Archivo del blog

lunes, noviembre 15

LAS TROJES DE ZACÁN

LAS TROJES DE ZACÁN
Michoacán (México)

Texto y fotos: Julie Sopetrán

Detalle de una troje. Foto: Julie Sopetran

Habíamos salido de Morelia temprano, con mis guías, Déborah López García y Pablo Chávez Villa, todo estaba previsto, organizado, para que  pudiese conocer a fondo la meseta p´rhépecha, gracias al apoyo y organización extraordinaria de la Secretaría de Turismo del Gobierno del Estado de Michoacán.  La mañana se había vestido de seda, la niebla cubría los arces y un aliento, casi vaho, se respiraba por el camino a Zacán. Estaba previsto que esa noche, mi hospedaje sería en una de esas trojes, modernizada ya por el turismo rural.

Troje de uralita y madera. Foto: Julie Sopetrán

Los mirasoles en flor suavizaban la humedad de los maizales, y podía imaginar algún lobo entre los bosques por Angaguan. Si algo me llama la atención en este recorrido por Uruapan, hasta llegar a Zacán y toda la zona de La Cañada de los Once pueblos, es precisamente su arquitectura, las interesantes formas de las casas de los pueblos extendidos a lo largo de toda la Sierra.
La flor del zacate, la flor de Santa María, y el color malva de los mirasoles deleitaban mi vista por los alrededores del Lago de Pátzcuaro, y el de  Zirahuen, conocido este último como “el espejo de los dioses”, mientras Deborah y Pablo, me explicaban los nombres de los árboles o la forma de vida de los habitantes p´urhépechas.
Troje de piedra y uralita. Foto: Julie Sopetrán

Los enormes árboles del aguacate y la voz de Alejandro Fernández al paso, con el volcán Paricutín de fondo y el más niño, el Sapicho, lugar registrado como una de las doce maravillas naturales del mundo, me hacían sentir una sensación de grandeza, ante un paisaje increíble, bello, grandioso. Sentía tener ante mis ojos una panorámica mágica, única, distinta a todo lo que habían visto anteriormente mis ojos.
La gran variedad de maderas es lo que da vida a las casas típicas de la zona: las trojes.  Las coníferas, las encinas, las caobas con sus maderas rosadas, son sin duda,  maderas tropicales duras, favorables para la carpintería y la duración de la vivienda de materia viva en la zona.
Troje de madera. Foto: Julie Sopetrán

La casa tradicional, la troje, está hecha con placas muy finas de madera de pino, llamadas tejamanil que ostenta sobre todo en sus tejados. Son casas con paredes de pesadas vigas instaladas sobre una cimentación de roca volcánica. Algunas son también de piedra y uralita.  Es tradición no usar, en su construcción, ningún metal, todo es madera, son tablas  unidas inteligentemente, sin utilizar clavos  ni tornillos, es la simpleza del arte p´urhépecha que ostenta una geometría muy bien definida e increíblemente ecológica. Pues hasta en los tejados, para unir las finísimas tablas del tejamanil, se usan las espinas del árbol tejocote.
                                                     Tejemanil. Foto: Julie Sopetrán

Estas casas que en España las llamaríamos cabañas de montaña, son sobrias y auténticas obras de arte en México. Aunque la palabra troje es realmente un granero, un lugar donde se guardan los granos. Cosa que también se hace y le da al hogar un verdadero encanto campesino.  
En esta zona de México, la troje es la casa donde habitan los p´urhépechas.  Estas casas suelen tener ventanas cerradas y una sola puerta con porche también de madera.  En un solo día estas trojes se pueden desarmar y ser armadas en otro lugar. Por lo que es una obra realmente artesanal, artística. Normalmente las vemos entre los árboles, se pierden, se agrupan, se vuelven a perder y siempre tienen una comunicación muy familiar que las conecta directamente en la comunidad.

Puerta de una troje que da al patio. Foto: Julie Sopetrán

Cada troje tiene su propósito, su misión que cumplir. Algunas de ellas, son pequeñas ermitas, donde se encuentra una imagen y la gente le lleva flores y en otras habitan familias numerosas o recién casados. Están situadas en espacios muy abiertos donde también se hacen artesanías… Espacios rodeados de árboles y maizales y siempre, las familias que viven en estas casas, están muy  en contacto con la naturaleza, son lugares llamados ecuaro y allí se celebran diferentes actividades, reuniones, tertulias… Es curioso observar que la cocina está situada en un lugar independiente del resto de la casa, como también los baños que suelen ser hechos artesanalmente con maderas de la misma calidad. El horno, los corrales y los huertecillos se sitúan independientes o alrededor de la troje. Visité posteriormente con la periodista Mary Andrade, una de esas cocinas típicas del p´urhépecha educador, escritor, filósofo y traductor, Dagoberto Huanosto Cerano que amablemente, con su esposa, nos sirvieron un té de nurite.

