitos el atole, el pan de muerto, esas figuritas de azúcar, incluso el juguete preferido es muy importante.  Los niños creen que los muertos vienen de un lugar llamado Cumiehchúcuaro, que en los pueblos antiguos era el reino de los muertos.
En forma de X, hacen con carrizo un arco, lo forran de cempasúchil, esa flor amarilla de la que ya he hablado y en purépecha se llama “tiringuini tzitziqui”, en estos arcos o estandartes se cuelgan muchas cosas: frutas, pan, flores, figuras de alfeñiques, calaveritas de azúcar, bebidas que preferían los muertos, detalles personales, etc... Y una vez terminado todo, se coloca en el lugar más alto de la ofrenda o como ellos la llaman la huarzácuri, este arco es el más visto y llamativo cuando se mira en la distancia.

                                     Niño en el cementerio. Foto: Julie Sopetrán

Las niñas van vestidas con rebozo y largas faldas, debajo del rebozo llevan blusas de seda, lucen vivos colores, y se destacan los zapatos muy brillantes.  Algunas niñas llevan el delantal bordado.  No en todos los lugares llevan el atuendo típico. En otros visten más normales. Los niños cargan las flores y su misión también es encender las velas y arreglar las tumbas. Saltan de un lado a otro, se ríen y parece que juegan, pero en realidad son observados por sus familiares mayores, que les inculcan las buenas costumbres de los antepasados, enseñándoles cómo deben respetar a los muertos sin tenerles miedo y lo esencial que es cumplir con los ritos y las creencias de su cultura.
            Niña con pétalos de flores para adornar la tumba.  Foto: Julie Sopetrán
A lo largo del cementerio, los niños conversan entre si, tocan a veces instrumentos musicales, participan entre ellos de un mismo sentir, cada niño conoce cada tumba de sus familiares y allí se sientan, contemplan, juegan a mirar, a sentir, a ver… A veces ríen, a veces en silencio expresan todo aquello que las personas mayores no saben expresar: su inocencia, su complicidad con lo infinito.

                            Velación de angelitos. Foto: Julie Sopetrán

Le pregunto a uno de los niños a quien está velando y me dice que a su abuelito, un hermano más pequeño y a su mamá.  No hay tristeza en sus ojos, a él le parece natural la muerte y está aprendiendo tradiciones. Sus familiares a un costado del cementerio lo observan, y como a él a otros muchos niños y niñas. Junto a las paredes del lugar sagrado, muchos padres forman corro y ellos, los niños son los protagonistas de esta velación emocionante. Algunas abuelas sentadas sobre los petates de paja, contemplan a los nietos y nietas en sus actos.
La misión fundamental de esta ceremonia es que los niños y las niñas aprendan y mantengan esa unidad familiar dando culto de amor y respeto a quien se ha ido y vuelve de visita en esta fecha.
La ceremonia suele durar unas tres horas, hace fresco, porque es a primera hora de la mañana, a eso de las diez ya ha terminado todo. Los niños regresan a sus casas y en el cementerio queda el color de la infancia impregnado en las flores, en los cirios encendidos, en la comida cubierta con un paño bordado a punto de cruz. Por la noche esos niños volverán con sus familiares a la velación de los adultos. Pero ellos ya han participado recreando su propia velación.

En el cementerio. Foto: Julie Sopetrán

Viviendo esta ceremonia recordé cuando yo era niña, el miedo que sentía a todo lo que estaba relacionado con la muerte. Incluso cuando mis compañeros del colegio iban a jugar cerca del cementerio, yo me iba al otro extremo del pueblo a contemplar las puestas de sol. No. No soportaba pensar que tenía que morir o que alguien de mi familia muriese. No estaba preparada como estos niños de México, para aceptar tan inmenso misterio. He tenido que crecer para contemplarlos a ellos,  y darme cuenta que la muerte tiene un encanto de color y esencia  por descubrir y  ahora, necesito volver a ser niña para verlo y sentirlo sin ningún miedo. Porque la inocencia es ancestral y ante ella lo incompresible se transfigura y lo esencial se hace más visible y concreto. Necesitamos encender una vela, como los niños, para ponernos en contacto con lo más sencillo, que es en suma lo que nos une.

LOS CAMINOS DE LA MUERTE EN MÉXICO


                                                      
Congreso de Caminería Hispánica – Pastrana – Guadalajara - España - Viernes 30 de Junio 2006

