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viernes, noviembre 12

LOS CABALLOS ENROSADOS


ASÍ SE CELEBRA EL DÍA DE MUERTOS EN MICHOACÁN – MÉXICO -

LOS CABALLOS ENROSADOS de SAN ÁNGEL TZURUMUCAPIO

Por Julie Sopetrán


                                                      Caballito enrosado de flores y frutos   (Foto: Julie Sopetrán)


En la región de Jimbaqua, entre grandiosas montañas habitadas por coyotes, zorrillos, mariposas gigantes, comadrejas… Existe un pueblo llamado San Ángel Tzurumucapio, que está situado en el municipio de Ziracuaretiro, en el estado de Michoacán de Ocampo, en México. Este pueblo en plena montaña tiene más de cuatro mil habitantes y su altitud supera los 1600 metros de altura. Rico en aguacateros y hermoso en paisajes de conos volcánicos, atraen la mirada y serenan el alma en sus valles.
Este pueblo es conocido por sus costumbres de Día de Muertos y sus caballitos enrosados.  ¿Qué quiere decir lo de “caballitos enrosados”?  
Entramos en el cementerio de San Ángel de Tzurumucapio y escuchamos varias bandas sonoras por todo el cementerio, cada una está tocando junto a un caballito enrosado.
El día anterior a la celebración, los hombres del pueblo preparan estos caballitos con varas,  maderas y carrizos, en la noche cuando se vela al difunto, en los altares, es cuando lo llenan de rosas, por eso se llama “enrosado”, aunque no importa la flor que se utilice, también se usan claveles y flores del tiempo, frutas, como plátanos, guayabas, manzanas, pan de muerto, tortillas, dulces, cintas de colores, papel picado...
Héctor Hernández, un vecino del pueblo, me comenta que es una costumbre muy ancestral, la de los caballitos, no se sabe desde cuando existen, los hacen siempre para el muerto nuevo, la tradición puede ser prehispánica.
Es la comunidad la que participa en la creación de los caballitos adornados. Colabora todo el pueblo, y se hacen también con varas de laurel atadas con cuerdas, también con piñas de maíz. Una vez hecho el armazón, es cuando se le ponen las flores, así van de casa en casa creando varias partes de este caballito, desde la cabeza hasta las patas.   Las flores las ponen por la noche para que duren más y estén frescas, de esa forma permanecerán sin marchitarse en el cementerio y aguantarán la fiesta.


                                                               Otro caballito enrosado  (Foto: Julie Sopetrán)

Una vez se ha terminado de elaborar el caballito, se coloca en un lugar donde todo el mundo pueda verlo y admirarlo. Así los familiares del fallecido y todos los que han colaborado en hacer el caballo, podrán invocar al espíritu del fallecido, para ello encienden cirios alrededor, ponen más flores, encienden copal (incienso) rezan y creen que el alma vendrá a través del caballo para estar y celebrar momentos agradables con los vivos.
La gente de esta región, como en todo Michoacán, es muy agradecida, y las mujeres se pasan horas, días, cocinando, para dar de comer a la comunidad que colabora en la creación de esta obra de arte. También para obsequiar a los forasteros que llegan a visitar y participan de las ceremonias. Amigos, conocidos, extraños, nadie se va sin probar los exquisitos platos de la tierra, como son las corundas, el churito… Ese caldo de res con col, acompañado del maíz que está presente en muchos platos. Y en la noche, mientras pasa el frío de la noche de muertos, una copita de charanda o el charape para espantar a los fantasmas.
La música es otro motivo de alegría para celebrar la muerte en la cultura p´urhépecha, en este lugar existen muchas bandas de música y en este día vienen al cementerio a tocar  a las tumbas no sólo de los caballitos, sino de aquellos vivos  que lo solicitan para sus muertos. Los sonecitos, abajeños y pirekuas, dan paso a la serenidad de las bandas que envuelven el aire en esas tonalidades de cirio y ofrenda.