                                      Cocina típica del matrimonio p´urhépecha Huanosto Cerano Foto: Julie Sopetrán

Hay algo que es muy original y es que toda la familia participa de hacer una troje y la hace de tal manera, que se puede desmontar rápidamente y trasladar a otro lugar. Y lo más bello de esta arquitectura es que está ubicada en un entorno de la  Meseta P´urhépecha que encierra una belleza desbordante de plantas y de bosques. Esa naturaleza forma parte de la troje y la troje es parte de la misma naturaleza. La vegetación contrasta con este color azul casi morado de la madera, dándole al paisaje una personalidad diferente a lo que estamos habituados a ver en Europa o en los Estados Unidos.
Pero, una cosa es describir estas casas y otra muy distinta habitarlas. Y eso que la troje en la que yo iba a descansar aquella noche, no tiene que ver nada con las auténticas. Pues ésta es una troje de turismo rural, muy modernizada, comparada con las otras.
Baño típico de una de las trojes. Foto: Julie Sopetrán

En aquella bellísima soledad rodeada de árboles, fuimos a dejar mi maleta, y aunque estoy habituada a lo rústico, me impresionó la desbordada naturaleza, el silencio, lo desconocido de una inmensa foresta que iba a dar justo al volcán más joven del mundo: el Paricutín.
Pensar en una noche de insomnio ante los ruidos de la madera y lo que pudiera existir fuera de mi aposento me atemorizó un poco. Y más viniendo del Hotel Alameda de la moderna y elegante ciudad de Morelia. Una se acostumbra fácilmente a las comodidades y mi pánico no era por el silencio, era también por las  posibles necesidades para ir al baño en plena noche y sin saber a tientas, tener que salir a buscar los senderos que dan a este espacio imprescindible para cubrir las necesidades. Eso me hizo pensar, que vivir en una troje en pleno bosque, no es nada fácil, tienes que tener un coraje de dioses, pero dioses conocedores del  entorno para adaptarte a una forma de vida. Tal vez la humanidad, que vive hoy con excesivo confort, tengamos que volver a estos ajustes de vida en contacto con la naturaleza, reconozco que ahora ya no sé cómo hablarle a una vaca en pleno susto inventado de la noche.
Fachada de una troje típica. Foto: Julie Sopetrán

Aprendí en este viaje a Zacán, a valorar y admirar a mis hermanos p´urhépechas de los que tengo que aprender la lección más austera, más necesaria, la de la supervivencia. En mi contacto con este paisaje, aprendí que no lo es todo la belleza aparente sino el fondo de esa belleza que es el ser humano en su ambiente más puro, en su troje, rica y poderosa con sus vivencias ancestrales, que son sin duda, las pautas de un futuro más positivo y más humano.

ZACÁN: JARDÍN DE MÚSICAS

ZACÁN: JARDÍN DE MÚSICAS
TRADICIONAL CONCURSO DE LA MÚSICA PURÉPECHA EN ZACÁN, MICHOACÁN, MÉXICO.

Texto y fotos: Julie Sopetrán

Concurso de labores en la Huetapara. Foto: Julie Sopetrán

Decir Zacán, es nombrar un centro biológico de vivencias autóctonas, purépechas, tarascas,  los sonidos de su lengua, es la mejor música de toda la meseta.
Un lugar situado a casi 2000 metros de altura sobre el nivel del mar. Su temperatura de unos 25º mantiene la vegetación y la belleza en continuo estado, durante casi todo el año. Desde que el Paricutín, en 1943 vomitó sus cenizas, el 20 de febrero a las cuatro de la tarde, podríamos pensar que Zacán, ya no es un lugar “pedregoso”. La lava suavizó las piedras con sus manos calientes. 
Danza. Foto: Julie Sopetrán

Y hoy, Zacán es un jardín de músicas. Su fiesta consiste ante todo, en celebrar un concurso donde participan las cuatro regiones: Lacustre de Pátzcuaro, La Sierra, de Uruapan, Cañada de los Once Pueblos y La Ciénaga de Zacapu. 
Cada región manda su delegación a Zacán para participar en esas categorías que abarca todo lo relacionado con la música y el canto, la danza y la armonía del grupo, como son: las bandas, donde también hay mujeres músicos, las orquestas, las danzas y las pirecuas o pirekuas. 
Pirekuas. Detalle del Arpa. Foto: Julie Sopetrán

Esto último es música de violín y guitarras. La palabra “pirekua” significa canción, y son cantadas y contadas en lengua purépecha o en castellano. Es una especie de poesía popular donde se expresan sentimientos muy nobles, con un canto especial de la voz, acompañada por los típicos sones del violín y la guitarra y también el arpa. Se interpretan especialmente en Quinceo, Zacán y San Lorenzo. Suelen comenzar con “Qué tal señores… venimos a cantarles…” Y así comienzan sus historias que tienen que ver con sus cosas de cada día, sus sentimientos, con sus sufrimientos, protestas,  y todo lo relacionado con el mundo purépecha… A los interpretes de estas canciones se les denomina pireris. Y encontramos solistas extraordinarios, duetos, tríos, y coros que ponen a prueba su amor a la música.
La mujer también toma parte en la banda. Foto: Julie Sopetrán

La música del México profundo se vive con fuerza en esta zona, en lugares como Tiripetío, Tacámbaro, San Felipe de los Herreros, San Francisco Corupo, Santiago Tingambato, Parangaricutiro, Tzirosto y San Lucas Tzacan que es donde nos encontramos.  Fueron los Agustinos los que usaron la música para hacer sus conversiones a lo indígenas.  Pues las primeras bandas y orquestas purépchas se remontan hacia 1540. Sin duda, las bandas y las orquestas adquirieron instrumentos europeos de la conocida orquesta de cámara, y los instrumentos indígenas prehispánicos quedaron reducidos a la quiringua, la ocarina o los huesos.  Lo que sí es cierto es que las orquestas recompusieron su propia música, como en la tradición de abajeños y sones muy interesantes que para nada se oyen en España. 
Labores a punto de cruz. Foto: Julie Sopetrán

Las bandas que comienzan con una obertura y una marcha y resultará ganadora la que logre hacer gritar y bailar de alegría a la gente que este año, en Zacán, estrenó auditorio. Ese grito de alegría y entusiasmo, será el grito del sentimiento purépecha.
La tradición musical, es tan fecunda en esta zona que sólo hay que pasear Zacán durante estas fiestas, 14 al 19 de octubre, para reconocer el Amor del pueblo purépecha hacia la música. De este sincretismo que dio resumen a la fusión de las dos culturas, tan sólo dos categorías tienen raíces prehispánicas, las pirekuas y las danzas. Pero tanto se podría investigar sobre cada paso, cada nota musical, que sería interminable abarcar su gran riqueza cultural.
Las bandas. Foto: Julie Sopetrán