Por Mary Andrade y Julie Sopetrán      


De todos es conocido el culto a la muerte en la civilización egipcia.
Cada cultura conserva sus propios rituales, heredados de la tradición familiar, de generación en generación. Es la costumbre la que reafirma, siglo tras siglo, sus propias vivencias y, cada pueblo se distingue del otro, por sus raíces culturales. Sin embargo poco sabemos en España de este culto a la muerte en México.   
Y México es un país rico en estos rituales de celebración de la muerte, tanto en el momento de morir, como en el recuerdo que se venera al desaparecido a través de los años.
Según la creencia mexicana antigua, cuando la persona muere, su espíritu continúa viviendo en Mictlán, lugar de residencia de las almas que han dejado la vida terrenal.  Dioses benévolos que fueron los que crearon este recinto ideal, que nada tiene de tenebroso y es más bien tranquilo y agradable, donde las almas reposan plácidamente hasta el día, designado por la costumbre, en que regresan a sus antiguos hogares para visitar a sus parientes. Y aunque en esa visita no se ven entre sí, mutuamente unos y otros, vivos y muertos, sí se sienten y participan de una extraña y a la vez natural presencia.
Existen dos fechas clave que el calendario prehispánico señal para la llegada de los muertos a este mundo de vivos. Estas dos fechas son para el mexicano, motivo de alegría y evocación.   En este ritual no ha existido ni el llanto ni el dolor, porque no podía ser motivo de tristeza la visita cordial de los difuntos, de los seres queridos que regresan a visitarnos.


Fue con la llegada de los españoles, cuando las dos fiestas prehispánicas se tornaron en una sola, haciéndola coincidir con la conmemoración cristiana de los Fieles Difuntos.
Esta fusión no disminuyó en nada la tradicional alegría festiva ni introdujo ningún elemento religioso formal, ya que la fiesta actual que se celebra dedicada a los muertos es tan grande como la celebración de la Virgen Guadalupana y, quizá, la más importante del año en algunos lugares.
La fiesta en todo el país tiene las misma raíces culturales, indígenas y españolas, pero cada lugar lo celebra con su propio estilo y tradición.
La profesora  de la Universidad Autónoma de México Lic. María Esther Schumacher , experta en temas de Comunidades Mexicanas, afirma que “para los habitantes de Mesoamérica, la vida era sólo un momento pasajero, la muerte era un despertar del sueño presente para ingresar al mundo de los muertos y de los dioses ante quienes los difuntos se presentaban según el tipo de muerte que habían sufrido. Los que morían sacrificados o en la batalla, se convertían en compañeros del sol, al igual que las mujeresque morían en el parto; los que morían ahogados iban a Tlalocan o paraíso de Tlaloc; los niños al morir eran considerados joyas, por lo cual permanecían en la casa de Tonacantecuhtly y las almas elegidas por los dioses permanecían en el Mictlán o inframundo. Para transitar sin contratiempos del mundo de los vivos al de los muertos, estos eran sepultados o cremados con sus pertenencias, comida y agua para el camino y con un perro que los acompañaba”.


El itinerario del camino de la muerte en México es tan rico como amplio en espacio y costumbres. Comenzamos por  la

CIUDAD DE MÉXICO
Nuestra experiencia en estos caminos de la muerte en México, abarca todo un recorrido desde la Ciudad Distrito Federal, donde la muerte parece más intelectualizada debido a la gran variedad de museos y galerías de arte, hoteles de cinco estrellas, en la mayoría se elabora el conocido Altar de muertos, pero especialmente en los alrededores de la gran ciudad la elaboración de dulces especiales se inicia en el mes de Mayo para terminar a mediados de Octubre.  Los puestos de dulces y frutas confitadas, así como calaveras de chocolate de diferentes tamaños, calacas de azúcar decoradas con diademas de reinas y adornadas con flores, se venden en el centro de Toluca, capital del Estado de México.   
Flor de cempasúchitl Foto: Mary Andrade



El cultivo de la flor de   cempasúchitl  se inicia el 13 de Junio de cada año para transplantarlo en surcos el 13 de Agosto y cortarlo en la segunda quincena de Octubre. En los alrededores de Atlixco, en el Estado de Puebla, podemos ver camiones cargados con estas flores amarillas anaranjadas como claveles gigantes reventones que exhiben además de su llamativa belleza, un perfume realmente especial, embriagador.
El Zócalo, es un lugar de ofrendas como las que el Gobierno del Distrito Federal celebró al finalizar el siglo XX el 1 y 2 de Noviembre de 1999.  Desde el pan de muerto hasta las calaveras literarias fueron motivo de concurso y fiesta con las más de 16 Delegaciones sin olvidar la ofrena monumental a los “olvidados”, un proyecto elaborado por los vecinos del barrio de Tepito.  Creando también un panteón con 400 tumbas.   Sólo en la Delegación de Coyoacán, en San Pedro Tepetlalpan, sus habitantes dedican cinco meses a desarrollar el tema de la ofrenda todos los años. Pues la elaboración de cada una de las figuras de papel maché que adornan la ofrenda toma alrededor de una semana, dependiendo del diseño y del clima, ya que hay que esperar que el engrudo se seque para continuar el trabajo.
En el Museo-Estudio de Diego Rivera, ubicado en la Colonia San angel Inn, los altares son cuidadosamente pensados, pues cada año el altar se elabora sobre un tema diferente.
En los hoteles, los diseños están encaminados a demostrar a los extranjeros que la Ciudad de México, en todos sus niveles, rinde abiertamente culto a los muertos.
La gente de clase alta, se limitan a participar como simples espectadores, aunque en sus casas pongan un vaso con agua o vino o tequila, en memoria de sus fallecidos. Es la clase media humilde la que celebra estas ceremonias como en la época antigua. 

