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lunes, septiembre 26

LOS ARTESANOS MEXICANOS





Texto y fotos: Julie Sopetrán




Tal vez uno de los estados mexicanos que más artesanos tenga sea Michoacán. La magia auténtica de México la encontramos en su artesanía. De México, tenemos que aprender su manera de hacer, el amor a esas cosas, que si no las tratas con cariño, se pierden. Podemos ver al artesano trabajando los hilos en su telar, también a las bordadoras tejiendo los hermosos y llamativos bordados de punto de cruz que dan ese carácter y colorido a un pueblo de artistas. El barro, las lacas y el maque, la cerámica, el cobre, la madera, la miga de pan, el alambre, el vidrio, los bordados y los textiles, la cerámica, las fibras vegetales, el tejido, la cantería, el hierro forjado o herrería artística, la popotería y plumería, el pan de ofrenda y los dulces de colores o calaveras de azúcar, las máscaras, los tapetes, los altares de muerto... Vienen a mi mente esas miniaturas, esos muebles, esa imaginería donde admiramos la creatividad de un país de artesanos que trasciende día a día, minuto a minuto en el tiempo y en el espacio de la creatividad.



Me fascinan esos talleres familiares donde se elaboran diversas artes,  sombreros, petates, objetos que se utilizan en actos ceremoniales. Trajes para la danza, piezas de bordados y deshilado como las colchas o los manteles, sin contar con la belleza inigualable de los vestidos de las mujeres indígenas, trajes de algodón y lana, blusas de hermosos bordados, delantales o sabanillas, enaguas llenas de pliegues... Ni qué hablar de los sarapes o jorongos como los de Zitácuaro, hechos con dibujos de estrellas y aves.





Las capas, vestidos y tocados que tejen las manos femeninas  de San José de Gracia. Los muebles tallados a mano de Tzirimu, con sus pájaros, ángeles, flores y grecas de hermosa plasticidad. Las máscaras para la danza de los viejitos, negritos, santiagos, moros y reyes.   Muñecos para alejar a los malos espíritus o a los malos aires que llegan a la milpa... ¿Lo que llamamos en España espantapájaros?



Adentrarse en los mercados sirve para  reafirmar la riqueza cultural y artística de uno de los pueblos más creativos de la tierra, como lo es México. Las gentes de sus comunidades son auténticos creadores, trabajan manualmente todo tipo de materias y saben armonizar su cotidianidad con esa alegría que proporciona el trabajo en equipo. No se necesita ser especialista, sólo colaborar, querer aprender y dar su quehacer artesano a los demás. Así nace el verdadero artista, en estos grupos familiares donde, desde muy niños maman el arte no sólo de vivir en familia sino de aprender a utilizar sus manos.                                                                                        

La Artesanía que más conozco es la de Michoacán, también la de Puebla, la de Oaxaca, un poco la de Morelos y algunas otras que tienen que ver con los pueblos purépechas, mazahuas, náhuatls, toltecas... Todas estas manifestaciones artesanales, están enriquecidas por las costumbres heredadas de los antepasados, que cada familia trata de conservar y enaltecer. Son comunidades que se reafirman en sus valores y dan continuidad a lo aprendido, si es posible mejorando las formas y los modos a los que se aferran. Su mundo es mágico porque se conforman con el quehacer diario, porque lo que hacen lo hacen por amor al arte, sí, luego lo venden en los mercados por cuatro pesos, pero les queda esa paz interior, esa felicidad del creador que antepone su dicha a la especulación.



Vienen a mi mente, esas piñas gigantes, verdes, esos jarrones monumentales, poncheras,  cántaros que los decoran con finas líneas y motivos florales, animales fundidos en el verde  añoso de Patamban, lugar del que ya os he hablado en otro artículo, siendo allí popular su procesión del día del Corpus.                                                        


Todo es necesario, desde las velas de Oaxaca para las procesiones, los sahumerios para las limpias, las máscaras para las danzas, la ropa ceremonial que lucirán las autoridades indígenas, las jarras para el pulque, las  ollas bruñidas de la comunidad de Cocucho para los frijoles, hechas al fuego, al viento y al barro o las  de Tzintzuntzan, hechas en forma de patos, serpientes, ranas y calabazas, mostrando en su belleza todo el esplendor prehispánico. En este lugar también se admiran las vajillas , jarras y charolas de colores verde, café, blanco, azul y amarillo, hechas con dibujos de peces, aves y soles multiformes.