Pasear las calles es casi imposible por la gran variedad de grupos, de gente, de mercados, el ambiente no puede ser más puro, mas colorista, más vivo. La venta de bordados, elaborados por las mujeres del pueblo, con una vistosidad que puedes quedarte embobada mirando la perfección del punto de cruz. El concurso de estos bordados allí, en la Huatápera, un lugar construído por los Franciscanos en el siglo XVII, donde participan tanto el pueblo como los compradores que van a adquirir las mejores prendas después del concurso, prendas que se cuelgan de las paredes para ser exhibidas. La variedad de artesanías, cerámicas, frutas, vestidos…


Adorno en los cabellos de la mujer en Zacán. Foto: Julie Sopetrán

El olor a comida. La música. La gente que va y viene buscando su pequeño mundo más preciado.  La palabra Huatapera, tiene la raíz en una expresión purépecha que es Uandajperakua que significa región o meseta. Región lacustre o “lugar de reunión”. Lugar que también sirvió para albergue y hospital de los indígenas.
El día 18 por la tarde, a partir de las seis, el pueblo de Zacán vibra en músicas, es cuando se inicia el concurso que se prolonga hasta la madrugada. La banda ganadora tendrá que actuar durante una hora de canciones abajeñas. Y el público es cuando celebra el famoso encuentro son grupos de varias personas agarradas del brazo que celebran haberse encontrado y se torean con otros grupos.
Tocando Pirekuas - Foto: Julie Sopetrán

Es muy interesante observar que esta fiesta no tiene connotaciones religiosas, es puramente musical, es el Festival Artístico de la Raza Purépecha.
Una belleza de danza es la de las Nanecha K´ericha, las abuelas, esta danza es para agradecer la buena cosecha y hacen círculo mientras una de las abuelas carga a la Virgen Santa Marta.
Nada tiene que envidiar Zacán a Oaxaca con su Guelaguetza. En Zacán nacieron las melodías más famosas del repertorio folclórico purépecha, como La Flor de Canela, de Domingo Ramos, La Josefinita de Juan Méndez y Uriel Bravo, entre otras.

Pirekuas en plena calle. Foto: Julie Sopetrán

Pero algo muy importante sucedió este año en Zacán, y fue que el gobernado del Estado de Michoacán, Lázaro Cárdenas, asistió como invitado especial a la XXXIV edición del “Concurso Artístico de la Raza P´urhépecha”. Y el foro se completó con la inauguración del Auditorio por donde pasaron más de mil artistas. 60 danzas, 45 bandas musicales, 30 orquestas, y 90 cantadores de pirekuas. Al acto estuvieron invitadas importantes personalidades entre las que se encontraba el Rector de la UMSNH, Jaime Hernández, como también 16 presidentes municipales de la región.
Cada danza indica su lugar, su etnia, su origen, el motivo por el que se baila, quien la organiza y a quien va dirigida. Se otorgan dos premios especiales uno de unos once mil pesos y diploma del ilustre Maestro y Compositor J. Santos Campos Aguilera, oriundo de Zacán y otro en honor y memoria a Tata Gervasio López, de Jarácuaro de unos díez mil pesos y diploma.

Traje típico. Foto: Julie Sopetrán

Estos premios compiten con las danzas de los kúrpites de San Juan Nuevo, La Danza de los Viejitos de Jarácuaro y Kúrpites de Caltzontzin.  Los Kúrpites, llevan unos trajes muy elaborados y vistosos y la danza se caracteriza porque los danzantes son jóvenes casaderos y los trajes han sido confeccionados por sus novias. 
Entre la belleza de las danzas está también la de los Chilinchilies, en esta danza se expresa  la cosmovisión y creación del hombre purépecha. Se cree que su nombre se debe al sonido que emiten las sonajas al ser tocadas hacia los cuatro puntos cardinales. Esta es una de las danzas arraigadas y ancestrales, que se conserva gracias a la tradición oral.
Una de las bandas participantes. Foto: Julie Sopetrán

Amigo lector, si amas la música, no te lo pierdas, Zacán te espera y, allí sabrás que nadie como el indígena percibe los sonidos, los expresa, los interpreta, los sacia y los comparte. Es una fiesta que te recomiendo porque vas a disfrutar y te vas a sentir integrado plenamente en su ambiente. No olvides mi slogan: Zacán, es un Jardín de Músicas… creadas para quiénes podemos escucharlas y compartirlas.
------------------


EL REBOZO: PRENDA DE CIELO Y NOCHE EN ZACÁN (MICHOACÁN) MÉXICO

EL REBOZO: PRENDA DE CIELO Y NOCHE EN ZACÁN
MICHOACÁN (México)

Texto y fotos: Julie Sopetrán

El rebozo usado como sombrero. Foto: Julie Sopetrán

Visité Zacán gracias al apoyo y cordialidad de la Oficina de Turismo de Michoacán, nunca había estado en una fiesta tan colorista y vital, tan populosa y cordial, como la que se celebra en Zacán del 14 al 19 de Octubre. Fiestas patronales en honor de San Lucas, patrón de los ganaderos, donde la música, la comida, el fervor religioso, combinan con una especie de entrañable hermandad, no sólo entre la gente que habitan estos lugares, sino también entre los visitantes, ya que nadie en Zacán, se puede sentir extraño, extranjero o con hambre. Todo se sacia en este pueblecito de casi mil habitantes en plena Sierra Madre de Michoacán.
Toda la belleza de la fiesta está abierta de par en par al visitante más tímido donde puede gozar de la variedad más absoluta de aconteceres, exhibiciones y mercados. Entre las muchas curiosidades de Zacán, yo me fijé especialmente en esa prenda que caracteriza a la mujer autóctona p´urhépecha, en su rebozo.