                                               Flor amarilla  Foto: Julie Sopetrán


Los mercados como el de Sonora y la Merced, se llenan de flores de todas partes del país.
Pero el camino lo marca el cempasúchitl, frente a la casa, su color amarillo intenso es más visible para las almas que vienen de visita, estas almas que vienen de la obscuridad y los pétalos son como el oro, como la luz intensa y visible.  El camino de pétalos lo debe hacer un miembro de la familia, así el alma podrá reconocer el olor de su pariente, pues si lo hace un extraño el espíritu se puede perder con facilidad.
Y desde la Ciudad de México seguimos el camino hacia SAN ANDRÉS MIXQUIC, a 44 kilómetros al sureste de la capital, una de las poblaciones nahuas más importantes,  situada en un gran valle formado por el lecho seco del lago de Chalco. Toda la comunidad vive el culto a los muertos, el exótico aroma de los sahumerios, flores, veladoras… Díez días antes se limpia la casa, para que el espíritu la encuentre limpia cuando llegue, pues si la casa no está aseada las ánimas se molestan y puede ocurrir algo desagradable.  Sobre una mesa se levanta un altar arreglado con alhelíes blancos, que significan pureza y ternura y junto a él, se coloca un vaso con agua para las almitas que llegan con sed y un plato con sal para la comida del camino cuando vayan de regreso.  Se ponen cirios sobre candelabros blancos, uno por cada niño muerto en la familia, también se incorporan figurillas de barro y se prepara el copal y otros inciensos para el sahumerio. Las costumbres son muy variadas en cada pueblo, en cada ciudad. Como en Xochimilco, la ofrenda de Mixquic incluye alimentos y frutas en conserva, dulces de calabaza de tacha, tamales, ropa e instrumentos de trabajo al que se dedicó el difunto. Los altares son diseñados con adornos realizados en papel de china de diferentes colores.  Alrededor del altar se acomodan sillas para que las almas se sienten a comer y se dispone de una cama limpia para su reposo. En Xochimilco, no se usa poner en el altar la fotografía del difunto, como se hace en Mixquic y a pesar de ser también un pueblo nahua.  Milcahuipil, es el nombre original de Día de Muertos.  Todo el pueblo participa en la ofrenda.
MORELOS
A unos 85 kilómetros de la Ciudad de México, llegamos a Cuernavaca, conocido como “el paraíso terrenal”, tal vez por la belleza de sus jardines, de su ambiente paradisíaco. En este Estado como en todo México la Muerte significa continuidad, permanencia y renovación. Aquí, antes de celebrar la muerte hay que ir al tianguis de Yecapixtla, donde la vida se vive, transforma y comparte en cada uno de los puestos dedicados a la vente de artículos para honrar a la muerte.
En cada casa se hace un altar con esos objetos comprados para recibir a sus muertos, todo ha de estrenarse, ha de ser nuevo para agasajar al muerto.  Los tapetes de paja, los jarros, las cazuelas, platos, adornos de colores alegres, velas, papel de china, flores de nube blancas y diminutas que se colocan en los altares de los niños. Cerámica de color negro, ropa, alfeñiques, petates, calaveras de amaranto, legumbres, pan de muerto, frutas, molcajetes todo un mercado vivo para los muertos. 

Calaveritas dulces  Foto: Mary Andrade
 En muchas de las casas los habitantes duermen en el portal para que los muertos tengan más espacio en la casa y estén más cómodos.
Las campanas no cesan de tañir, también  acuden las bandas de música
Que según llegan a cada casa tocan la canción que le gustaba al difunto. Estos pueblos nahuas conservan con mucho recelo sus tradiciones no quieren que lo extranjero entre en sus comunidades.
Ellos saben  lo que deben mostrar públicamente y qué se guardan en su intimidad. 

HUEYAPAN

Allí estuvimos el 28 de Octubre, celebración de los “matados”. Los que murieron en accidentes. En Tetela del Volcán, en las casas y fuera de ellas, se veían caminos de pétalos de cempasuchitl, allí había un matado… y el caminito llevaba al lugar donde murió esta persona que en esa fecha vuelve al lugar donde murió.  Hueyapan está a unos 90 kilómetros de Cuernavaca, en plena montaña. Sus casas son de adobe y teja plana, de origen xochimilca, pueblos de clima frío donde el tiempo parece haberse detenido para siempre. Aquí viven los graniceros y los tiemperos quienes predicen la lluvia y los temporales. Viven en la altura, rodeados de bosques y muy cerca del volcán Popocatépectl y se han familiarizado con la caída de rayos durante las tormentas; curiosamente lo graniceros o tiemperos son aquellos que han sido tocados por un rayo y que han sobrevivido al mismo y eso les concede el don particular de predecir. En la comunidad son mirados como seres especiales.  Como lo es en esta comunidad Modesta Lavana Pérez.  En este poblado la cruz céntrica que habla del viento, el fuego, el agua y la tierra, es la cruz que todavía está viva. Y es la cruz de los cinco puntos cardinales: norte, sur, oriente, poniente y centro, así lo expresó Modesta en nuestra visita a su Día de Muertos.  Ese día 31 de Octubre, que se honra el recuerdo de los niños. Y son los niños los protagonistas, se les ofrece un desayuno en una mesa pequeña; comida que dura hasta el mediodía desde la mañana, se suman alrededor del altar para que salgan las almas de los niños y entren las de los adultos.
Son muchas y variadas las costumbres de esta zona.
Y muchos los pueblos que están en el camino de la celebración, como
XOXOCOTLA, a unos 25 minutos de Cuernavaca.
OCOTEPEC,  donde hacen una celebración de mucho colorido.  Con pencas de plátano y pan y cada familiar le dice algo al muerto. Luego se tapa con un mantel la ofrenda y así simula la forma del bulto del muerto, pero en realidad todo está lleno de frutos.  Se pone una calavera y si es mujer se le pone un rebozo y si es hombre un sombrero.  El fallecido también ha de estrenar ropa nueva. Se le pone todo lo que le gustaba en vida al difunto. A la muerte se la viste de fiesta como en las catrinas. Donde podemos observar el humor mexicano.