                                                                           Ofrenda (Foto: Julie Sopetrán)


La ofrenda es llevar a la tumba aquello que más le gustaba al difunto. En este caso podemos ver en la foto un rabanito y cacahuetes. También podemos admirar los paños bordados hechos a mano por las mujeres, estos paños son los que cubren la comida que se lleva a las tumbas, siempre lo que más le gustaba al muertito.
Cada cual aporta lo que sabe, lo que tiene, es un dar y recibir. Llevas ofrenda al muerto y recibes comida del vivo, del familiar. Compartes. Es muy feo no aceptar la comida, querer participar sin ofrecer algo al difunto. Esta es la filosofía indígena. Su generosidad activa, brilla en estos días en que los muertos vienen a visitar a los vivos. Vienen a pasar unos días con sus familiares, esa es la creencia. Para ello se preparan, crean caballitos, hacen caminos de pétalos de cempasúchil, con la flor amarilla, es la flor de muerto en Michoacán, (son como los claveles chinos pero gigantes, hermosos,) de esa manera los muertos no se pierden, vuelven a sus tierras, saben por dónde volver a sus lugares preferidos, a sus hogares. Todos colaboran, los niños, los ancianos, los jóvenes, la familia. Es un mundo en color donde la vida se transforma para alegrar el cementerio. Uno de los músicos de la Banda La Cañada, me pregunta si nosotros celebramos con música El Día de los Muertos. Le digo que no. Se sorprende. Y me pregunta:  ¿Por qué?

                                     Uno de los músicos de una banda tocando en el cementerio (Foto: Julie Sopetrán)


¿Cuánto nos falta aprender a los españoles de estas costumbres mexicanas frente al misterio ineludible de la muerte? Creo que mucho. En estos cementerios los días 31 de octubre, 1 y 2 de  noviembre, observamos a familias completas, primero, limpiando las tumbas, luego engalanándolas de flores, de luces naturales, de velas. Y son ante todo ellos, los niños, los que participan más activamente de estas preparaciones ceremoniales. No. Ellos no le tienen miedo a la muerte, pasan la noche en el cementerio, juegan con ella, participan del duelo y lo ven de una forma natural, porque así es la muerte, simplicidad, llaneza, identidad… Todo como la vida misma.
Termino esta pequeña semblanza de lo que es la muerte en México, con unos versos del poeta de aquellas tierras, Ismael García Marcelino, que a modo de Consejo contradictorio dice: “Nunca lleves una banda / de música/ para sepultar a un ser querido. /Los otros difuntos,/los que de veras descansan,/no tienen por qué saber/ que tu dolor te da gusto.”  Pero es después de la muerte, cuando se celebra el recuerdo y para entonces… da gusto escuchar esas bandas y ver a la familia unida en los cementerios.  Aprendamos de México a llevar infancia, juventud y música a nuestros campos santos, tal vez eso nos haga ser más humanos y nos haga sentir más vivos para dar alabanza a la muerte.


                                                    Familia púrhepecha en el cementerio. (Foto: Julie Sopetrán)