Niño arropado con rebozo. Foto: Julie Sopetrán.

Saber llevar el rebozo, es sin duda un arte que sólo estas mujeres dominan con gracia y gestos peculiares, graciosos, serios y a la vez armoniosos,  pues yo creo que ninguna otra mujer del mundo sabría hacerlo igual. Porque el rebozo sin el gesto, sin el andar, sin la forma o el estilo, sería simplemente un trozo de paño, que muchas mujeres europeas utilizarían sólo de adorno o cubridor de cualquier baúl antiguo. Para la mujer p´urhépecha, el rebozo va unido a su vida, está integrado en su forma de ser, de sentir y de percibir el mundo.
Lo que me llama la atención en mi paseo por Zacán, es comprobar los distintos tejidos de esta prenda y las formas de llevarlos. Me asombro al ver cómo la mujer durante distintos momentos del día, unas veces se acurruca en su rebozo y otras lo extiende sobre sus hombros, dependiendo de la temperatura o las labores que esté realizando. Es un lenguaje increíblemente bello, donde el gesto lo dice todo, pero sin el rebozo no diría nada, son las maneras más diversas de expresar la vida y los muchos aspectos y veres del tiempo y del espacio de un pueblo, una comarca, una etnia.
Regalo de compromiso. Foto: Julie Sopetrán

También he visto cómo el rebozo sirve para llevar a los niños a la espalda sin que puedan caerse. Y mientras la madre realiza una serie de tareas, ella lo carga en su rebozo, entablándose así una relación muy estrecha entre la madre y el niño. Pues se ve cómo el bebé está en contacto con el pecho materno, donde no sólo duerme, sino que se amamanta y  vive como cualquier pajarillo en su nido más entrañable. Además, observo que el apoyo que recibe el niño es perfecto y correcto para su cabeza y su columna vertebral.
 Verdes, azules, morados, negros, más, menos vistosos, más nuevos, muy usados, algunos cubriendo la cabeza, otros la espalda, otros llenos de cosas como cargadores de innumerables sueños y secretos cotidianos…A veces, si hace calor, el rebozo sirve de sombrero, la imaginación de esta mujer p´urhépecha, se desborda en motivos y formas dependiendo de lo que le pida la temperatura en cada instante. 

El rebozo rodea a la madre y al hijo. Foto: Julie Sopetrán

Y también el rebozo es cuna que mece los primeros llantos y arrulla los primeros sueños. Es cobijo que da sombra, frescor en los días calurosos. Y en los días fríos abriga como ningún otro tejido. Pero también es una prenda elegante que sirve para festejar a las quinceañeras, o para que un hombre se declare a una mujer obsequiándola con el mejor rebozo según sus posibilidades económicas. Y como traje de novia en la boda, dando elegancia y prestancia a la mujer en tan especial ceremonia.
El rebozo, según me comentaban las mujeres de Zacán, lo utilizan también para el parto, y sirve para reconfortar a la mujer cuando siente el dolor. Según me dijeron, con el rebozo, se le “acomoda” el bebé y de esa forma el parto es mucho más fácil, es lo que las parteras llaman “la manteada”, que no es otra cosa que realizar con el rebozo una serie de movimientos como preparación al alumbramiento.

Mujer P´urhépecha con rebozo. Foto: Julie Sopetrán

Así con la ayuda del rebozo ,se le da a la mujer unos masajes en el abdomen y la cadera, lo que ellos dicen, una “sobada”, para que el bebé se prepare  mejor para nacer.  Ya cuando nace se le recibe en un rebozo. Y ese tacto dulce, suave, permanecerá a lo largo de su vida, incluso hasta la muerte, porque también es una prenda que sirve para amortajar el cuerpo.
Sería interminable enumerar la cantidad de usos y maneras que sólo la imaginación de esta mujer p´urhépecha, sabe utilizar tan adecuadamente.
El rebozo es una prenda prehispánica, igual lo usaba el hombre que la mujer, el ayate de ixtle, o la manta de algodón, no deja de tener las mismas características, pero con la llegada de los españoles se transformó. La lana y la seda, la rueca y el telar de pedales, modernizaron aquellas formas primitivas del rebozo y dieron paso al rebozo colonial. El que vemos hoy, rayas blancas y negras de un azul muy pálido, como si estuviera iluminado por un día claro de sol con niebla o representara un agua transparente. Según la clase social así es el rebozo, de algodón o de seda. Una anciana me comentaba que las rayas expresan el día y la noche, el cielo claro u oscuro, el azul intenso, la tristeza y la melancolía…

Con su rebozo sobre el hombro. Foto: Julie Sopetrán

El Festival de la Música P´urhépecha, no sería nada si la mujer no luciera su rebozo por las calles semidormidas de las preparaciones, del olor a comida con que impregna la casa. Todo es como si el rebozo lo supiera, como si esta prenda conociera los secretos tan bien guardados de la historia femenina de México, de Michoacán, de Zacán.  Cómo si tuviera una complicidad de saberes impregnados entre los hilos tan bien elaborados como inteligentemente puestos cada uno en su lugar para que cumpla su misión de arrobo, de abrazo, de ternura.