CUENTEPEC, muchos pobladores todavía hablan la lengua nahua.
Y ni que decir de CUERNAVACA, donde las exposiciones y ofrendas son un verdadero lujo de exhibición y grandeza de la muerte.
Necesitaríamos horas para hablarles de cada uno de los lugares que hemos visitado durante 13 años Mary, yo unos ocho, recorriendo los cementerios, los pueblos, las familias, las costumbres, los emblemáticos lugares que nos han enriquecido la vida, recordando la muerte.
Citaremos para que el camino sea completo, PUEBLA, TLAXCALA, VERACRUZ, TABASCO, SAN LUIS DE POTOSÍ, HIDALGO,  OAXACA, … con sus siete regiones y sus tradiciones zapotecas y sus cruces que llaman biquie´ en lugar de altar es una ofrenda o cruz de flores y frutas que se decoran con pan de muertos.   YUCATÁN y sus centros importantes como UXMAL, TICUL, MOTUL, CHICHÉN ITZÁ, EK BALAM, CHAN CENOTE, VALLADOLID…   La famosa Mérida, la misteriosa cultura maya, es en la mesa rectangular, hanal pixan, donde se coloca la comida para que las almas bajen a alimentarse con la esencia de los alimentos, El can las cuatro esquinas de la mesa y que es también la serpiente.


 Telela del Volcán Foto: Mary Andrade

 Con su mantel blanco, que es el color del norte, el xaman  que a la vez se relaciona con las estrellas.  El camino que seguían los antiguos hacia las estrellas, de regreso a su origen. Para los mayas, la muerte de alguien significa el volver a ese contacto con el infinito y es un cambio temporal de un estado a otro.  Pero mucho antes que el cristianismo llegara con la cruz, los mayas ya la conocían. Así se puede ver en la lápida de Pakal en Palenque. Refleja la cruz que es el árbol de la vida. Cuando llegaron los españoles la cruz ya existía en América. Es la unión del cielo con la tierra. Así lo afirma el antropólogo Miguel Angel Vergara. El Hanal Pixal, es para los mayas el reflejo de las tres partes del ser humano. Cuerpo, conciencia y espíritu.
También los mayas hacían sus ofrendas a los duendes (aluxes) y se les hacía atole.
Queremos terminar esta ponencia con uno de los lugares, para las dos, más emblemáticos de Día de Muertos: MICHOACÁN.
Los caminos de la muerte en Michoacán son amplios, PÁTZCUARO, ZIRAHUÉN… especialmente JANITZIO,  LA PACANDA… y todo el entramado de caminos purépechas.   URUAPAN, CHARAPAN, ZIRACUARETIRO, ZURUMUCAPIO, SAN PEDRO ZACÁN…ETC. ETC.  Todos los caminos purépechas de la Sierra Madre, donde la muerte tieNe su lugar de reposo y de fiesta. ¿Cómo no recordar ZACAPU, TIRÍNDARO, CIPIAJO, HUÁNCITO…   
El Lago de Pátzcuaro es el lugar donde “vivían los dioses azules del agua”.  Recordamos la noche  de  muertos en Tzintzuntzan
como un jardín de luces terrenales que miran al cielo,


 Velación de angelitos. Foto: Mary Andrade

 como una ofrenda de sueños que es en lo se convierte cada año el cementerio de este lugar, pleno de turistas llegados de todo el mundo, para ver, para captar, para sentir como se vive la Muerte en México.  En el Siglo XVI, Pátzcuaro se convirtió en sede episcopal bajo don Vasco de Quiroga, quien, después de algunos años, trasladó la sede a Valladolid, hoy Morelia, capital del estado.  El atractivo de esta población,  radica especialmente, en haber conservado, a través de los siglos, una arquitectura netamente española.  La artesanía michoacana es parte de esa celebración de la muerte. A Janitzio, una de las islas más bellas en el Lago de Pátzcuaro, se llega fácilmente en botes de motor. Isla de pescadores, acogedora, señorial, gentil. Al paso de los botes, ellos realizan una serie de demostraciones con sus redes de mariposas


 Pescadores mariposa. Foto: Mary Andrade

que utilizan para pescar y para cazar, una técnica única en el mundo.  El camino nos lleva hacia la estatua de piedra erigida a Morelos en la misma cima de la isla.
Otro lugar de Día de Muertos es IHUATZIO, JARÁCUARO, ZURUMÚTARO.
Lo más característico de la Isla es la VELACIÓN DE ANGELITOS, los niños también celebran su Dia de Muertos.  El primero de Noviembre en el cementerio de Janitzio, la luz del amanecer ilumina las pequeñas figuras envueltas en sus rebozos, sentadas silenciosamente ante las tumbas o jugando sin miedos.