LA CATEDRAL DE MORELIA Y SUS LEYENDAS

La Catedral de Morelia (Michoacán)  Foto: Julie Sopetrán

LA CATEDRAL DE MORELIA Y SUS LEYENDAS


Por Julie Sopetrán


La foto de entrada es una vista de La Catedral de Morelia, (Michoacán). La hice en este viaje, un día de sol del mes de Noviembre de 2010. Michoacán significa "Lugar de pescadores", fue un lugar habitado por otomíes, náhuas, pirindas, tecos... la raza chichimeca que son los habituales purépechas. Los purépechas constituyeron un gran imperio siendo su capital Tzintzuntzan. Cada vez que viajo a Michoacán me deleito en su capital que es Morelia, fundada a mediados de Mayo de 1541 por el virrey don antonio de Mendoza. Pero sobre todo me gusta disfrutar de su Centro Histórico, con sus conventos, iglesias, monumentos, plazas, acueducto, palacios, mansiones señoriales, rincones, terrazas, soportales justo frente donde está su Catedral, un magnífico edificio de cantera rosa, (1660-1744), su fachada es de estilo barroco sobrio. Los 64 metros de altura de sus torres, hacen que se distinga desde cualquier punto de la ciudad. Su interior contiene ornamentación dórica y retablos neoclásicos, su órgano es monumental, pero lo que de veras me llama la atención de esta hermosísima catedral, es la iluminación en la noche, desde cualquier punto que la mires, te seduce. Morelia es mitad valle, mitad loma, Valle de Guayangareo seducido por ríos, mimado por un clima inigualable, se la llama la antigua Valladolid, por España tal vez porque dos renacentistas españoles se la disputaban enamorados de ella, Don Vasco de Quiroga y el hijodalgo y caballero real don Antonio de Mendoza. Pero Morelia no se parece a ninguna parte, es ella misma con su personalidad michoacana. Morelia no se llama Morelia por Valladolid, sino por México, porque Don José María Morelos, nació en esta ciudad emblemática y señorial.
Son tantas las historias de esta ciudad y también las leyendas. Cuando en este viaje, entré en la Catetral, recordé una leyenda que me contó un guía de turismo...
Cuentan que la condesita de Linares, Doña Martha Jimena de Monserrat, sobrina del Virrey don Joaquín de Monserrat, Marqués de Cruillas, llegaba a la ciudad de Morelia porque se lo había prescrito un médico, ya que estaba postrada y convaleciente de una larga enfermedad y según los doctores, sólo en Morelia podría recuperarse por el mejor clima recomendado. La condesa tenía fama de ser muy bella y más generosa, el Virrey la quería como si fuera su propia hija, ya que la condesa era huérfana, tenía veinticinco años y su sencillez cautivó a las gentes del lugar. Dicen, que la Catedral de Morelia estaba engalanada para recibirla y el sacristán Pedro González y Dominguez, se quedó extasiado mirándola. Y más que extasiado se enamoró de ella. Pero... ¿Cómo un pobre sacristán podría aspirar a su linaje? Le escribió una carta de amor, y en uno de esos días que la condesa iba a Misa a la Catedral, tropezó con ella, le hizo caer su devocionario y, el sacristán se inclinó a recogerlo e introdujo su carta de amor entre las paginas.  La condesa le mostró indiferencia, pero un día, cuando recibía la comunión en la Catedral, se dio cuenta que de los ojos del sacristán brotaban dos lágrimas de amor y admiración por la condesa.  Fue entonces cuando se dio cuenta lo que sentía por el criollo. Al siguiente día, la condesa dejó su anillo en el cesto de las ofrendas en señal de correspondencia.
La felicidad del sacristán fue tan grande que casi se vuelve loco. La condesa le correspondió con otra carta de amor. Pero le pedía respeto y prudencia. Los dos enamorados se veían en la capilla de las ánimas, ella iba acompañada de su dama, llevaba ramos de flores que el sacristán ayudaba a colocar debidamente. Mantuvieron en secreto su amor, nadie podría saber que la sobrina del representante del Rey era la novia de un sacristán. Ella, para poder arreglar la situación decidió volver a España y pedirle al Rey que le diera algún título al sacristán para poder contraer matrimonio. Se separaron con la promesa que ella le hizo del regreso. Pasaron cinco meses y un mandatario del Rey llamó al Puerto de Veracruz al sacristán. Él pensaba que había regresado su amada. Pero no fue así. El mandatario del Rey anunció que la condesa había muerto y que a Don Pedro González le había nombrado el Rey el cargo de intendente de Nueva Galicia. Pero el sacristán renunció al cargo, regresó a Morelia, y en pocos días dicen que envejeció, lloraba y se refugiaba en la capilla de  las ánimas, la gente decía que había regresado enfermo de Veracruz, que allí habría contraído alguna enfermedad...
Y según dicen en Morelia, en la víspera de la Noche de Muertos, si te acercas a la capilla de las ánimas, se percibe la sombra de Pedro González, el sacristán, que está idolatrando a su amada la condesa española. Tal vez debemos pensar que, las almas que se aman no deben separarse jamás, por mucho que les obligue el destino.

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