Llevando el niño a la espalda entre el rebozo. Foto: Julie Sopetrán

El rebozo es como una cadena que aúna esfuerzos. Aún conservo en mi mente esas imágenes allí junto a la capilla del Hospital, allí en Iurixio, donde se plasma la Letanía Lauretana. Sin la imagen de la mujer enrebozada, no concibo el espacio. Es como si el Arte no pudiera separarse de lo humano, de lo vivo, como si el movimiento de los andares recogidos y adornados por el rebozo, tuvieran alguna consonancia con los artesonados y los ángeles más barrocos.
                                                                ¿Qué llevará dentro de su rebozo? Foto: Julie Sopetrán

Traté de conseguir con mi cámara esa belleza del rebozo en la mujer p´urhépecha.
De robar al instante la forma, el movimiento, la postura. Para mostrarla al mundo, a otro mundo impregnado de modas que se pierden en la superficie del consumo. El rebozo no tiene “temporadas de moda” el rebozo es eterno, como la mujer que lo viste, arraigada a sus costumbres, a sus tradiciones y a la tierra y al fuego de los tiempos.
Andares con rebozo. Foto: Julie Sopetrán

___________________









LA PELOTA PÚRHÉPECHA: UN JUEGO ANCESTRAL DE ZACÁN, MICHOACÁN -MÉXICO

La pelota p’urhépecha: Un juego ancestral Zacán, Michoacán – México 
                                                
 Siguiendo el ritmo que lleva la pelota.
 Texto y fotos: Julie Sopetrán


   Entre los innumerables actos programados en Zacán, en el Festival de la Música P’urhépecha, está el de la pelota. Pasear Zacán es adentrarse en silencios que huelen a tiempo. Déborah, mi experta y agradable guía, quiere mostrarme cada rincón del pueblo, para que conozca más a fondo las calles, la gente, las cosas de Zacán. Y nos dirigimos hacia una de sus fuentes a las afueras, desde donde podemos ver, a un lado, la inmensa vegetación y hacia oriente, el bello paisaje, una panorámica que es como un jardín de casas muy bien armonizadas tanto en colores como en arquitectura, y toda esa belleza contemplada, sus tejados negros, sus chimeneas humeantes, ofrece una panorámica ancestral, diferente a cuanto he conocido anteriormente, pero todo esto hay que mirarlo desde uno de los cerritos o lomas que ofrece este pueblo de la Sierra Madre.



La sensación de entrar a otro mundo donde nada tiene que ver con el asfalto, me seduce, me llena de curiosidad, de ganas de saber cómo es y cómo viven los habitantes de Zacán. Dentro de las casas, algunas de adobe, otras de madera, las más modernas de cemento, se percibe la vida, el sabor de la fiesta, el olor a comida, los niños, la familia que disfruta de unos días diferentes y la juventud que se viste de blanco y se prepara para el juego de pelota en las calles. Llevan en sus manos una especie de palo o mazo que acomodan a sus dedos a sus gestos imaginarios para golpear la pelota. Bastón elaborado con madera de tejocote, (Crataegus pubescens), cerezo, encino… y simbólicamente representa la fuerza, la energía que el árbol va a transmitir al jugador. El bastón, suele medir aproximadamente metro y medio de longitud. Y éste bastón debe recogerse del árbol cuando la luna está llena que es cuando la madera está en su punto; ni demasiado húmeda, ni demasiado seca, según lo aconsejan los más ancianos expertos en el juego.

Vamos siguiendo a estos jóvenes por una calle larga de arena, de piedras, de zanjas abiertas, agrietadas  por el agua y el paso de los ganados diariamente.
Se nos cruzan algunas vacas que parecieran conocer cada palmo que pisan.
Nos encontramos con dos, tres grupos de jóvenes, que destacan por sus trajes blancos. Son mujeres y hombres jóvenes, formarán varios equipos, pero veremos jugar a uno.
Ya en los murales de Tepantitla en Teotihuacán, en el Estado de México, se puede admirar la imagen de estos jugadores dándole a la pelota con un palo. También hay vestigios que son testigo de la antigüedad de este juego, en las figurillas de la ofrenda de las tumbas de tiro de El Opeño en Michoacán, con una fecha entre l280 A.C., aunque hay referencias, que este juego abarca hasta una antigüedad de tres mil años. Se encontró el llamado “bastón de piedra” lo que podría ser una réplica o escultura, símbolo del bastón de madera. Pero basándonos en la ofrenda de El Opeño, está compuesta por 5 jugadores con el bastón o el mazo y tres personajes femeninos que observan el juego. Eso indica que estamos hablando de un juego ancestral, milenario. Llegamos a la conclusión que Uarhukua que significa bastones que se golpean entre sí y Chanakua, que significa juego, y así se le llama al juego del bastón, data pues, de tiempo inmemorial y es heredado oralmente de generación en generación. Aunque también tiene otros nombres: Uahukua, Pasarhukua, páhperakua, Chungutaramani, Pasiri, Akurakua… Y también este juego es practicado por los Mixtecos en los valles de Oaxaca. Y no sólo en México, también en otros países como Canadá, Chile, pueblos como los Mapuches, y también los sioux entre otros de la región.