 Los niños, llegan con sus padres a rendir culto a la memoria de sus muertos.  Les llevan dulces, pan de muerto, frutas, obsequios y los ponen a la cabecera de los sepulcros. También colocan comida cubierta con manteles finamente bordados a punto de cruz y acomodan las velas encendidas en torno a las tumbas.  Durante tres horas en la mañana los niños son los protagonistas de esta tradición. Y ellos acompañan, hablan de la muerte y ponen sus ofrendas como cualquier adulto.  Desde niños crecen aceptando la muerte, conviviendo con ella. Es el juego a ser mayores.  Depositan juguetes a sus hermanitos desaparecidos y participan ampliamente de cada instante en el cementerio.  
También en Jatnitzio se celebra el Teruscan al anochecer, es un juego ritual de los jóvenes tarascos, roban mazorcas de maíz, flores, frutas, calabazas de las cercas y techos de las casas. Se hace todo dentro de un ambiente jocoso y alegre, ya que es una rapiña organizada con el permiso de las autoridades.
Mientras ellos hurtan, las personas mayores los esperan en el atrio del templo o en la Guatapera o casa comunal de los tarascos. Se cocina lo recaudado en un gran perol y luego se distribuye entre los asistentes para así pasar alegremente la velada. A las doce de la noche se hace una presentación de bailes y canciones de la tierra, en la cima de la isla donde está el cementerio y también frente a la estatua de Morelos. Y a esa hora es cuando se depositan los manjares en las tumbas, manjares que fueron del agrado de los muertos.  Los hombres no pueden entrar al cementerio, ellos observan desde afuera lo que ocurre dentro del panteón. Sólo las mujeres y los niños pueden entrar.
Sería interminable hablar de las leyendas, la comida, la música, las artesanías, la vida que la muerte comparte en Jatnizio.
La leyenda dice que durante la noche del Día de Muertos, los guardianes del tesoro del lago, despiertan al sonido del lúgubre tañido de las campanas de Janitzio y suben la empinada cuesta de la isla. Los dos amantes, la princesa Mitzita y el príncipe Itzihuapa, se dirigen al panteón para recibir la ofrenda de los vivos.
Si ya México es mágico, lo es más en la Noche Muertos. La Danza de los Viejitos


Danzante. Foto: Mary Andrade

suena en la Plaza de Pátzcuaro y esa ancianidad del mundo se transforma, se llena de energía, porque tanto la música como la danza sigue el camino interminable de la historia que es la vida y la muerte, la muerte y la vida de los lugares que permanecen ofreciendo en ritual de camino los misterios de la humanidad.


Fotografía: MARY ANDRADE 
Texto: JULIE SOPETRAN

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viernes, diciembre 3

LA MÚSICA Y LA DANZA EN MÉXICO O UNA CANCIÓN PARA MAMÁ


Por Julie Sopetrán
                                       Don Daniel Vasquez Foto: Mary Andrade

CANCIÓN PARA MAMÁ

Canto, canto porque me duele el llanto
y el misterio me zumba la cabeza;
con mis manos recreo la belleza
por eso canto y canto y canto tanto...

...tanto como una noche de quebranto
que entre aromas de la naturaleza
la queja de la música es pureza
que brota en la palabra de mi canto.

Me seduce la sensación tan bella
de revivir la corta trayectoria
que se parece al grito de una estrella

Es mi carta de amor recordatoria,
yo sé que mi canción le llega a ella
porque pongo mi alma en su memoria.


Julie Sopetrán
1998


Recuerdo aquella noche en el cementerio de Zaachila, (Oaxaca) a Don Daniel Vásquez Aragón, un hombre que pasó la noche tocando su guitarra y cantando las canciones que le gustaban a su madre fallecida, Francisca Vásquez, sepultada en aquel cementerio zapoteco, situado en los Valles Centrales, no tan lejos de las zonas arqueológicas.  La extraordinaria fotógrafo, Mary Andrade, de California, le hizo una foto a la que yo le escribí un poema al vivo, ya que viví la noche escuchando a Don Daniel, mucho mejor que si lo hubiera pasado en una discoteca, pues con él, recordé canciones que mi abuela cantaba, o mi hermano decía por los campos mientras labraba la tierra…Este poema salió publicado con la foto en uno de los  libros de Mary, sobre Día de Muertos.
Portada de libro de Mary Andrade