En otros artículos os he hablado de Santa Fe de la Laguna, un lugar de artesanías especiales. La alfarería de uso ceremonial es destacable en este lugar. Allí se elaboran poncheras, sahumerios y candelabros con su color negro abrillantado siendo populares las ollitas en miniatura que allí se pueden admirar y comprar por muy pocos pesos.  

                    
Los instrumentos musicales de Paracho, Ahuiran y Cherán, donde se hacen guitarras de concierto, contrabajos, violines, vihuelas, charangos y arpas que  utilizan los músicos en la Tierra Caliente. La madera roja de Paracho y Quiroga, es la madera del madroño, la blanca del pino, el cedro, madera convertida en vasos y en muebles que son verdaderas obras de arte. La madera del Aguacate en Uruapan, es excelente para elaborar cucharas, juguetes, juegos de ajedrez, dominós, sonajas, matracas e infinidad de objetos que desbordan la imaginación. Muebles labrados con figuras de animales, famosos en la ciudad de Cuanajo.


Y así sucesivamente iríamos hablando largo de cada pueblo dedicado a sus artesanías.  Las alhajas de Huetamo y Pátzcuaro, guajes, medallones, cruces, collares de la zona mazahua, dijes, pendientes, son verdaderas joyas artesanales. El oro de la Tierra Caliente, la platería, la herrería, el cobre martillado de Santa Clara... No se puede dejar de lado la cestería de carrizo, la palma de Jarácuaro, el tule de Janitzio, los tapetes de estrella y tantos usos que se da a cada planta, creando cristos, imágenes realizadas con la fibra del trigo o panicua. El bordado, la costura es otra de las riquezas artesanales, la mujer teje sin cesar, crea productos textiles a base de hilos, algodón, lana... Rebozos, sarapes, cobijas creados en el telar de pie y de cintura. A cada comunidad le pertenece un quehacer, se le distingue por alguna artesanía.


Viene a mi mente el barro negro bruñido de Oaxaca, tan bien acabado que parece hecho de metal. O la belleza de la cerámica de Talavera perfeccionada en Puebla. El tenango otomí de Hidalgo, los sombreros de Sahuayo, o los de Pómaro y Zacán, y tantos...   


El patrimonio de México son sus artesanos, es un pueblo que hace a mano la vida y lo palpamos en su peculiar cosmogonía, sus culturas precolombinas, sus catrinas, sus costumbres, su perseverancia en preservar la cultura y la herencia de sus ancestros, es admirable y ejemplar para Occidente.


Es un verdadero placer acercarse a los tianguis y admirar la variedad de artes allí expuestas. La perfección brilla en los colores utilizados, en la creatividad que se enriquece con la práctica, la técnica más sutil, las formas más variadas, la estética más y mejor desarrollada, el artista plástico que sabe recrear el conocimiento de su identidad. Son tantas cosas reunidas que parece un caos de armonía... Es el alma de la vida cotidiana, de su folklore, de su idiosincrasia, de su supervivencia...


Es la serenidad de la ocupación en el silencio acogedor de las casas convertidas en talleres familiares, donde hombres, mujeres, jóvenes y niños, van entrelazando las fibras tecnicolores de la ocupación. Allí, el paro no existe. Es posible que no se vendan los productos, "hay que contar con el permiso oficial", para muchas actividades,  los precios son muy bajos, o que se tenga que vender más barato, pero mientras tanto, las manos están ocupadas, la mente está creando,  el genio y el ingenio danzan alrededor de una gran riqueza: la que se engendra en la humilde choza junto al maíz recién pizcado.


En Zirahuén, Pamatácuaro, Quinceo, las cucharitas de madera ya están listas. La paciencia, la observación, la entrega fue necesaria para realizar la plumaria en el taller-familia de Tlapujahua, hubo que pegar sobre un cartón, cuero o lámina de cobre -basándose en un dibujo- plumas de diferentes colores y texturas hasta lograr la figura deseada. Para conseguirlo se han necesitado muchas horas de trabajo y de imaginación.


Podríamos estar mucho tiempo hablando de artesanías, de artesanos. Apenas he nombrado el papel picado o a los toros de petate, la pasta de caña,  los juegos pirotécnicos etc. etc.. Cada una de las artes nombradas merecerían otros artículos... Termino, invitando al lector a interesarse por estas manualidades artísticas que dan magia y color a México. Que son esencia y sabor de un país de artistas. Porque México no puede concebirse sin sus artesanías, sin sus innumerables creadores que son los artesanos. La gente que habita estos lugares, gente más bien pobre que sobrevive gracias a su imaginación y laboriosidad. Creo que de ellos, los españoles, hoy, tenemos mucho que aprender.   

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