Lo maravilloso de éste juego, comentábamos Deborah y yo, es que hoy se conserva en activo y con un entusiasmo maravilloso por parte de la juventud p´urhépecha. Parece que al principio, este juego se intercambiaba de una comunidad a otra, se le nombraba de distintas formas y se establecían las reglas que tenían sus límites y demarcaciones.
Ponían la pelota entre los dos pueblos, y lo ideal era conseguir que la pelota llegara a sus correspondientes comunidades. Tampoco utilizaban los bastones o mazos, sino ramas de árboles secas, cuidadas por cada jugador como su don más preciado.
Lo mítico y simbólico se aúnan, se anteponen, representan el juego y su significado ancestral. Cuando la pelota es de fuego, se le llama: “pelota encendida” entonces simboliza la idea del paso del sol por la esfera celeste o la lucha de las tinieblas y la luz en el día y la noche, la contraposición de la vida y la muerte, y la batalla diaria del bien y del mal del ser humano, o el paso de un cometa por los aires, los jugadores entonces no tienen miedo al fuego, ellos pueden tomar la pelota y no quemarse las manos, porque su agilidad y su destreza les protege del mal, del fuego, también es un juego que une a p´urhépechas y mestizos, pasado y presente en armonía de un mismo color blanco de sus trajes. Y me recuerda esta conexión del fuego con las hogueras de San Juan en algunos lugares de España, en este caso no son las manos sino los pies que cruzan el fuego, lo pisan, lo saltan, saben cómo hacerlo y no se queman.


 La pelota está hecha de trapo, también puede ser de madera de colorín, (eritrina coralloides), esta madera ha de estar muy seca para que así se pueda pulir bien la pelota donde antes de usarla se le introduce gasolina o diesel para que arda y pueda verse bien el fuego; en la antigüedad en vez de gasoil se le introducía la resina del pino. Y esta pelota también se elabora con la raíz del maguey y es también de hule, incluso de piedra en otros lugares. Esta pelota suele pesar unos 300 a 500 gramos. Para los niños es más pequeña. Se hace con hule espuma, y termina con lazo de henequén.


Friday, 06 October 2006  La Oferta Review newspaper .- San José – California 

LA NOCHE DE MUERTOS EN TZURUMÚTARO

LA NOCHE DE MUERTOS EN TZURUMÚTARO (Michoacán)

Por Julie Sopetrán


                      ...la pulcritud de los paños bordados cubriendo las caomidas... Tzurumútaro (Michoacán)  Foto: Julie Sopetrán

A más de dos mil metros de altura, a las orillas del Lago de Pátzcuaro, paramos a las puertas del cementerio de Tzurumútaro, la gente  estaba limpiando las tumbas para adornarlas al día siguiente. Me llamó la atención cómo los niños, jóvenes, familia en general, preparaban la tierra y acomodaban la tumba para recibir las flores, los cirios y las ofrendas. No era un cementerio más en la monotonía de la tarde.  Hicimos unas cuantas fotos y regresamos a la noche siguiente. Nos quedamos con la boca abierta, no, aquel no era el mismo cementerio que habíamos visto el día anterior.

                        ...el colorido de las flores resplandecía ante los cirios... Tzurumútaro (Michoacán) Foto: Julie Sopetrán

Aquel lugar se había convertido en un joyero, en un jardín, en un espectáculo prodigioso. Todo brillaba en la oscuridad de la noche, el colorido de las flores resplandecía ante los cirios. La pulcritud de los paños bordados cubriendo las comidas hechas en casa, para ofrecérsela al muerto,  las fotografías de los que regresaban a pasar la noche con los que aquí quedaron.

                       ...el hombre pensativo contemplando la ausencia de los seres queridos... (Tzintzuntzan) Foto: Julie Sopetrán

 La emoción de las niñas, envueltas en sus rebozos junto a sus familiares o los niños encendiendo las velas, la contemplación de los ancianos, la mirada serena de la madre con el niño dormido entre sus brazos, el hombre pensativo contemplando la ausencia de los seres queridos,  la panorámica de luces, daba al fondo una inmensidad interminable del paisaje tan cuidadosamente elaborado. Hablamos con distintas personas, aunque tanta belleza invitaba al silencio, al respeto de las tradiciones, a la contemplación, a la aceptación activa de la muerte en su justa correspondencia de intercambios humanos y sobrenaturales.

                                           ...la belleza invitaba al silencio... Tzurumútaro (Michoacán) Foto: Julie Sopetrán

Tzurumútaro, es uno más de los pueblos que rodean el Lago de Pátzcuaro, tal vez uno de los más pequeños, el significado de Tzurumútaro dicen que es, “hierba con la que se hacen cordeles”, es un lugar agrícola, por lo que se observan productos de la tierra, como es el maíz, la calabaza, los cempasuchil y las flores del tiempo recogidas para adornar las tumbas. Este pueblo está sólo a seis kilómetros de Pátzcuaro y tiene algo más de dos mil habitantes con un clima delicioso de unos veinte a veinticinco grados.

...la mirada serena de la madre con el niño dormido  entre sus brazos... (Tzintzuntzan) Foto: Julie Sopetrán


Lo grabé en mi memoria por la vivencia y la belleza de los adornos en cada una de sus tumbas, creo que nunca había contemplado en mi vida un cementerio tan bello. Tan auténtico, tan sencillo y a la vez tan artísticamente humanizado de símbolos, luces, flores, adornos. Si en algún lugar una persona puede pensar que la muerte es bella, es sin duda, en la Noche de Muertos en Tzurumútaro, por no decir luego Tzintsuntzan, Ihuatzio, Cucuchucho, Erongarícuaro, Tócuaro o Santa Fe de la Laguna. Por no seguir camino hacia Uruapan, Zacán, Zacapu o Santa Clara del Cobre, Zirahuen… entre otros muchos que ostentan estas celebraciones en la Fiesta del primero y segundo día de Noviembre.


Mapa que proporciona  SECTUR, la Oficina de Turismo de Michoacán en Morelia, donde se puede apreciar la ruta de LA NOCHE DE MUERTOS.
 