Al sureste de la República Mexicana está situado Oaxaca, rodeada por Veracruz y Puebla al norte, el Océano Pacífico al sur, al este por Chiapas y al oeste por Guerrero.  Las sierras dejan aislados a muchos pueblos, la belleza de estos lugares está acompañada por infinidad de playas, acantilados, grutas, auténticas sierras y también cañadas y valles angostos que dan a estos lugares una belleza y un carácter cósmico.
En sus razas étnicas hay cantidad de “ecos” pueblos que habitaron estas tierras antes de que llegaran los españoles, como son los zapotecos, mixtecos, y una lista larga de pueblos prehispánicos de los que podríamos hablar largo y tendido… La música y la danza en México son algo inevitable, se vive para celebrar y se celebra cantando, tocando un instrumento o bailando, sin dejar de lado la parte gastronómica a la que dedicaré más tiempo.


No puedes ir a México y no vivir por ejemplo alguna de las danzas de La Guelaguetza, fiesta que se celebra por la Virgen del Carmen en Oaxaca, se llama también la de Los lunes del Cerro, el Cerro del Fortín desde donde se domina parte de la ciudad de Oaxaca.  Guelaguetza significa compartir en zapoteco, regalar, dar.  Conociendo esta fiesta, es cuando se siente realmente el espíritu de México, viendo el entusiasmo del nativo en consonancia con la audiencia que procede de todas partes del país y del mundo.   Estas danzas se han pasado de generación a generación, tienen que ver con los rituales, con las creencias, con la raza, como la danza de “El Venadito”. 


Por no hablar del “Huapango Veracruzano” más en relación con los aztecas y los españoles, con las plantaciones de café o el murmullo de los plataneros… Huapango significa fiesta, se baila en Veracruz y también en Tamaulipas y se utilizan dos guitarras y violín y varios cantantes. La danza se practica haciendo un cara a cara, se mantienen los cuerpos estirados y son los pies los que siguen y mantienen el ritmo.   La sensibilidad del mexicano está viva en cada danza. La religión también dejó sus huellas en la música, pero no le resta alegría y cadencia a los pasos.

                                  Danza de los viejitos. Foto: Julie Sopetrán

Por ejemplo en la Danza de los Viejitos en Michoacán, una de las danzas más antiguas de México, la de los pueblos que rodean el Lago de Pátzcuaro. En esta danza los danzantes suelen ser entre once y doce, con pasos muy variados, a veces bailan en fila, otras se tambalean como imitando la vejez, hacen como que no pueden caminar, necesitan apoyarse en sus bastones, pero de repente la energía les puede y bailan muy deprisa, muy despacio, es una danza alternativa, ceremoniosa, a veces forman círculos, otras se disuelven formando una cruz, van, vienen rodean el espacio… El colorido de sus trajes llama la atención, los bordados, los pantalones anchos, los pañuelos rojos alrededor del cuello, las máscaras hechas con una especie de pulpa de maguey, sus fajas de ancianos, los sarapes, las sandalias… todo forma parte de su cosmogonía étnica. La imagen grotesca y sarcástica del hombre encorvado, resulta jovial verlo bailar y encierra la filosofía de la lucha por no envejecer, también dicen que el humor está relacionado con la ironía o la crítica al ver cómo envejecen en América los españoles, y cómo caminan, la danza se ha ido transformando, y se ridiculiza a la forma de envejecer del español, tan distinta a la del nativo, por ello las máscaras son blancas y los cabellos rubios…  Esta danza se acompaña de flautas, instrumentos nativos, guitarras y tiene ritmos muy repetitivos.
Pero una de las danzas más divertidas para los aztecas es La Danza del Volador donde se observa la fuerza y el coraje de la raza.  También está La Jarana de Yucatán, o yucateca, una danza maya de gran belleza donde se expone la seducción y es la mujer la que también seduce al hombre que baila vestido con sus huaraches.
La danza de Q´uetzales, se baila en Puebla, en Hidalgo y Veracruz y está basada en la leyenda del pájaro q´uetzal, que tiene las plumas de los colores del arco iris y muere cuando se le aprisiona, la danza es por lo tanto un símbolo de libertad y de belleza, los danzantes van vestidos con bellísimas plumas, es una danza con diferentes pasos y va acompañada de tambor y flauta. Los animales son muy importantes a la hora de interpretar esta danza.

Pero ¿cómo olvidar el Jarabe Tapatío de Jalisco? Uno de los más representativos de México. Una de las danzas más populares en la época colonial.  En el siglo XVIII, esta danza fue prohibida por ser o parecer inmoral. A esta danza la acompaña una orquesta que hace corro a los danzantes, el charro mexicano mueve los pies al son de los coqueteos de las chinitas. Es una bellísima danza conocida mundialmente. La gracia, el donaire, el rebozo, la blusa y hasta los mismos botones plateados de los charros armonizan con los movimientos y la música.
Existen muchas más danzas, la de los arcos, la de la pluma, la de San Miguel Allende, la de los espejos, la de los sonajeros, y también una muy curiosa que es la de los moros y cristianos entre cientos más...

                                                      Músico que se crea su propio instrumento. Foto: Julie Sopetrán

Y  termino con la pirekua o pindekua que es la música ancestral del pueblo p´urhepecha y también del estado de Michoacán y los pueblos alrededor del Lago de Pátzcuaro. Los sones y costumbres del pueblo, nacen del sincretismo canto religioso y canto ancestral.  Es una exaltación de su raza, de sus creencias, de su conciencia, de su fe.  Es el ritmo abajeño por excelencia, hablan en sus cantos de sus ilusiones, de sus amores y desamores, de lo que hacen y de lo que piensan como seres humanos, en contacto con una región paradisíaca.  Cantan a una o dos voces, a veces me recuerdan nuestras jotas de picadillo… La pirekua en sus interpretaciones utiliza la guitarra sexta, el violín, el contrabajo, la vihuela o arpa… A veces se acompañan de dos o tres instrumentos nada más, suelen cantar en lengua p´urhépecha y es un idioma francamente difícil de entender, pero su música es muy melódica y agradable al oído.
Actualmente ha sido declarada patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Y si alguna música pura queda por el mundo es sin duda esta kuskakua ejecutada por los kústati con instrumentos de rasgueo, percusión y viento.  Al cantor se le llama pireri, esta música conserva los mitos ancestrales de este pueblo y gracias a Tata Vasco (Vasco de Quiroga) Padre educativo de los indígenas p´urhépechas mezclaron después instrumentos de teclado y cantos sacros.
El pireri no sólo canta los sonecitos abajeños, sino que también compone sus canciones y las interpreta.

                                                   Joven conservador de sus costumbres. Foto: Julie Sopetrán
La música y la danza en México están vivas, son parte activa de la cultura. La juventud está implicada en ello, los jóvenes aprenden e interpretan su música y no quieren perder los ritmos heredados, porque saben que cuando los pierdan, el vacío anulará su alegría, su identidad, su profunda y hermosa cultura. 

domingo, noviembre 28

¿POR QUÉ ES ENTRAÑABLE LA MUERTE EN MÉXICO?


Por Julie Sopetrán

El carácter de la muerte en todos los lugares es triste, no queremos irnos, no queremos que se vayan nuestros seres queridos, pero aquí no nos vamos a quedar y necesitamos nuevas ideas para confortarnos, para alegrar nuestro espíritu, para no decaer ante la cruda realidad. Esas nuevas ideas se fundieron con las antiguas creencias y así nació la catrina, también las velaciones, mezclar costumbres indígenas con costumbres españolas no ha sido nada fácil, pero la historia quedó en los panteones, en los cementerios, en los rituales. Honrar a “los fieles difuntos” es una frase muy cristiana, pero incluso antes de Cristo ya al ser humano le animaba el culto por los que se fueron,  si esta frase de “los fieles difuntos” la mezclamos con los rituales funerarios prehispánicos practicados en estos lugares, surge la fiesta de La Noche de Muertos. La Noche y el Día. Y en esta fiesta, no sólo los niños, las amas de casa, los hombres, los artesanos, los mercados, el estreno, el color, el humor, la golosina, todo, adquiere un carácter diferente, nuevo, alegre y  entrañablemente humano.

                              ...entrañablemente humano. Foto: Julie Sopetrán

Y es entrañable porque aunque al principio todo resulta extraño, y te sientes como fuera de lugar, sobre todo si eres occidental, enseguida te adaptas a las costumbres y te sumas fácilmente a la festividad.   
No cabe duda que fue una coincidencia la de creer en la prolongación de la vida en el más allá, tanto los indígenas como los cristianos, las ideologías de los conquistadores con su catolicismo no fueron tan nuevas. Los indígenas eran creyentes del más allá, sólo había que cambiar el número de lugares, los mexicas creían en cuatro lugares donde iban las almas y los católicos en dos. Los indígenas, se afianzaban en tres elementos vitales que los cristianos convirtieron en uno, alma o espíritu, alejado y libre de su envoltura humana. La fe no disminuyó sino que se prolongó en el tiempo. 
Se acoplaron las fechas. ¿Qué más da? El primero de Noviembre lo impusieron los españoles. A los indígenas les daba igual la fecha, esas almas vendrían a casa a visitar a los suyos tal como lo habían creído siempre y así católicos e indígenas fusionaron creencias. Seguramente se perdieron muchos ritos, pero los esenciales permanecieron. La unión española-mexicana es la que recrea la fiesta actual de Día y Noche de Muertos. 

                                      ...lo esencial permenece. Foto: Julie Sopetrán

Agasajar a los muertos es una celebración nocturna. Cosa que no ocurre en España. Ir al cementerio, que es el lugar donde habitan los difuntos, es lo último que se podría hacer en España. Pero el encuentro en México no resulta tétrico, porque allí el cementerio no da miedo, es alegre, lo hacen distinto. Lo que reúne a las familias es el rito, el símbolo material que evoca al difunto, y que se convierte en cariño, en recuerdo en ofrenda.  Los muertos no espantan en México. Por el contrario, vienen a estar contigo amablemente, la tristeza es sagrada, se convierte en alegría del espíritu. Pasar la noche en el cementerio es algo natural, regresar con el alba a casa, da la satisfacción de haber cumplido con el ser querido.