 
 <iframe width="420" height="315" src="http://www.youtube.com/embed/GOmiXx-a-88" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>



sábado, noviembre 13

UN PAÍS MÁGICO



La vida en México tiene un doble sentido. Una dimensión etérea y humana que la convierte en culto, en esencia de costumbres. Sus ritos nos envuelven, su mágia nos cautiva, su semblanza nos une al universo más variado. Sus lugares históricos, no sólo nos deslumbran, sino que nos acercan a la comprensión más elevada de la belleza. Es cuando visitamos México, cuando nos volvemos multicolores, elevando nuestro espíritu con el afán de conocer lo transcendente, lo que merece la pena imprimir en nuestra memoria: sus gentes, sus paisajes, sus monumentos, su especial magnetismo, que como una piedra imán, nos atrapa para siempre.Conocí México de la mano de la fotografía de Mary Andrade, ella y algunas instituciones de México, me llevaron a conocer las noches de muertos en Michoacán, en Morelos, en diferentes lugares… Desde entónces, México ha sido mi centro, mi lugar de encuentros, la puerta amplia y acogedora de América, la mano abierta, el gigante brazo extendido al abrazo, a la concordia, a la comprensión de los Grandes Dioses y los Grandes Misterios. Decía hace algunos años, en la revista de mi creación AZB, que Meso América, está todavía por descubrir para muchos españoles, o tiene mucho que enseñarnos. Es visitando México cuándo descubres esa conexión conmovedora y trascendente. Desde Teotihuacán hasta Tenochtitlán, desde Monte Albán hasta Tzintzuntzan o el inigualable Chichén Itza. México es la transparencia de un mundo mágico y eso es lo que quiero mostrar en este trabajo. El alma de México nos transporta al más fiero y al más dulce de los hechizos. Sus coloridos, sus velas, su música, su danza, sus creencias, sus mercados, sus flores,  si no hay flores, se inventan.


flores
Luchita (Foto: Mary Andrade)

En la foto: Luchita, preparando el Altar de Muertos en el periódico de La Oferta, San José, California) sus artistas,sus murales, sus paisajes, sus celebraciones, sus gentes indígenas o mestizas, su gran prodigio de conservar lo antiguo y su futuro sin fin… todo, me ha cautivado vivamente. Sus niños, sus animales domésticos, sus gentes que viven en armonía con la naturaleza. Sus valles, sus ríos, sus montañas, sus volcanes y  ese humor macabro de la muerte y esa nieve perpetua del Popocatépletl o el cabello dorado de los maizales… ¡Tantas cosas, tanto por aprender!Es este recorrido un poco el resumen de mis viajes a México. Al viajar con Mary Andrade, era para mí inevitable usar mi humilde cámara, un poco a la sombra de esta gran fotógrafo, aprendí a ver esas luces y sombras de un país tan deslumbrante como México. Tal vez, fue un atrevimiento por mi parte querer recoger momentos, que hoy, tienen un mayor significado al contemplarlos. Pero es, como diría Azorin, después del viaje, cuando se degusta lo vivido.  Revivir instantes es reconquistar la magia. Esa magia de México infinita, que se hace posible en el milagro de volver a habitarlo a través de este recorrido. Ojalá puedas, amigo lector, ver y sentir entre los focos de mi lente, y de mi observación, éstas luminosidades de un país amplio, lúdico y humano como pocos. La instantánea no pasa por el filtro casualmente, mucho antes es vivencia, inspiración, capricho en la mirada… , señal o fábula, ¿qué más da? lo que importa es captar el sentido, la primicia, la fuerza y el poder de lo que está y existe ante nuestros ojos: esa frágil y cambiante imagen, que también por arte de magia podemos retener y, ahora, compartir. Me gustaría que este trabajo te invitara a visitar México, fuera esa mano invisible que te empujara y adentrara en los innumerables contenidos históricos, literarios, humanos, que cercan y a la vez liberan el espíritu. Porque son contenidos de la interioridad y el enclave. Inclusión que todos tenemos que añadir a nuestras pobres o ricas biografías. México es el mejor entorno para enriquecer nuestro espíritu. Mi convicción se basa en la experiencia, una experiencia que no me ha sido ajena y que hoy, más que nunca, se para en el detalle para hacer y sentir más de cerca todo lo vivido. Sólo quiero compartirlo contigo y aproximar mi lente a tu descanso y a tu curiosidad. Ojalá pueda, no sólo inmovilizar el tiempo en la belleza, también transmitirlo a estas páginas, para que de una u otra forma, podamos hacer posible y juntos éste viaje… 

Julie Sopetrán    

viernes, noviembre 12

LOS CABALLOS ENROSADOS


ASÍ SE CELEBRA EL DÍA DE MUERTOS EN MICHOACÁN – MÉXICO -

LOS CABALLOS ENROSADOS de SAN ÁNGEL TZURUMUCAPIO

Por Julie Sopetrán


                                                      Caballito enrosado de flores y frutos   (Foto: Julie Sopetrán)


En la región de Jimbaqua, entre grandiosas montañas habitadas por coyotes, zorrillos, mariposas gigantes, comadrejas… Existe un pueblo llamado San Ángel Tzurumucapio, que está situado en el municipio de Ziracuaretiro, en el estado de Michoacán de Ocampo, en México. Este pueblo en plena montaña tiene más de cuatro mil habitantes y su altitud supera los 1600 metros de altura. Rico en aguacateros y hermoso en paisajes de conos volcánicos, atraen la mirada y serenan el alma en sus valles.
Este pueblo es conocido por sus costumbres de Día de Muertos y sus caballitos enrosados.  ¿Qué quiere decir lo de “caballitos enrosados”?  
Entramos en el cementerio de San Ángel de Tzurumucapio y escuchamos varias bandas sonoras por todo el cementerio, cada una está tocando junto a un caballito enrosado.
El día anterior a la celebración, los hombres del pueblo preparan estos caballitos con varas,  maderas y carrizos, en la noche cuando se vela al difunto, en los altares, es cuando lo llenan de rosas, por eso se llama “enrosado”, aunque no importa la flor que se utilice, también se usan claveles y flores del tiempo, frutas, como plátanos, guayabas, manzanas, pan de muerto, tortillas, dulces, cintas de colores, papel picado...
Héctor Hernández, un vecino del pueblo, me comenta que es una costumbre muy ancestral, la de los caballitos, no se sabe desde cuando existen, los hacen siempre para el muerto nuevo, la tradición puede ser prehispánica.
Es la comunidad la que participa en la creación de los caballitos adornados. Colabora todo el pueblo, y se hacen también con varas de laurel atadas con cuerdas, también con piñas de maíz. Una vez hecho el armazón, es cuando se le ponen las flores, así van de casa en casa creando varias partes de este caballito, desde la cabeza hasta las patas.   Las flores las ponen por la noche para que duren más y estén frescas, de esa forma permanecerán sin marchitarse en el cementerio y aguantarán la fiesta.