Los cementerios, las calles están llenas de flores, ...   Foto: Julie Sopetrán

Los cementerios, las calles están llenas de flores, se tapizan de la flor amarilla de cempaxúchitl, de luces, velas, veladoras, de papeles picados, de cirios  que en la oscuridad dan un toque único al paisaje natural y humano de la noche. Todo el mundo come, desde el pan de muerto hasta toda clase de frutas, la tumba está llena de bebidas que le gustaban al difunto. Algunos objetos personales del muerto, su retrato, sus zapatillas, sus prendas de vestir, a veces las familias van a los mercados a comprar vestidos al muerto que viene de visita.

                  ...su retrato...  Ofrenda en el Hotel Anticuario, Morelia, 2010. Foto: Julie Sopetrán

Pero en México la muerte es entrañable porque el mexicano se ríe con la muerte, se venga de ella anticipadamente llamándola con todos los nombres que se le ocurren, la pelona, la parca, la fea, la guapachosa, la huesuda… existen hasta más de cien nombres diferentes para nombrarla y reírse de ella y con ella por cualquier motivo, creando las famosas calaveras, que no son otra cosa que estrofas ripiosas, haciendo alusión crítica a la forma de morir de algunos famosos y políticos o vecinos, o personificando que uno mismo es el muerto y cómo se ha muerto sin morirse... Todo es un auténtico chiste de la tragicomedia de la vida. Por mucho miedo que nos cause la muerte debemos hacernos amigos de ella y tratarla de tú y como nos sea más fácil para aprender a reírnos de nosotros mismos.    Así el mexicano se come la muerte hecha azúcar.
              ....la muerte  es azúcar...  Foto: Julie Sopetrán


En los colegios, los niños hacen calaveritas y esqueletos de papel, hay concursos de catrinas cómicas.   Lo místico y solemne se mezcla con lo festivo y con la diversidad de genialidades creadas por todas las ciudades que rodean el Lago de Páztcuaro.  Dicen que Páztcuaro significa en la lengua p´urhépecha, “en donde está la piedra que señala la entrada al paraíso”, otros historiadores dicen que no, que Páztcuaro es “donde están las piedras en la entrada de donde se hace la negrura”.  En este lugar los chichimecas y los náhuatls se aliaron y fue así como nacieron los p´urhépechas.
En 1521 Tenochtitlan, fue dominada por los conquistadores españoles. Gracias a Dios sobrevivieron muchos grupos étnicos, que enriquecieron y enriquecen todavía estos lugares de lo que hoy es parte de México.
La celebración abarca desde el 28 de Octubre, cuando se conmemora a los “matados”, bien por accidente, por rayos, asesinatos etc.  El día 30, se reciben las almas de los “limbos”, que son los niños que han muerto sin haber sido bautizados. El primero de Noviembre se dedica a los niños “muertos chiquitos”, los que murieron en la infancia, se celebran velaciones de angelitos en los cementerios y son los niños los que van a llevar su ofrenda a sus muertos. El día dos, es cuando se celebra el día de los muertos grandes o adultos.   Es costumbre poner sal y agua entre la cantidad de ofrendas, el agua es imprescindible porque el “ánima” llegará a casa con sed por su largo viaje hasta llegar a la casa.  Algunos llegan desorientados y necesitan ver el camino de pétalos amarillos de cempasúchil, que se hace desde la entrada a la casa hasta el altar de ofrenda. Es necesario que se recen oraciones y que se queme copal o incienso, también la música es necesaria para que lleguen bien a casa.
Ya alimentados, saciados de sus bebidas favoritas, los difuntos regresan a sus lugares lejanos, para ello los cohetes y las campanas se oyen al amanecer, las bandas de música, la presencia de la gente, todo ha sido realizado como cada año. La gran actividad comercial, artesanal y agrícola vuelve a sus quehaceres habituales. Pero la época es buena para la venta. Los mercados llamados “tianguis” están muy activos en estos días de Muertos.

                 ...la pelona, la parca, la fea...  Foto: Julie Sopetrán

Pero la muerte es entrañable en México, por muchas más razones, una más es porque participan todos los habitantes de esos pequeños lugares michoacanos, no sólo los niños, también los jóvenes, tienen una costumbre que la llaman campáneri, o el Terúscan, el día 1 de noviembre por la noche, recrean un juego ritual, a escondidas, saltando las cercas de las sementeras, o cruzando por los techos de las casas, roban mazorcas de maíz, flores, calabazas, chayotes o cualquier otra cosecha del momento… Las personas mayores lo saben, y las autoridades se hacen los despistados también, todos están esperando a los jóvenes en el atrio del templo en lo que llaman la Guatápera.   Los alimentos que han recolectado los cocinan en una gran olla y luego invitan a los demás a comer pasando una velada muy agradable y en compañía, felices de haber robado esos productos que luego han compartido con los demás.  

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