                                                               Otro caballito enrosado  (Foto: Julie Sopetrán)

Una vez se ha terminado de elaborar el caballito, se coloca en un lugar donde todo el mundo pueda verlo y admirarlo. Así los familiares del fallecido y todos los que han colaborado en hacer el caballo, podrán invocar al espíritu del fallecido, para ello encienden cirios alrededor, ponen más flores, encienden copal (incienso) rezan y creen que el alma vendrá a través del caballo para estar y celebrar momentos agradables con los vivos.
La gente de esta región, como en todo Michoacán, es muy agradecida, y las mujeres se pasan horas, días, cocinando, para dar de comer a la comunidad que colabora en la creación de esta obra de arte. También para obsequiar a los forasteros que llegan a visitar y participan de las ceremonias. Amigos, conocidos, extraños, nadie se va sin probar los exquisitos platos de la tierra, como son las corundas, el churito… Ese caldo de res con col, acompañado del maíz que está presente en muchos platos. Y en la noche, mientras pasa el frío de la noche de muertos, una copita de charanda o el charape para espantar a los fantasmas.
La música es otro motivo de alegría para celebrar la muerte en la cultura p´urhépecha, en este lugar existen muchas bandas de música y en este día vienen al cementerio a tocar  a las tumbas no sólo de los caballitos, sino de aquellos vivos  que lo solicitan para sus muertos. Los sonecitos, abajeños y pirekuas, dan paso a la serenidad de las bandas que envuelven el aire en esas tonalidades de cirio y ofrenda.


                                                                           Ofrenda (Foto: Julie Sopetrán)


La ofrenda es llevar a la tumba aquello que más le gustaba al difunto. En este caso podemos ver en la foto un rabanito y cacahuetes. También podemos admirar los paños bordados hechos a mano por las mujeres, estos paños son los que cubren la comida que se lleva a las tumbas, siempre lo que más le gustaba al muertito.
Cada cual aporta lo que sabe, lo que tiene, es un dar y recibir. Llevas ofrenda al muerto y recibes comida del vivo, del familiar. Compartes. Es muy feo no aceptar la comida, querer participar sin ofrecer algo al difunto. Esta es la filosofía indígena. Su generosidad activa, brilla en estos días en que los muertos vienen a visitar a los vivos. Vienen a pasar unos días con sus familiares, esa es la creencia. Para ello se preparan, crean caballitos, hacen caminos de pétalos de cempasúchil, con la flor amarilla, es la flor de muerto en Michoacán, (son como los claveles chinos pero gigantes, hermosos,) de esa manera los muertos no se pierden, vuelven a sus tierras, saben por dónde volver a sus lugares preferidos, a sus hogares. Todos colaboran, los niños, los ancianos, los jóvenes, la familia. Es un mundo en color donde la vida se transforma para alegrar el cementerio. Uno de los músicos de la Banda La Cañada, me pregunta si nosotros celebramos con música El Día de los Muertos. Le digo que no. Se sorprende. Y me pregunta:  ¿Por qué?

                                     Uno de los músicos de una banda tocando en el cementerio (Foto: Julie Sopetrán)


¿Cuánto nos falta aprender a los españoles de estas costumbres mexicanas frente al misterio ineludible de la muerte? Creo que mucho. En estos cementerios los días 31 de octubre, 1 y 2 de  noviembre, observamos a familias completas, primero, limpiando las tumbas, luego engalanándolas de flores, de luces naturales, de velas. Y son ante todo ellos, los niños, los que participan más activamente de estas preparaciones ceremoniales. No. Ellos no le tienen miedo a la muerte, pasan la noche en el cementerio, juegan con ella, participan del duelo y lo ven de una forma natural, porque así es la muerte, simplicidad, llaneza, identidad… Todo como la vida misma.
Termino esta pequeña semblanza de lo que es la muerte en México, con unos versos del poeta de aquellas tierras, Ismael García Marcelino, que a modo de Consejo contradictorio dice: “Nunca lleves una banda / de música/ para sepultar a un ser querido. /Los otros difuntos,/los que de veras descansan,/no tienen por qué saber/ que tu dolor te da gusto.”  Pero es después de la muerte, cuando se celebra el recuerdo y para entonces… da gusto escuchar esas bandas y ver a la familia unida en los cementerios.  Aprendamos de México a llevar infancia, juventud y música a nuestros campos santos, tal vez eso nos haga ser más humanos y nos haga sentir más vivos para dar alabanza a la muerte.


                                                    Familia púrhepecha en el cementerio. (Foto: Julie Sopetrán)

JUNTO AL ARROYO (Villancico 2023)

  JUNTO AL ARROYO (Villancico 2023)   Y amaneció con escarcha el arroyuelo que pasa por la sombra de mi casa.   Aunque el sol br...